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Título: La Misericordia Vs. las Obras  (1ª Parte)

Autor: Dave Hunt
PE1441

El evangelio es simple y preciso, no dando margen a interpretaciones erróneas ni concesiones. No puede ser negociado, ni cambiado a gusto de los tiempos y las culturas. No existe otra esperanza para la humanidad, ni ninguna otra manera de ser perdonados y llevados de nuevo a la presencia de Dios, excepto por esta puerta estrecha, y por este camino angosto. Pues el mismo Señor Jesús nos dice que cualquier camino más largo lleva a la destrucción


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¿Cómo están amigos? ¡Qué tema comenzamos hoy! La Misericordia vs. Las Obras. Vamos a leer en Exodo 20:24 al 26. Dice así la Palabra de Dios: 

«Altar de tierra harás para mí… Y si me hicieres altar de piedras, no las labres de cantería; porque si alzares herramienta sobre él, lo profanarás. No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él».

Y en Génesis 11:4 leemos: «Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra».

No podrían haber dos credos de fe más opuestos entre sí que los que se nos presentan en estos versículos.

Por un lado, tenemos el rechazo de Dios a cualquier intento humano de comprar la salvación, o Su favor. Si el hombre se allega a Dios, lo debe hacer únicamente por la gracia y provisión de Él, y no por obras humanas.

Por otro lado, vemos el escandaloso repudio del hombre con respecto a la prohibición divina del esfuerzo propio; y su arrogante intento de edificar una torre que le permitiera escalar por sí mismo hasta el cielo.

Las instrucciones de Dios eran específicas. Si la tierra era demasiado rocosa como para levantar un altar de barro, entonces se tenían que apilar piedras, pero no se podrían cortar, amoldar o pulir con ninguna herramienta. Tampoco debía estar elevado. No se debería subir ni un escalón para alcanzarlo. No debe existir ninguna expectativa que el hombre pueda contribuir, por medio de algún esfuerzo propio, a su salvación. Dios mismo es el único que puede salvar al hombre, y la salvación debe ser un regalo de Su gracia. Ése es el evangelio consistentemente predicado desde Génesis hasta Apocalipsis. Consideremos las siguientes Escrituras: 

«Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve» (dice en Isaías 43:11).

Y en Mateo 1:21 leemos: «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».

Romanos 8:8 afirma: «… los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Y Efesios 2:8 y 9 ratifica: «Porque por gracia sois salvos… no por obras, para que nadie se gloríe».

Tito 3:5 nos dice: «Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia».

Y Romanos 3:24 afirma: «Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús».

Finalmente, en Romanos 11:6 leemos: «Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra».

Fue el increíble acto de rebelión llevado a cabo en el Edén contra el Todopoderoso lo que separó al hombre de su Creador. No menos asombroso es el hecho que el hombre continúa su desafío por medio de los muchos intentos con los que procura reconciliarse con Dios, y por tanto persiste en su auto-justicia para contribuir en algo a su salvación.

Por tanto, asombrosamente, la rebelión del hombre contra Dios es vista con mucha claridad en sus religiones, todas las cuales no son otra cosa que espejos de Babel, ingeniosos y persistentes intentos de «»escalar de otra forma’ en lugar de entrar por la puerta que Dios ha provisto en Su Hijo (acerca de lo cual podemos leer en Juan 10:9).

Babel puede ser encontrada desde los antiguos «»lugares altos’ (o altares elevados) del paganismo, adoptados por Israel (como leemos por ejemplo en Levítico 26:30; 1 Reyes 11:7; 2 Reyes 23:15; y Ezequiel 16:24 al 39), hasta en cada religión del mundo en la actualidad. Los ornamentados templos, mezquitas, y elaboradas ceremonias que se encuentran en el islamismo, hinduismo, budismo, mormonismo, y otras sectas, incluso en el ocultismo, son proyecciones obvias de Babel. Asimismo lo son las magnificentes catedrales, los elevados campanarios, los altísimos y dorados altares, las vestimentas lujosas y los impresionantes rituales de algunas de las iglesias de la actualidad, tanto protestantes como católico romanas.

Dicha pompa exaspera a muchos no creyentes, los cuales justamente no quieren tener nada que ver con un Dios que está influenciado por los engrandecimientos humanos, o de la carne.

Pero, ¿acaso el templo de Salomón no fue el más magnificente? Sí, pero fue diseñado y ordenado en forma única por Dios. Tanto el tabernáculo en el desierto, como el templo que lo sucedió eran «»símbolo (o imagen) … de los bienes venideros«» (es decir, de Cristo y el cielo) ‘ (según lo leemos en Hebreos 9:9 al 11). Y en Hebreos 8:5 está escrito que Dios le dijo a Moisés: «»Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte (Sinaí)’.

A ninguna otra estructura religiosa Dios le dio este modelo o aprobación. Por un lado, los protestantes rechazan las reliquias, estatuas, e imágenes, pero por otro a menudo se refieren a su lugar de adoración como «»santuario’, como si Dios morara allí. De hecho, Dios habita en el cuerpo del creyente (como dice 1 Corintios 6:19: «»vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo’), el cual debe ser guardado en santidad. En Hechos 17:24 y 25 Pablo les recuerda a los atenienses: «El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas».

Jesús explicó que Dios ciertamente desea nuestra adoración, pero ésta debe ser «»en espíritu y verdad’ (así lo dice en Juan 4:23 y 24). Las apariencias, ya sean por medio de adornos físicos, o ceremonias, apelan a la carne y, en vez de promover la adoración, niegan la verdad y el Espíritu a través de los cuales la misma debería ofrecerse al Dios que nos creó y redimió. El sacramentalismo (que es la creencia en las formas litúrgicas y en que las fórmulas transmiten poder espiritual y que la salvación proviene por medio de los sacramentos), también se introduce, incluso, dentro de la forma de pensar protestante. De hecho, algunos aún creen que el bautismo salva y que el participar del pan y la copa trae vida.

¡Ay de nosotros! Todos somos hijos de Eva por naturaleza, y tenemos la inclinación a seguir los caminos de Caín y la torre de Babel. Cada lugar de adoración que haya sido adornado con el propósito de santificarlo, o de ganar el favor de Dios, o de hacer la adoración más aceptable, viola lo que dice Éxodo 20:24 al 26, así como también el resto de la Escritura. Todos esos «»santuarios’ son monumentos a la rebelión del hombre y a su orgullosa y pervertida religión del auto-esfuerzo.

Desafortunadamente, es demasiado fácil caer en el error de imaginarse que pertenecer a una iglesia y periódicamente «»adorar’ en su «»santuario’, lo hace a uno cristiano y compensa por la falta de consistencia y santidad personal.

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