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La Profecía y el Evangelio 
(3ª parte)

Autor: Arno Froese

  El autor se pregunta: ¿qué tiene que ver la profecía con el evangelio? La palabra profética, ¿tiene relevancia en relación con las buenas nuevas? ¡Veamos cuales son las respuestas, basadas en la Palabra de Dios!


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PE1893 – Estudio Bíblico  –  La Profecía y el Evangelio (3ª Parte)



¿Cómo están amigos? ¡Qué gusto estar nuevamente junto a ustedes! Decíamos, entonces, que la gran diferencia entre el antiguo y el nuevo pacto, es que el nuevo pacto quita el pecado.

En Juan 3:3 al 5, vemos que Jesús le dijo a Nicodemo:“… De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. La vieja naturaleza, es decir, el viejo hombre, no puede entrar en el reino de Dios. La Biblia dice en 1 Co. 15:50:“que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios”. Sólo el nuevo ser humano espiritual es capaz de entrar en el reino de Dios.

¿Cómo se puede alcanzar este nuevo nacimiento? La respuesta es casi sencilla por demás: A través de la fe en la obra consumada de Jesucristo, nuestro Señor. Porque en Ef. 1:13 se nos dice:“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”.

Jesús deja bien en claro que sólo existe una alternativa: Ya sea que creamos o que no creamos, ya sea que nazcamos de nuevo a través del Espíritu de Dios o no nazcamos de nuevo:“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”(así afirma Jn. 3:36). Ése es el Evangelio de la salvación. El mismo fue realizado solo y únicamente por Aquél que es sin pecado, el Señor Jesucristo.

El Evangelio de la profecía: En comparación con otros escritos religiosos, la Biblia no tiene precedentes. Su singularidad puede ser descrita con una palabra: profecía. ¿Qué es la profecía? Diciéndolo en palabras sencillas: es la predicción del futuro. Los profetas bíblicos han predicho acontecimientos que sucedieron recién miles de años más tarde. Aún más sorprendente es el hecho de que varios profetas, por obra del Espíritu Santo, predijeron exactamente el mismo suceso, a pesar de haber vivido en épocas que distaban una de otra en cientos de años.

El acontecimiento más grande de toda la historia de la humanidad fue la venida de Jesucristo, el Hijo de Dios. Cuando estudiamos a fondo el Antiguo Testamento, vemos que los sucesos relacionados al nacimiento de Cristo – el lugar de nacimiento, el tiempo, Su niñez, Su adultez, Su actividad de enseñanza, Su carácter, Su profesión, Su servicio de predicación, Su aceptación y rechazo por parte de la gente, Su muerte, Su sepultura, al igual que Su resurrección y ascensión al cielo – fueron profetizados cientos de años antes de Su nacimiento.

Antes de citar algunos ejemplos, imagine que alguien hubiera escrito que un día existiría una nación llamada Estados Unidos de América, y que lo hubiera hecho muchos años antes de que ese país fuera fundado. O que habría un presidente llamado Abraham Lincoln, que llegaría a ser víctima de un atentado. Si existiera un documento de ese tipo, con toda seguridad lo consideraríamos como una profecía divina.

¿Existe algún documento que profetizara el nacimiento de Shakespeare, 300 años antes del mismo? ¡No! Podemos buscar todo lo que queramos en los anales de la historia, y, sobre la base del pasado, desarrollar algún tipo de pronóstico del futuro esperando que, de algún modo, eso suceda. Pero, la experiencia muestra que tales “predicciones proféticas” resultan siempre ser falsas.

La Biblia es muy diferente. Analicemos algunos ejemplos: El Salvador nacería de la simiente de la mujer (así dice Gn. 3:15). Esta profecía fue hecha hace alrededor de 6.000 años atrás.

En Dt. 18:18 leemos que Moisés dijo, acerca del Mesías venidero:“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”. Lucas 7:16 contiene el cumplimiento de estas palabras:“Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.”El Salmo 2:7 profetiza:“Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy.”Y Mateo 3:17 confirma que esto se ha cumplido:“Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.”

Los Salmos dan detalles sobre la crucifixión. El Salmo 22:1 dice que Él fue abandonado por Dios:“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?”En el versículo 16, dice que el Mesías sufría sed. El versículo 19, relata que los soldados dividirían Sus ropas entre ellos. En el Salmo 31:6, Jesús se entrega en las manos de Dios. El Salmo 34:21, nos informa que Sus huesos no serían quebrados. El Salmo 35:11, describe como Él es acusado por falsos testigos. El Salmo 38:12, habla de amigos que lo miran desde la distancia. En el Salmo 41:10, Él es traicionado por un amigo.

En el Antiguo Testamento existe un enorme número de profecías sobre Jesús de Nazaret, cuyo cumplimiento se encuentra en el Nuevo Testamento.

Unos 740 años antes del nacimiento de Jesús, leemos acerca de su nacimiento virginal: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (nos dice Is. 7:14).

En Isaías 53 se nos anuncia que el Mesías sería golpeado y escupido, rechazado por la gente, lastimado y malherido, pero que aun así callaría frente a sus acusadores. Él murió entre dos criminales, pero luego fue puesto en la tumba de un hombre rico.

El lugar de su nacimiento fue nombrado más de 700 años antes de su nacimiento: “Rodéate ahora de muros, hija de guerreros; nos han sitiado; con vara herirán en la mejilla al juez de Israel” (afirma Mi. 5:1).

El profeta Isaías también menciona las obras sobrenaturales del Mesías: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad” (Is. 35:5 y 6). Jesús mismo confirmó estas palabras en Mateo 11:5: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el Evangelio.”

Estas citas deberían alcanzar para dejar en claro la verdad de la palabra profética antiguo-testamentaria, que fue cumplida por Jesucristo nuestro Señor. Ése es el Evangelio de la profecía.

Quisiera enfatizar, especialmente, que los profetas que hablaron de la venida de Jesucristo, de Su maravilloso nacimiento, de sus obras sobrenaturales, de su muerte en la cruz del Gólgota y de su subsiguiente resurrección al tercer día, no se conocían entre ellos. Fueron inspirados por el Espíritu Santo y profetizaron en diversos momentos de la historia. Pero, ellos siempre hablaron de la misma persona: Jesucristo de Nazaret.

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