Lo que fue, lo que es y lo que vendrá 1/3

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Titulo:   “Lo que fue, lo que es y lo que vendrá”  1/3

Autor: Norbert Lieth 
Nº: PE1023

 

En Jesucristo se manifestó la gracia de Dios contra la verdadera causa de toda enfermedad, duelo, problema y necesidad: El pecado.

 


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“Lo que fue, lo que es y lo que vendrá”  1/3

Querido amigo, ¿Sabía Usted que la vida de un cristiano se basa en aquello que Jesucristo consumo, en el pasado, en la cruz?. En el presente, seguramente procura el crecimiento y la santificación. Y en vista al futuro, se manifiesta en anhelar con ferviente amor el regreso del Señor.

En la carta de Pablo a Tito encontramos algo esencial: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo«.

En estos tres versículos se nos presentan pasado, presente y futuro, como guías para nuestra vida. Dios mismo dice: «Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso«.

Pero, veamos estimado amigo ahora, LO QUE FUE

En el pasado, hace aproximadamente 2000 años, sucedió algo extraordinario: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres«.En primer lugar vemos que La gracia de Dios se ha manifestado. Qué valor inestimable tiene el hecho de inventar y sacar al mercado, en el momento correcto, una vacuna o un medicamento, como por ejemplo la penicilina (un antibiótico). Hace algunas décadas atrás, muchas personas morían debido a enfermedades que hoy en día se tratan con relativa facilidad. ¿Qué sucedería si de la noche a la mañana apareciera la cura para el SIDA, ó el cáncer?

En Jesucristo se manifestó la gracia de Dios contra la verdadera causa de toda enfermedad, duelo, problema y necesidad: El pecado.

La palabra «manifestar» hace referencia a la manifestación de Dios en el Antiguo Testamento, laSchechinah. En el Antiguo Pacto era imposible aproximarse a Dios. Si se daba a conocer, siempre lo hacía en la nube o columna de fuego de la gloria. Primeramente el tabernáculo y más tarde el templo de Salomón fueron colmadas por ella. Acerca del tabernáculo leemos: «Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba«. En cuanto al templo se relata algo similar: «Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová» (1 Reyes 8:10-11). Sólo una vez al año el sumo sacerdote se podía acercar a esta gloria.

Para la época de Ezequiel, la gloria de Dios había abandonado el templo para no regresar. Pero, después de mucho tiempo, la gloria de Dios se volvió a manifestar en su Hijo Jesucristo. LaSchechinahse volvió carne y con ello «tangible»: Dice la palabra de Dios: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad«. En Jesucristo, la gloria de Dios ha vuelto a ser visible y accesible. Por este motivo, también, se rasgó el velo del lugar santísimo cuando Jesús murió en la cruz.En segundo lugar, querido amigo tenemos que La gracia de Dios se ha manifestado para salvación.

En Jesucristo Dios nos ha regalado la gracia salvadora. Dios no vino con las manos vacías, él nos trajo algo.

Cuando aún éramos niños y el tío (o la tía) venía de visita, lo primero que nos preguntábamos era: «¿Me habrá traído algo?»

Jesucristo es la gracia inefable de Dios hacia nosotros. En ella Dios nos trae la salvación y el perdón muy cerca, de manera que sólo tiene que ser aceptada. ¡Qué noticia tan maravillosa!

En Jesucristo, también se manifestó la plenitud de la gracia de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios obró, por así decir, desde la lejanía. Envió mensajeros a su pueblo, le dio reyes, sacerdotes y profetas, a través de los cuales él obraba. Se puede decir que los amaba – pero desde la lejanía celestial. Así, Dios, por ejemplo, le dijo a Moisés: «No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá«.

Pero ahora, en Jesucristo, Dios mismo vino a nosotros y nos trae la salvación. Ahora ya no envía mensajeros, sino que él mismo está aquí, la plenitud de la salvación. Eso es algo único. Las siguientes preguntas lo aclaran: 

· ¿Qué general va al campo de batalla él mismo para vendar las lesiones de los heridos?

· ¿Qué director va a la fábrica para pagar él mismo los salarios de cada obrero?

· ¿Qué presidente va y ayuda él mismo en la zona de catástrofe apartando los escombros?

El propio Jesucristo vino. De él leemos: «…quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras» (Tito 2:14).

En tercer lugar estimado amigo, vemos que La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres. La gracia de Dios en Jesucristo es tan plena, que para él no existe caso que no tenga esperanza. Su gracia no es sólo para algunos escogidos, sino que es para todos sin excepción, es decir para todo aquél que la acepte. Es para europeos y americanos, pero también para musulmanes, hindúes y budistas. Es para personalidades de alta moral, pero también para delincuentes, asesinos, prostitutas, o traficantes de drogas. Es para el fariseo tanto como para el publicano, para perseguidores como para perseguidos.

Pero el medicamento que trae la cura es necesario tomarlo. De nada sirve con mirarlo o guardarlo en un bolsillo.

Dios mismo nos acerca la salvación, y nos la acerca tanto que lo único de debemos hacer es tomarla de su mano; y precisamente eso es lo que nosotros mismos debemos hacer.

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