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Título: Lo mas importante es la bendicion de Dios

Autor: Marcel Malgo
PE1345

Esto es verdad. Sin embargo, muchos cristianos renacidos no ven claramente cómo pueden permanecer continuamente bajo la bendición de Dios que, sin duda, es lo más importante. A continuación, el autor nos ofrece la llave para poder abrir esta puerta cerrada para muchos


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Estimado amigo, quisiera introducir este mensaje por medio de tres pasajes de la Escritura, los cuales vamos a meditar juntos.

1. „No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros…” (Jn. 15:16).

2. „Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Ef. 2:8).

3. „Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Jn. 4:19).

Estas son maravillosas palabras de Dios. Significa que en todo lo concerniente a nuestra vida, el Señor es el primero y el Autor de todo. Todo proviene de Él, todo el curso de nuestra vida, el diario vivir como también el futuro. Aunque hay cosas que nos ocurren por culpa propia, ¡Dios las permite! Todo pasa por Él. En una palabra: Él es la causa, o Él da Su consentimiento para que ciertas cosas sucedan en nuestras vidas. Si Él me eligió – siendo esto simplemente Su don para mí – si Él me amó primero, entonces sé con toda certeza que las cosas no se acaban con esta elección, con este amor con el cual Él „nos amó primero”, sino que Él también seguirá guiando, dirigiendo y apoyando toda mi vida hasta el final.

¿Significa esto que ya no tengo responsabilidad? De ninguna manera. Nosotros también somos responsables. Pero sí significa que Dios el Señor es el principal responsable en nuestras vidas, es el que actúa en ellas, pues Él dice: „…yo os elegí”. Hemos sido salvos por creer en el sacrificio de Jesucristo en la cruz del
Gólgota y en Su resurrección, pero Su don a nosotros es que Él nos amó primero. Desde el principio hasta el fin estamos en la mano de Dios: todo lo que fue, lo que es y lo que será de nuestra vida.

¿Cuál es, pues, la aplicación práctica en mi vida espiritual? Me gustaría decirlo así: nunca podré hacer algo bueno y agradable a Dios si no lo hace el Señor en mí. También para esto necesito al Señor. Pensemos en nuestra santificación: “Seguid… la santificación”, dice en Hebreos 12:14. Aquí vale la misma verdad: Dios es responsable de mí. Él tiene toda mi vida en Su mano. Todo lo bueno que yo – como Su hijo o como Su hija – quisiera hacer, solamente lo alcanzo por la gracia del Señor. Aquí siguen algunos pasajes bíblicos que lo demuestran claramente: 

„Separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5).

„Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que

tiene misericordia” (Ro. 9:16).

„No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo

como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de

Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo

pacto” (2 Co. 3:5-6).

„Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del

hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jer. 10:23).

También estas palabras de Dios nos enseñan que el Señor tiene la responsabilidad principal de nuestra vida. Esto significa que todo lo que yo quisiera ser para Su honra, solamente lo puedo ser por Su gracia. Lo necesito a Él para esto. Es una verdad que cantamos también en este himno: „Te necesito ya, tú no me dejarás; Yo siempre venceré si tú conmigo estás. Te necesito, Cristo, sí, te necesito…”. Lo que permanecerá para la eternidad, lo que permanecerá ante Dios, solamente lo podemos hacer por medio de Él: „…ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos”.

Si, pues, Dios el Señor es el que actúa en mi vida, si Él me da la gracia para hacer esto o aquello conforme a Su voluntad – en el camino de la santificación – ¿qué significa esto, prácticamente, para mí como hijo de Dios? Si sabemos que nuestra santificación personal, nuestros avances en la fe, nuestro crecimiento espiritual, solamente dependen del Señor, ¿cuál es, entonces, la consecuencia? ¿Puedo decir simplemente: „Señor, ahora me reclino en mi sillón y espero todo de ti. Tú tienes que actuar ahora, pues tú me elegiste y me amaste primero. El hecho de que fui salvo es un regalo de tu gracia. Tú dijiste que sin ti no podemos hacer nada y que no es del hombre que camina ordenar sus pasos. Por eso, Señor, haz tú ahora todo por mí”? No es tan sencilla la cosa. Si sacamos versículos bíblicos aislados y construimos una enseñanza en ellos, como por ejemplo la de reclinarse en el sillón, estamos completamente equivocados. La verdad es que también cada creyente nacido de nuevo tendrá que rendir cuentas de sus actos a Dios: „Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co. 5:10).

Somos responsables ante Dios

El rey David sabía de su responsabilidad personal ante Dios y oró con estas palabras: „Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre”. David tenía un gran deseo: que Dios obre lo agradable a Él. Para alcanzar esto, se acercaba lleno de fe y de confianza a su Dios.

Cada uno de nosotros es responsable ante Dios, pero esto no significa que tenemos que tratar de sacar el „arado” con nuestras propias fuerzas, y que tenemos luego que „arar y rastrillar los campos” solos y „sembrar”. No, sino que nuestra responsabilidad es la misma que tenía el rey David – que es llamado un „varón conforme al corazón de Dios” (1 S. 13:14, Hch. 13:22) – y que, sabiendo que por sí mismo no podía hacer nada de valor para la eternidad, oró así: „Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre”. En otras palabras, David pide al Señor: „Dame la gracia para realmente poder andar en tus caminos, para poder vivir para la honra de tu nombre y en tu verdad, para poder temer tu nombre”. Esta era su oración al Señor.

Según mi entendimiento de la Escritura, hemos llegado al punto donde comienza también nuestra responsabilidad. A veces atamos los bueyes detrás del carro, tratando de cambiar o de tomar en nuestra mano ciertas cosas en nuestra vida. Sin duda, tenemos que querer hacer esto o aquello, pero solamente con el Señor podemos hacerlo de la manera correcta. Él nos da el querer y el hacer (Fil. 2:13). Pero tenemos que pedirle por ello. El mismo Señor Jesús nos exhorta a hacerlo: „Pedid, y se os dará… Porque todo aquel que pide, recibe” (comp. Mt. 7:7ss).

Oración e intercesión

También el apóstol Pablo sabía de su responsabilidad frente a Dios y de la absoluta urgencia de la oración. Él escribió a los tesalonicenses: „Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder, para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él…” (2 Ts. 1:11-12).

Como David – que oró que el Señor le conceda conocer Su camino para que pueda andar en Su verdad, y que afirme su corazón para temer el nombre del Eterno – también Pablo y sus colaboradores interceden juntos por la iglesia en Tesalónica: “…asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento…”.

Conclusión: no podemos cambiarnos a nosotros mismos y sin el Señor no podemos hacer nada de valor para la eternidad. Pero por la fe sabemos que Dios el Señor nos dará ampliamente lo que necesitamos, conforme a Su voluntad. No depende de nuestro correr, querer y hacer. Por nosotros mismos no podemos vivir una vida agradable a Dios. Como cristianos renacidos estamos completamente concientes de que dependemos únicamente de la gracia de Dios y que, solamente Él, puede obrarlo en nosotros.

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