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La segunda venida llena de poder
(2ª parte)

Autor: Norbert Lieth

En su segunda carta, cap. 1, vers. 3 al 15, Pedro nos presenta la realidad de la segunda venida de Jesucristo. Con estas pocas frases, Pedro deja en claro que nos encontramos en la viva esperanza del regreso del Señor, y que, al respecto, debemos prestar especial atención a Su palabra profética.

 


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PE2091 – Estudio Bíblico
La segunda venida llena de poder (2ª parte)



Estimados amigos oyentes, poco tiempo antes de la transfiguración, en Mt. 16:24 al 28, Jesús mismo habló de Su segunda venida. Habíamos analizado los primeros versículos en el programa anterior, continuamos ahora con el vers. 27:

“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” La venida en poder de Jesucristo pondrá fin a la tribulación (como vemos en Mt. 24:30; y 25), y el remanente de Israel reconocerá a su Mesías (según Zac. 12:10). Este remanente creyente, es representado proféticamente por los tres discípulos llevados por el Señor al monte, donde Él les reveló Su gloria (lo que encontramos en Mt. 16:28; y 17:1). Así, también, en el fin de los días, cuando el Señor regrese en gloria, habrá un remanente (como se menciona en Ro. 9:27; y 11:5).

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Para nosotros personalmente, esta exhortación significa vivir una vida de entrega tal para Jesucristo que, en comparación, tomemos en poco nuestra propia vida. Se trata de negarse a sí mismo. Seguirle sólo es posible si tomamos la cruz, nunca sin ella (como vemos en el v. 24).

Tenemos que llegar al punto de entregar a la muerte el dominio despótico de nuestro egoísmo y de las carnalidades. Eso significa: soltar para ganar (como lo dice el v. 25). Siempre deberíamos tener presente que Jesús es la mayor ganancia, y la salvación del alma el tesoro más grande. Por esta razón, no debería haber nada que Lo desplace de Su lugar en nosotros. Mejor perder en el mundo, que perder con Dios (como lo menciona el v. 26). Deberíamos añorar la segunda venida de Jesús, y esforzarnos por vivirla. Algunos cristianos, de verdad no verán la muerte, porque serán arrebatados. Si tendremos el privilegio de formar parte de ese grupo, no lo sabemos. Pero, todos nosotros viviremos Su regreso, muertos, o todavía vivos. Y todos seremos revelados delante de Él, y recibiremos el premio justo (como leemos en los vs. 27 y 28).

Jesús de verdad regresará. Aquello que sucedió en el Monte de la Transfiguración en aquel entonces, no es otra cosa que una gran vista previa real de la segunda venida del Señor. El hecho es que Pedro declara, en 2 P. 1:16, no haber visto solamente una transfiguración en el monte, sino el mismo regreso de Jesús. Y Jesús mismo dice claramente en Mt. 16:28, en vista de Su transfiguración: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”. Lo que Jesús quiere decir con esto, lo aclara en el próximo versículo: “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” .

“Algunos de los que están aquí”, ésos son los tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan. Ellos vieron la segunda venida del Hijo del Hombre a través de la transfiguración. Es interesante notar que el Señor Jesús, en Apocalipsis 1:16, es descrito de la misma manera que en el Monte de la Transfiguración: “Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza”.

Pedro se refiere a la experiencia de la transfiguración, cuando escribe en su segunda carta, cap.1, vers. 16 y 18: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad… Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo”. Los tres discípulos no siguieron ninguna fantasía, ninguna leyenda, ni ninguna hipótesis. Éste es, más bien, el sobrio informe de un testigo presencial, de un hombre que tuvo el privilegio de vivir la majestuosa segunda venida de Jesucristo en una vista previa profética. Esto también nos muestra el valor que tiene la segunda venida del Señor en los relatos bíblicos. Pedro escribe esta carta unos 35 años después de la transfiguración, y esta experiencia continúa conmoviéndolo profundamente. El Espíritu Santo mantuvo vivo ese fuego en su corazón.

También Juan se mostró profundamente emocionado cuando, en el principio de su evangelio, Jn. 1:14, se refirió a la transfiguración: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Una vista previa de este acontecimiento, no obstante, ya existió en el tiempo de Moisés, como leemos en Ex. 24:15 al 17: “Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel”.

Jesús regresará lleno de poder. “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad” (nos dice 2 P. 1:16). “El poder y la venida” también pueden ser descritos como “regreso lleno de poder” o “venida en poder”. Su aparición perturbará al mundo más que una bomba atómica. John Newton dijo al respecto: “Así como las estrellas quedan invisibles a la luz de la aurora, los espectáculos terrenales empalidecerán cuando Jesús sea revelado.”

Jesús regresará como Rey. “… habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad” (leemos en 2 P. 2:16). El regresará como el Rey de todos los reyes, y como el Soberano de todos los nobles de la tierra (esto lo vemos en Ap. 1:5). El mundo entero caerá a Sus pies, todo se convertirá en estrado de Sus pies (nos dice He. 1:13; y 10:13). John Piper escribe: “Si existiera un rey con cualidades ilimitadas, como sabiduría, poder, divinidad, y amor por sus súbditos, entonces la monarquía sería la mejor de todas las formas de gobierno. Si alguna vez un soberano de ese tipo se levantara en el mundo – uno sin debilidades, sin necedades, sin pecado – entonces ninguna persona inteligente y humilde volvería a desear jamás una democracia.”

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