La misteriosa lucha que lleva a la luz 2/2

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Titulo: La misteriosalucha que lleva a la luz 2/2

Autor: Wim Malgo 
Nº: PE983

 

Al igual que a Jacob, el Señor nos tiene que llevar a situaciones límites, para que, concientes de nuestra impotencia, nos volvamos poderosos en la oración

 


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La misteriosa lucha que lleva a la luz 2/2

Querido amigo, hoy estaremos viendo qué significado tiene la lucha de Jacob en Peniel. Al igual que le sucedió a Jacob, se trata de que nosotros nos hagamos uno con el Señor.

Ahora bien, veamos la finalidad de Dios con sus hijos

El apóstol Pablo, quien para el Señor fue un“instrumento escogido”, escribió a los Colosenses acerca de una llamativa batalla que tenía que pelear: dice la palabra de Dios:“Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros…. En los versículos siguientes, se describe el objetivo que Pablo perseguía con estas batallas, por las diferentes congregaciones:“para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas del pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”.

Aquí se nos muestra una misteriosa batalla. En Gálatas 4:19, Pablo la detalló concretamente:“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Aquí, al igual que en Peniel, se trató de dolores de parto.

Echemos un vistazo a aquella noche en Peniel: Dios mismo luchó con Jacob. Fue una lucha silenciosa que duró hasta el alba, hasta que Jacob fue transformado y el Señor le pudo decir:“No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel”. Jacob se hizo semejante al Hijo de Dios. Esta es la lucha del Espíritu de Dios. Jacob tuvo que luchar esta batalla, y usted y yo también lo debemos hacer.

El objetivo de Dios es que, a través de Su Santo Espíritu, Cristo sea formado en usted. Sin embargo, a menudo tengo la impresión de que muchos de mis oyentes evaden esta lucha santa que el Señor mantiene con ellos. De esta manera, innegablemente, se desvían de la gloriosa meta final de Dios para con ellos. El Señor lucha con usted para desmenuzar completamente su vieja naturaleza, para guiarla hacia la muerte de cruz de Cristo, para hacerlo uno con él. Pero si usted se resiste a Él, conciente o inconscientemente, crucifica el propósito divino de esta transformación.

¿Cuál fue la intención de Dios cuando entregó a su único Hijo a la vergonzosa muerte de la cruz? ¿Sólo quiso salvarnos de la perdición? ¡Ciertamente es maravilloso que cada persona que cree en el Señor Jesucristo sea salva! A través de la sangre de Cristo y de la fe en Él, tiene salvación y vida eterna. Sin embargo, ésta no fue la meta final de la salvación de Dios. En Efesios 1:4, encontramos el objetivo final de la obra redentora de Dios:“según nos escogió en él” (Cristo) ” antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”. Dicho en otras palabras: El objetivo final de Dios con los comprados por Su sangre, consiste en que volvamos a ser como antes de la caída, que volvamos a transformarnos en nuestra imagen inicial, tal como Él nos creó: como dice la Biblia :“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”.Este fue el sentido más profundo por el cual Dios envió a Jesucristo, es decir para restauración, no “sólo” para salvación. Este es el milagro de la conversión, la persona que ha nacido de nuevo, ni bien acepta a Jesucristo en su corazón, como Salvador personal, experimenta la potestad de ser hecho hijo de Dios y comienza a ser cambiado. Cada vez se hace más evidente a quien se va pareciendo.

De alguna manera, los bebés recién nacidos son bastante parecidos entre sí. Pero, a medida que van creciendo, se van diferenciando. Y, de pronto, es evidente: Este es igual a la mamá, y aquel es sumamente parecido al papá. Con el paso del tiempo maduran y adquieren su propia personalidad. Lo mismo ocurre después del nuevo nacimiento: El Espíritu Santo lucha para que la imagen de Jesús pueda verse en y a través de nosotros. Es por eso que Pablo le escribió a los corintios:“Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”

Le invito a que se examine a sí mismo, a que examine su propia vida. Los síntomas de la lucha están en usted, tal como en aquel entonces en Jacob. Estoy convencido que entre mis oyentes hay muchos que están atravesando las mismas etapas que Jacob en Peniel.

Querido amigo, veamos que primeramente, Jacob quedó sólo.

El Señor obra en nosotros y lucha con nosotros. Así llegamos a un estado de soledad interior y ya nadie nos comprende. En este estado no nos es posible hablar con alguien sobre nuestras emociones interiores, ni siquiera podemos expresar lo que sentimos. Todo se vuelve oscuro dentro nuestro, como aquella noche en Peniel. Más de uno debe estar atravesando ahora esta noche, y tal vez diga: “No veo ninguna luz en el horizonte, y si esto sigue así creo que nunca más la voy a ver.” Estos son síntomas de que el Espíritu de Dios está luchando en usted. También puede ser que tenga síntomas mayores aún, que el Espíritu Santo lo lleve a una situación desesperada, en la que nadie le pueda tender la mano para sacarlo de allí. Entonces, de pronto, experimentará en su propia vida, lo mismo que experimentó Jacob: 

También vemos que “luchó con él un varón”

Ésta querido amigo, es la lucha del Espíritu. Usted no puede apartarse ni a derecha ni a izquierda, pues el propio Señor quiere obligarlo a capitular para poder estampar su imagen en usted. Esto nos muestra, precisamente, lo que el Espíritu quiere cuando lucha y trabaja con nosotros: ¡Quiere estampar, cada vez más profunda e imborrablemente, la imagen de Jesucristo en usted!

¿Cuánto tiempo lleva esta transformación? Mientras vivamos sobre esta tierra somos taller del Espíritu Santo.

Las peripecias externas bajo las cuales usted sufre, son una prueba de que el Espíritu de Dios está luchando dentro suyo, para que “Cristo adquiera cuerpo en su interior”. Para eso, el Espíritu de Dios utiliza varias herramientas: Pueden ser sus debilidades físicas, o circunstancias personales, o tal vez personas fastidiosas, o difíciles, con las que tiene que lidiar a diario. Pero si reconocemos que, en realidad, sólo son instrumentos del Espíritu Santo, somos transformados a la imagen de Jesucristo. Por eso, la frase lema de nuestra vida debería ser: Amar con mayor ternura a aquellos cuyo blanco siempre es nuestra área más sensible.

Ahora bien… vemos en el versículo 25 de Génesis 32 que “… tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba”

Al igual que a Jacob, el Señor nos tiene que llevar a situaciones límites, para que, concientes de nuestra impotencia, nos volvamos poderosos en la oración. Pues recién después que el Señor tocó la cadera de Jacob y éste se derrumbó, escapó de su corazón el potente clamor:“No te dejaré, si no me bendices”Como Jacob se aferró con tanta insistencia al Señor, este“lo bendijo allí”mismo. Como ya hemos visto, Jacob se hizo uno con el Señor. Vuelvo a repetir: Dios persigue esta sublime meta también con usted. La meta de volverse totalmente semejante a su Hijo Jesucristo. En Romanos 8:29 leemos:“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo…”A esto se debe la misteriosa lucha del Señor con usted, pues también en su vida quiere alcanzar esta meta preestablecida. Es la lucha que lo lleva hacia la luz, como sucedió en aquel entonces con Jacob, del cual está escrito:“Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma. Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol”. Aférrese al Señor Jesús en cualquier situación, en toda prueba y necesidad, de este modo se volverá, cada vez más, uno con Él, hasta que ande por siempre en Su luz.

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