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La Pequeña Ciudad, el Gran Rey,
yel Hombre Pobre
 
(3ª parte)

Autor: Norbert Lieth

 Lutero solía decir: “Las Sagradas Escrituras son el ‘pesebre’ en el cual se encuentra el niño Jesús. No olvidemos la adoración del niño, por estar mirando el pesebre.” Por eso, en la siguiente meditación de Eclesiastés 9:14-15, queremos mirar a Jesús.


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PE1936 – Estudio Bíblico
La Pequeña Ciudad, el Gran Rey, y el Hombre Pobre (3ª parte)



Hola amigos! En la primera parte habíamos hablado de la pequeña ciudad y los pocos hombres en ella. Nuestro mundo y los habitantes que se encuentran en él, no son más que un granito de arena en el universo. Comparado con el cosmos, nuestro planeta es una pequeña ciudad. En la segunda parte, vimos que esa pequeña ciudad era: Sitiada por el enemigo.Nuestro mundo y cada alma humana es sitiada por un enemigo invisible. Todo ser humano sabe más o menos lo que es el pecado, y cómo uno puede ser sitiado por el pecado. Pero, donde hay encarcelamiento y sitio, allí también hay liberación! Donde se cierra la puerta de una prisión, también hay una llave para abrirla. Luego, hablamos del salvador de la pequeña ciudad. En el vers. 15 leemos:“Y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría”. ¿Quién fue pobre y sabio al mismo tiempo?¿Quién es el redentor de nuestro planeta? ¡Jesucristo, el Mesías judío! Jesús es quien puede liberar a las personas sitiadas por Satanás y por el pecado. Él mismo es la llave que abre la puerta de nuestra prisión.

Recordemos ahora: La condenación de Jesucristo: Ecl. 9:15 dice:“… Y nadie se acordaba de aquel hombre pobre”. Sólo unos pocos judíos se abrieron al Mesías y creyeron en Él. La mayor parte del pueblo lo despreció. Isaías profetizó, en el cap. 53:3,acerca de la crucifixión de Jesús, diciendo:“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos”.

Despreciar también significa “pensar menos”. En el salmo profético de la crucifixión, el 22, el salmista escribió en los vers. 6 y 7:“Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza”.

Existe otra versión de Eclesiastés 9:15.Mientras que la mayoría de las traducciones bíblicas dicen:“Y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre”, en la Traducción revisada de El berfelder (y también en la de Lutero de 1984) dice:“Pero se hallaba en ella un hombre pobre, sabio, el cual podría haber librado a la ciudad con su sabiduría, pero nadie se acordaba de aquel hombre pobre.”Si bien el Señor Jesús realizó la redención, la generación judía de aquel tiempo no fue salva porque Lo desechó.

Vemos también, en Mt. 23:37 y 38, que: El Reino no fue establecido.

Los judíos ya estaban sitiados por el “rey”romano. Si ellos hubieran aceptado a Jesucristo con arrepentimiento, el Señor habría establecido Su reino. Por eso dijo, como antes de Él lo había hecho Juan el Bautista:“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”(así leemos en Mt. 3:2, y 4:17). Pero, como los judíos rechazaron a Aquél que podía haberlos salvado, se cumplió Eclesiastés 9:14:“Una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes.”Entre los años 66 al73 d.C., los romanos se juntaron contra Jerusalén y Massada, con grandes baluartes, y conquistaron a ambos. Jesús había anunciado justamente eso, como leemos en Lc. 21:20:“Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado”.

Una verdad amarga es, también, que la mayor parte de la humanidad, fuera de Israel, también desprecia a Jesús. El ser humano se ríe de Él, se burla de Él, lo desprecia, y le adjudica cosas que, ya en su comienzo, son mentiras. La gente se dirige a todo tipo de cosas, pero Leda la espalda a Jesucristo. Buscan ayuda en cualquier cosa, pero no en Él.Cuanto más avanzamos en los últimos tiempos, tanto más se rechaza a Jesucristo.Por eso, el sitio va en aumento. La situación es igual a la descrita en los Hechos de los Apóstoles 28:24:“Y algunos asentían a lo que se decía,pero otros no creían”.

Jesús es todo lo que necesitamos, tanto para Israel como también para el mundo árabe y el occidente cristiano, es más,lo es para el mundo entero. Él ha destruido los baluartes del sitio. En Él,Dios dirige Su corazón hacia nosotros. Sin Jesús no tenemos orientación alguna,sin Él no llegamos a la meta. Pero, con Él, todo es posible. En Jer. 32:17 y27, leemos lo siguiente: “¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti… He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo quesea difícil para mí?” ¡Maranata, Amén!

El Eclesiastés es un libro que muestra el vacío y la desilusión de la vida. Uno podría suponer que es un libro sumamente negativo y frustrante. Fue escrito por el rey israelita Salomón. Él era uno delos hijos de David – el rey más importante de Israel – nacido del matrimonio con Betsabé. Salomón nació alrededor del año 990 a.C., y subió al trono a una edad muy temprana, con apenas 20 años. Es considerado como uno de los hombres más sabios de la historia. Todavía en nuestros días se habla de la sabiduría salomónica. Podemos encontrar un ejemplo de su sorprendente sabiduría en 1Reyes 3:16 al 28.

Salomón escribió la mayor parte del libro de los Proverbios, al igual que el Cantar de los Cantares. Es de suponer que éste último lo escribió en su juventud – a comienzos de su reinado. A ese libro también se le llama el libro del amor. Después,probablemente a una edad un tanto más madura, escribió los Proverbios, y hacia fines de su reinado el libro de Eclesiastés.

El reinado de Salomón duró 40 años. Él fue un hombre temeroso de Dios, y bajo su gobierno la tierra alcanzó su mayor extensión, y la gente vivió en condiciones casi utópicas. Acerca de Salomón, en 2 S. 12:24, leemos las siguientes palabras: “… al cual amó Jehová”. Y en 2 Cr.9:22, está escrito: “Y excedió el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riqueza y en sabiduría” (algo similar podemos leer en 2 Cr. 1:1). Y aún así,este hombre lleno de sabiduría llegó a ser infiel a Dios. En Nehemías 13:26 dice al respecto: “Bien que en muchas naciones no hubo rey como él, que era amado de su Dios, y Dios lo había puesto por rey sobre todo Israel, aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras”.

Hacia fines de su reinado, Salomón,posiblemente meditando en todo esto, llegó a la trágica conclusión: “Todo es vano, todo es ilusorio, todo es vacío, todo es sin valor permanente y todo finalmente lleva a la desilusión.”

Pero, no es la intención de Eclesiastés describir solamente la absurdidad de la vida. El libro, más bien, quiere mostrar lo que se debe hacer para vencer la absurdidad de la vida. En él se habla de un hombre que, sin éxito, busca la felicidad sin tener en cuenta a Dios. Ese hombre hace todo para encontrar el mayor de los bienes. Pero, no importando en qué se ocupaba, ya fuera ciencia, filosofía, diversión, trabajo,riquezas o música, en definitiva, nada de todo eso lo podía satisfacer. Este libro nos quiere enseñar que el corazón humano, sin Dios, no puede encontrar satisfacción. El libro de Eclesiastés fue escrito para evitarles a otras personas el dolor y la desilusión de una búsqueda infructuosa de satisfacer el sentido de sus vidas. Justamente, este libro debería ser lectura obligatoria para todo ateo, todo desesperado, y toda persona que busca el sentido de la vida, en fin, para todo aquel que no cree en la resurrección física de Jesucristo.

O sea, que no es un libro frustrante. Al contrario, incluso es un libro altamente evangelístico, que también en la actualidad, más que nunca, trata de las preguntas del ser humano. ¿Realmente la vida no tiene sentido? Verdaderamente no lo tiene para aquel que no tiene a Jesús y que no teme a Dios. Sin embargo, sí lo tiene para todo aquel que le ha entregado su vida a Jesús, y que vive en el temor de Dios.

 

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