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Más Pequeño Puede Ser Mejor 

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE2027 – Estudio Bíblico  – Más Pequeño Puede Ser Mejor



Estimados amigos, en nuestra sociedad el énfasis en la grandeza es tan fuerte y dominante, que es casi inconcebible pensar que cuanto más pequeño sea algo pueda ser mejor. El síndrome del éxito mundial, medido en números, ha devorado completamente a la iglesia. Pero, ¿cuáles son los hechos concernientes a los números? La filosofía que declara que grande es igual a hermoso y que, además, es una meta divina, no sólo no aparece en la Biblia sino que es también contraria a las Escrituras.

1. La gran congregación pereció en el diluvio; sólo ocho personas fueron salvas.

2. El ejército de Gedeón se redujo de 32.000 a 300, para que la victoria sólo pudiera ser atribuida al poder divino.

3. Jesús escogió doce discípulos, no doce mil.

4. La idea sarcástica de Voltaire, que declara que Dios está al lado de los grandes batallones, representa la sabiduría mundana, en este caso, la sabiduría de un infiel.

5. El énfasis en las Escrituras está en la calidad, antes que en los números.

6. A lo largo de las épocas, Dios ha obrado característicamente a través del testimonio de un remanente.

A través de los siglos, la mayoría de las iglesias han sido pequeñas, y eso aun es así alrededor del mundo. Cuanto más grande es la iglesia, más difícil es para el liderazgo llevar adelante un ministerio pastoral personal y efectivo con la congregación entera. Cuanto más grande es la iglesia, más difícil es para los creyentes conocerse entre sí, compartir sus alegrías y tristezas, disfrutar de la vida como cuerpo.

Cuanto más grande es la iglesia, mayor es el porcentaje de creyentes que no tienen oportunidad de ejercitar sus dones.
Si el tamaño se vuelve la meta, mayor es la presión para atenuar el mensaje del evangelio, las severas demandas del discipulado cristiano, los altos patrones de santidad, y otras duras declaraciones de Jesucristo.
Si el tamaño se vuelve la meta, lo que será grande es la tentación de abandonar la disciplina. Existe la tendencia de mirar para otro lado con tal de no perder miembros. Aunque el verdadero éxito de una iglesia no se encuentra en el número de sus miembros sino en la santidad de los mismos.

Es lógico que las grandes iglesias provean para la vanidad del hombre y que existan más para el liderazgo que para la congregación.

Es más fácil para las iglesias pequeñas poder refugiarse en tiempos de persecución y opresión.

La oración unida es frecuentemente una de las primeras víctimas en las iglesias grandes.

Habiendo dicho todo esto, tampoco hay virtud alguna en una iglesia pequeña que debe su tamaño a la falta de evangelismo, a la apatía, o a cualquier otra falencia. Las iglesias pequeñas deben ser iglesias en crecimiento, pero, en lugar de convertirse en mega-iglesias, deberían engendrar nuevas iglesias. Cuando una iglesia alcanza cierto tamaño, el liderazgo debería comenzar a pensar en multiplicarse.

¿Cuáles son, en general, los argumentos a favor de las grandes iglesias? Es posible tener mejores edificios. Puede haber una variedad más amplia de ministerio. Hay más oportunidades para niños y jóvenes de estar con los de su propia edad.

Una iglesia grande significa una mejor oportunidad de tener un gran alcance misionero. Provee una mejor calidad de enseñanza.

Algunos de estos argumentos pueden tener cierta medida de verdad, algunos no son para nada ciertos, y ninguno de ellos pueden ser respaldados por la Palabra.

Permítanme llamar al estrado a un grupo de líderes cristianos respetados que han opinado sobre este tema.
Primero, Vance Havner, un perceptivo y elocuente predicador sureño, que escribió: La iglesia se ha movido desde las catacumbas al Coliseo en su afán por aumentar su tamaño. Llevamos a cabo demostraciones del tamaño de un mamut, con gigantescas convocaciones. Ponemos celebridades en las plataformas y le pedimos prestado al César para poder levantar la bandera de Cristo. Nos hemos vuelto locos por causa de la grandeza…

En realidad, lo que estamos necesitando es reducir en lugar de engrosar. Aprendí hace mucho que al producir maíz y algodón es preciso reducir, porque al disminuir las cantidades se mejora la calidad. Gedeón tuvo que reducir sus tropas, y es posible que un procedimiento igual ayude al ejército de Dios hoy en día. Jesús redujo la multitud, como vemos en el sexto capítulo de Juan, y sin duda hubo muchos en otra oportunidad. Hoy, la minoría perseguida se ha convertido en la mayoría popular.

Estamos en la era de los engaños, del abracadabra, de los locos, de los juegos de manos, y del “ahora lo ves, ahora no.” Todo se hace con espejos. Todo se mide con “¿qué tan grande?” y “¿qué tan fuerte?” Todo tiene que ser enorme, gigantesco, colosal, super duper. Aun las nuevas drogas son “drogas maravilla” – uno se pregunta qué va a venir después. En un tiempo como éste, es difícil hacer que las personas se interesen por cosas como la obediencia y fidelidad. Hasta los cristianos tienen que ser entretenidos en la iglesia. Se observa la Luz de la Verdad pero no se anda en ella, y por ser oidores y no hacedores, los hombres han sido cegados por exceso de esa misma luz, porque demasiada luz ciega tan efectivamente como si es escasa.

En su libroDe Ahora en Más, Ralph Shallis aconseja:
Elija una iglesia que sea fiel a las Escrituras y también llena del Espíritu Santo; es decir, un grupo en el que Jesús esté realmente presente. No importa si es pequeña o pobre, si Cristo está allí, usted será más rico que todos los bancos del mundo combinados. Aparte, en una iglesia pequeña encontrará el propósito por el que está vivo; será un miembro valioso e importante de la familia; tendrá una contribución real para hacer. Si, por otra parte, usted se encuentra en una iglesia muy grande, probablemente esté sumergido en una masa anónima – lo que es muy malo para su salud espiritual. Se volverá perezoso e inútil, o simplemente se frustrará.

Francis Schaeffer adiciona su testimonio con estas palabras incisivas: Así como no existen personas pequeñas a los ojos de Dios, tampoco existen los lugares pequeños… Dios no solamente no declara nunca que el tamaño y el poder espiritual vayan juntos, sino que además lo contradice (especialmente en las enseñanzas de Jesús), y nos pide que seamos sumamente cuidadosos de no elegir un lugar demasiado grande para nosotros.

James S. Stewart coincide, y escribe:
La estrategia de Dios no depende de los números. Nosotros contamos por cabezas, pero Dios no. Dios cuenta corazones. Nosotros hablamos de extender el reino, produciendo más discípulos, mientras Dios apunta a intensificar el reino y producir mejores discípulos. Nosotros hablamos de la Iglesia Alta, Iglesia Baja, Iglesia Ancha, mientras lo que Dios quiere ver es una Iglesia Profunda. “¡No me den los grandes batallones eclesiásticos,” clamó John Wesley, “sino cien hombres que no le teman a nada más que a pecar y amen a nadie más que a Dios, y sacudiré las puertas del infierno!” ¿Dónde aprendió Wesley esa actitud? Seguramente de su maestro real, Jesús… quien dejó claro, de una vez y para siempre, cuál era la estrategia de su campaña mundial. Lo que significa esa estrategia es lo siguiente, que Cristo preferiría, más que cualquier cosa, una pobre minoría del 5 por ciento que sean almas resueltas con las que pueda trabajar, que una gran mayoría del 95 por ciento, sin convicción, y de lealtad flexible.

Está bien desear números para la gloria de Dios, pero está mal depender de ellos para estar firmes. Está mal gloriarse en ellos, o disminuir nuestros estándares para poder alcanzarlos. Como sugirió Vance Havner, está mal ganar premios y crecer en número en vez de conocer a Dios. Es mejor tener congregaciones pequeñas, que crezcan y sean espirituales, antes que congregaciones grandes, sedentarias y sin principios.

 

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