La piedra angular y la gloria” (Cap.2 | 1ª Parte)

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La Piedra Angular y la Gloria | Capítulo 2  
(1ª parte)

Autor: Greg Harris

    En su primera carta, capítulo 2, versículo 7, Pedro escribe: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo”. Estas palabras son las que Jesús había usado en una lección personal para Pedro, hacía más de treinta años atrás – una lección que lo acompañó por el resto de su vida. Y es una lección que Jesús también quiere dar a todos los que Le siguen – y a todos los que se oponen a Él.  


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PE1832 – Estudio Bíblico
La Piedra Angular y la Gloria | Capítulo 2 (1ª Parte)



Estimados amigos oyentes, habíamos visto en la primera parte de este mensaje que: Quienquiera que fuera el Mesías,tenía que ser rechazado inicialmente,antes que gobernara, para cumplir las Escrituras. Y ese rechazo tenía que provenir de aquellos que se encontraban en lugares de autoridad y responsabilidad espiritual. Esa profecía estaba siendo cumplida. Era el tiempo ordenado por la Trinidad para el rechazo de Jesús – no para Su reinado – como Dios lo había ordenado en la eternidad pasada. No obstante, eso igual hacía responsables de sus acciones a aquellos que Lo rechazaban.

Los principales sacerdotes y ancianos no sólo eran los constructores que rechazaban la Piedra, sino también los que se oponían a Dios el Padre, ya que Él Mismo había colocado la Piedra.Ellos– no la Piedra – eran los que se encontraban en directa oposición y hostilidad hacia Dios, y se veían colectivamente condenados por las Escrituras. Irónicamente, el rechazo de la Piedra por los líderes religiosos no disminuyó las demandas de Jesús: cuanto más fuerte era la reacción hostil de los líderes, tanto mayor la confirmación mesiánica. La misma Palabra de Dios anunció que esto sucedería, y tenía que suceder de esa forma, tal como lo hizo, anunciado o no, intentado ellos agregar su hostilidad intensificada contra el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (como leemos en Jn. 1:29).

La Piedra estaba presente, tal como lo estaban los que la rechazaban. Jesús no recitó ningún versículo antiguo, de algún rollo lleno de polvo. La Palabra Encarnada produjo la Palabra viva y eficaz de Dios que estaba siendo representada frente a ellos, aun con los espectadores menos dispuestos posibles. Por segunda vez, en dos días Pedro y Juan escucharon una porción del Salmo 118 recitado, cuando Jesús concluyó el segundo segmento de Su lección.

La continuada instrucción que Jesús tenía la intención de dar, requería que otros elementos fueran puestos en su lugar. Una vez más, los eventos de la semana de Pascua proveyeron el salón de clase apropiado para tal espiritual y profundo aprendizaje. En Mateo 22, Jesús contestó múltiples preguntas tramposas, mientras varios grupos religiosos intentaban hacerlo trastabillar mediante alguna palabra ociosa que Él dijera. Pero, la Palabra de Dios (o el Verbo, como se menciona a Jesús en Juan 1:1 y Ap. 19:13) no tenía palabras ociosas dentro de Él, y sus esfuerzos de opacar el sol habrían sido más eficaces que intentar que la Palabra que se hizo carne (según lo escrito en Jn. 1:14) tropezara contra Su propia verdad. Jesús concluyó este intercambio con el fundamento bíblico de Su naturaleza como Mesías, al señalar su relación pre-existente con el Rey David (lo que leemos en Mt. 22:41 al 46). Citando el Salmo 110:1 (“Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra”),Jesús comprobó, desde las Escrituras, que el Mesías era tanto el hijo de David (heredero físico)como tambiénel Dios de David (“mi Señor”). El resultado de las varias respuestas que Jesús dio, y aun de aquella pregunta sencilla, según leemos en Mt. 22:46, fue éste:“nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más”.

Habiéndoles cerrado la boca a los de corazón de piedra, Jesús, luego, tomó la ofensiva. En Mateo 23 Jesús instruyó a las multitudes al amonestar la forma de vida de los escribas y fariseos. Después, en los vers. 34 al 36, concluyendo su denuncia de los líderes religiosos, Jesús prometió un juicio pendiente sobre esa y otras generaciones que Lo rechazaron, o lo rechazarían. No obstante, aun en medio de Su reprobación, el profundo amor del desconsolado Mesías se hizo visible, cuando dijo:“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta“(así leemos en Mt. 23:37 y 38).

Luego, Jesús dijo algo totalmente inesperado – dirigiéndose a los discípulos, a la multitud, y a Sus oponentes. Él citó laexactafrase del Salmo 118, la que muchos de entre la multitud habían gritado sólo dos días antes, en Su inolvidable entrada a Jerusalén, y que leemos en Mt. 23:39:“Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”

Si lo consideramos, las profecías de Jesús deben haber confundido mucho a la gran mayoría de aquellos que Lo escuchaban. Las declaraciones de Jesús fueron hechas el mismo día que las prédicas de Mateo 21 y 22 – y alrededor de unas cuarenta y ocho horas después de Su – entre comillas – “Entrada triunfal” en Jerusalén. Su razonamiento aparenta estar desconectado, como si dos conversaciones diferentes estuvieran tomando lugar al mismo tiempo, cada una incongruente con la otra. Jesús demandó la adoración futura de Israel, una adoración que previamente le había sido dada, tan sólo unos pocos días antes. La genteyahabía proclamado públicamente, lo que Jesús les dijo que sería necesario que hicieran para que la nación Lo viera a Él, es decir:“¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”(lo cual leemos en Mt. 21:9; y en el Sal. 118:26). Una cosa es segura: La respuesta que Jesús dio, indica que Él no consideraba que el Salmo 118 había sido cumplido en la “Entrada triunfal”.

¿Por qué será que Jesús no aceptó la adoración de Israel en el advenimiento de su Mesías? Para decirlo de forma sencilla, Él no tendría que haber recibido la adoración de Israel en ese momento, porque el Salmo 118:22 (“la piedra que rechazaron los constructores”) aun no había se había cumplido, sino que esto culminaría en Su crucifixión. La gente cantaba y deseaba el cumplimiento del Salmo 118:25 y 26: “Oh Jehová, sálvanos ahora [¡Hosanna!], te ruego; te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora. Bendito el que viene en el nombre de Jehová.” Pero, esos días profetizados de bendición no podían llegar sin que antes los constructores rechazaran la Piedra colocada allí por Dios Mismo. Los tiempos de bendición no podían llegar, a no ser que el Cordero de Dios realizara la expiación apropiada por los pecados del mundo (mencionada en Jn. 1:29). La mayoría de los que estaban en Israel – especialmente los diversos grupos religiosos – no veían la necesidad de tal expiación; después de todo, ellos tenían los sacrificios en el Templo, que funcionaban muy bien. Jesús nunca permitió que esta necesidad abandonara Sus pensamientos.

En cierto sentido, Jesús no había participado en la Entrada triunfal – lo que era sólo un preámbulo. La verdadera Entrada Triunfal aún Le esperaba.

“Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor” (leemos en Mt. 23:39). Obviamente que esta declaración de Jesús no es un abandono total de la nación de Israel. Un día Dios derramará Su Espíritu sobre el pueblo judío, de tal modo que ellos se lamentarán profundamente ante Aquél a quien rechazaron. Un día, Israel verá el cumplimiento de estas palabras de Zac. 12:9 y 10: “Y en aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén. Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”. Un día, después de siglos futuros, desde el día de Cristo en la tierra, Israel nuevamente cantará el Salmo 118 en el advenimiento de Jesús. Pero, esa próxima vez Él aceptará de buena gana lo que legítimamente ha sido Suyo desde el principio. El próximo brote de adoración será después de la purificación de la nación – y de la purificación de las naciones. La próxima vez, Jesús entrará en Jerusalén en toda la gloria de la transfiguración (como está escrito en Mt. 25:31) – y sobre un caballo blanco (según se menciona en Ap. 19:11).

Israel, inconscientemente, quería la gloria sin la cruz. Así como Pedro aprendió a regañadientes y lentamente, la gloria del Mesías no vendría sin que vinieran primeramente los sufrimientos, como él escribió más adelante en su primera carta, cap. 1, vers.10 y 11: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.”

Ésta fue la tercera vez, en el correr de tres días, que una parte del Salmo 118 fue citada públicamente. Pero, aún más importante, fue que ésta era la tercera vez que Pedro y Juan escuchaban este salmo mesiánico durante la semana de la pasión, mientras que el drama se desplegaba delante de sus propios ojos.

 

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