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La Profecía y el Evangelio 
(1ª parte)

Autor: Arno Froese

  El autor se pregunta: ¿qué tiene que ver la profecía con el evangelio? La palabra profética, ¿tiene relevancia en relación con las buenas nuevas? ¡Veamos cuales son las respuestas, basadas en la Palabra de Dios!


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PE1891 – Estudio Bíblico  –  La Profecía y el Evangelio (1ª Parte)



¿Cómo están amigos? Como ya se dijo, el tema de hoy es: La Profecía y el Evangelio.

¿Qué tiene que ver la profecía con el Evangelio? La palabra profética, ¿tiene relevancia en relación con las buenas nuevas?

La Biblia y el cristiano están inseparablemente unidos el uno con el otro. Un cristiano es fruto de la Biblia. Contrariamente a todo otro libro que alguna vez haya sido escrito, la Biblia debe ser igualada al Hijo del Dios viviente. Esta verdad se encuentra escrita para nosotros en los primeros tres versículos del Evangelio de Juan:“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

Sin la Palabra de Dios no existe vida alguna, no existe la creación ni existen los cristianos. Aquellos que creen en el mensaje de la Biblia y que han nacido de nuevo del Espíritu de Dios, confirman, testifican e insisten en que este libro, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, es el decreto de Dios revelado para los seres humanos.

El Antiguo Testamento describe cómo Dios escogió a Israel, le dio la ley, y de qué manera el pueblo fallaba una y otra vez en cumplir dicha ley. Esa fue una clara indicación de que el ser humano, en su vieja naturaleza, no quiere ni puede cumplir la perfecta voluntad de Dios. Hebreos 8:7 y 8 confirma el fracaso del primer pacto, y revela el nuevo pacto:“Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto.”

En Dt. 18:15, Moisés anuncia la venida de un profeta:“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”. Esto significa que un nuevo profeta anunciaría e instituiría una nueva ley.

Más adelante, el profeta Jeremías, en el cap. 31, vers. 31 de su libro, confirmó la instauración del nuevo pacto, diciendo:“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá”.

¿Por qué fue necesario este nuevo pacto? ¡Porque el antiguo pacto había sido violado! Considerando el nuevo pacto, en los vers. 32 y 33, Dios explica a Su pueblo, Israel, lo siguiente:“No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”.

Dios mismo se ocuparía del cumplimiento de la nueva ley. Ésta sería totalmente diferente; ya no consistiría en sacrificar animales como base de la misma, sino en el conocimiento del Señor. Así dice Jer. 31:34:“Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”. El nuevo pacto aquí prometido se basa en la declaración de Dios “Haré”.

Es sumamente importante hacer resaltar la diferencia entre la antigua y la nueva ley. El antiguo pacto se basaba en un sacrificio vicario, que cubría el pecado del pueblo en forma pasajera. El nuevo pacto se basa en la sangre del Hijo de Dios, que quita los pecados del mundo. El primero dependía de la obediencia de Israel, el segundo fue hecho perfecto en Cristo y sellado eternamente con Su sangre.

El mismo Dios que instituyó el antiguo pacto, también es el autor del nuevo pacto. El fundamento es el eterno Cordero de Dios, mencionado en 1 Co. 3:11:“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. El apóstol Pablo también les dice a los efesios:(Ustedes están)edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”(así lo leemos en Ef. 2:20).

Notemos lo siguiente: La iglesia está edificada sobre los apóstoles, (según el nuevo pacto; mientras que los profetas se relacionan con el antiguo pacto); y Jesucristo mismo es la piedra principal. Ése es el único fundamento sobre el cual la iglesia de Jesucristo, nuestro Señor, está edificada.

Tenemos que entender que el Nuevo Testamento no puede ser separado del Antiguo, del mismo modo que el Antiguo Testamento no puede ser separado del Nuevo. Ambos, juntos, forman un libro que contiene el mensaje de Dios para todos los seres humanos de todos los tiempos.El primer libro del Nuevo Testamento es el Evangelio de Mateo. En éste encontramos repetidas veces la palabra “cumpliese”, como por ejemplo en relación al nombre Jesús, como leemos en Mt. 1:21 y 22:“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta”. José, María y el niño huyeron a Egipto, cuando el Rey Herodes quiso matar al recién nacido rey: “y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo” (leemos en Mt. 2:15). La profecía fue cumplida a través de la matanza de los niños varones en Belén (dos años y menores), así dice Mt. 2:17 y 18: “Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Voz fue oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron”. Más adelante, José, María y niño fueron a vivir a Nazaret, así está escrito en el vers. 23: “Y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno”.

Estas citas deberían alcanzar para demostrar la unidad del Antiguo con el Nuevo Testamento. La segunda carta a Timoteo, 3:16, resume toda la Biblia con las siguientes palabras: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.”

La palabra “Evangelio” también puede ser traducida como “buen mensaje” o “buena noticia”. De ahí, que podemos denominar a la Biblia entera como el Evangelio de Jesucristo.

Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, se les apareció a los apóstoles y realizó la siguiente e importante declaración, que leemos en Lc. 24:44: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. Ése es el Antiguo Testamento: Moisés, los profetas y los salmos. Con eso, Jesús confirmó la fiabilidad y la exactitud del Antiguo Testamento. Éste anunciaba la venida de Jesucristo; el Nuevo Testamento documenta que Jesús vino para hacer la perfecta voluntad del Padre, y realiza una declaración profética: Él volverá otra vez.

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