La viña quemada que no sucumbe. 1/3
21 febrero, 2008
La viña quemada que no sucumbe. 3/3
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La viña quemada que no sucumbe. 1/3
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La viña quemada que no sucumbe. 3/3
21 febrero, 2008

Titulo: “La viña quemada que no sucumbe”.2/3
 

Autor: Norbert Lieth 
Nº: PE1039

El Dios de Israel, es un Dios cuya gracia y llamamiento son irrevocables. Por eso, su pueblo, a pesar de haber fallado, haber sido infiel y hasta haberse mostrado enemigo del evangelio, por causa de los padres, es amado.

 


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«La viña quemada que no sucumbe». 2/3

Hola estimado amigo, estaremos viendo, en la audición de hoy la gracia restauradora.

El Dios de Israel, es un Dios cuya gracia y llamamiento son irrevocables. Por eso, su pueblo, a pesar de haber fallado, haber sido infiel y hasta haberse mostrado enemigo del evangelio, por causa de los padres, es amado. Por eso, el Señor dijo: «Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos… Volverán y se sentarán bajo su sombra; serán vivificados como trigo, y florecerán como la vid; su olor será como de vino del Líbano. Efraín dirá: ¿Qué más tendré ya con los ídolos? Yo lo oiré, y miraré; yo seré a él como la haya verde; de mí será hallado tu fruto» .

«Viña» y «vid» estaban quemadas. Israel, Jerusalén, y el templo, fueron destruidos. «Vallado» y «cerca» fueron quitados. Las naciones pisotearon el pueblo y la ciudad dejándola asolada. Pero, ¿por qué razón la vid quemada no sucumbe? Porque tiene que venir y vendrá un giro para Israel. ¿Pero a través de quién? Prestemos atención puesto que está escrito: «…de mí será hallado tu fruto.» Más adelante, el Señor Jesús dijo de sí mismo: «Yo soy la vid verdadera…» (Juan 15:1). Es decir, que en esta declaración de Oseas se hace una clara referencia del Mesías. A través de él, Israel llevará fruto y se volverá a convertir en una frondosa vid que cubrirá todo el mundo.

En el Salmo 80 se vuelve a describir la historia de Israel como vid: «Hiciste venir una vid de Egipto; Echaste las naciones, y la plantaste. Limpiaste sitio delante de ella, e hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra. Los montes fueron cubiertos de su sombra, y con sus sarmientos los cedros de Dios. Extendió sus vástagos hasta el mar, y hasta el río sus renuevos. ¿Por qué aportillaste sus vallados, y la vendimian todos los que pasan por el camino? La destroza el puerco montés, y la bestia del campo la devora. Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora; Mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña, la planta que plantó tu diestra, y el renuevo que para ti afirmaste. Quemada a fuego está, asolada; Perezcan por la reprensión de tu rostro. Sea tu mano sobre el varón de tu diestra, sobre el hijo de hombre que para ti afirmaste. Así no nos apartaremos de ti; Vida nos darás, e invocaremos tu nombre. ¡Oh Jehová, Dios de los ejércitos, restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos» (versículos 8-19). En este pasaje se describe la historia de Israel, desde su salida de Egipto y la toma de la tierra de Canaán, «hasta el mar y hasta el río» (versículo 11). Esto se refiere al Mar Mediterráneo y al Éufrates, área de influencia de Israel que se ensanchó bajo los reinados de David y Salomón.

Pero entonces vino la destrucción: Los «vallados» fueron quitados, y «el puerco montés» y la «bestia del campo» devoraron la vid (versículos 12-13). Esto hace referencia a Asiria y Babilonia, los pueblos «impíos» de entre las naciones.

Pero en toda esta situación, el salmista clama repentinamente algo extraordinario y profundamente profético: «Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora; Mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña. La planta que plantó tu diestra, y el renuevo que para ti afirmaste… Sea tu mano sobre el varón de tu diestra, sobre el hijo de hombre que para ti afirmaste«.

¿Sabía usted, estimado amigo que si se toma un renuevo de una vieja viña y se lo planta en tierra, la vieja viña (a pesar de haber sido quemada) sigue viviendo en el renuevo?. Este «renuevo» es el Hijo de Dios: El nació como judío y vino a este mundo. O sea, que fue plantado en esta tierra. De esta manera, la «viña» de Israel que había sido quemada, siguió viviendo en Jesucristo. El es el sustituto de Israel.

¿Que dijo el Señor Jesús de sí mismo y de su Padre, cuando apareció en Israel en su primer venida? «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador» (Juan 15:1). Jesucristo es la vidverdadera, que reemplaza la estéril vid de Israel; El es el renuevo.

Sus siguientes palabras son muy serias: «Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto… El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden» (Juan 15:2.6). El Señor se refirió aquí a Judas, el traidor, el cual para ese momento ya no estaba con él. Judas fue uno de los doce apóstoles, sin embargo se separó de Jesús, de manera que espiritualmente fue «quemado», pues se perdió.

Al resto de sus once discípulos, Jesús les dice: «Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado… Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden«. ¿Qué es lo que llama la atención aquí? El Señor habla de aquellos que han de ser echados al fuego, no de sus discípulos, sino de «alguien» en particular. El no dice «si ustedes no permanecen en mí», sino que habla de «alguien» «que en mí no permanece«. Hace referencia a cristianos no renacidos, como Judas.

Pero aquí el Señor no sólo se refiere a Judas, o a cristianos que no han experimentado un nuevo nacimiento, sino también a su pueblo Israel. Su pueblo no permaneció en él, antes bien lo desechó en su primer advenimiento. ¿Qué sucedió entonces? Una vez más vino el juicio del fuego sobre Israel. ¿Por qué? Porque Israel sólo puede llevar fruto por su relación con el Mesías, sin él sigue siendo estéril. La élite del pueblo judío no lo aceptó: «No queremos que éste reine sobre nosotros«. «No tenemos más rey que César(romano)» . ¿Qué consecuencias tuvo esta postura? El César envió sus tropas a Israel. Jerusalén fue sitiada, tomada e incendiada. Por eso, en el Salmo 80:17 leemos: «Quemada a fuego está, asolada; Perezcan por la reprensión de tu rostro.«

Es mi deseo, estimado amigo, que nos podamos encontrar en la tercer y última audición de esta meditación Bíblica. Hasta la próxima.

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