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Titulo:   “La Lucha Espiritual en Nuestros Días”  2/4

Autor: Manfred Kreuz 
Nº: PE1020

 

Pero nada unifica tanto a los hombres pecaminosos como el pecado!. Él hace sordo al espíritu humano respecto a la voluntad de Dios y al corazón, duro e indiferente a la Palabra de Dios.

 


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“La Lucha Espiritual en Nuestros Días”  2/4

Hola estimado amigo, hoy veremos el materialismo.

También los creyentes corren muchas veces el peligro de ser contagiados del materialismo.

Existe tanto un materialismo grosero como también uno fino; pero ambos causan el mismo efecto sobre el hombre: ¡Querer tener y disfrutar esto y aquello – esta es la consigna! El materialismo quiere el gozar plenamente de los impulsos del hombre natural, de la carne. Hoy el lujo domina la vida de nuestro tiempo. Pero el placer casi sin límites, muchas veces al fiado o por medio de créditos bancarios fáciles de obtener (es decir: deudas), lleva a lo profundo del pecado y de la inmoralidad. Las consecuencias muchas veces son: intranquilidad en nuestro tiempo, descontento e inmoralidad. Cuánta intranquilidad hay en este mundo, también en las iglesias. Uno ya casi no llega al reposo. Que bueno es entonces una palabra confortante de la Biblia, como por ejemplo la invitación del Señor Jesucristo a todos los agobiados en Mateo 11:28-29: “Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.

El movimiento del materialismo según la Biblia en Santiago 3:15 es caracterizado así: “…terrenal, animal y diabólico”. Para contemplar este importante pasaje en su contexto, es primordial leer atentamente Santiago 3:13-16: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? ¡Que demuestre por su buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría! Pero si en vuestros corazones tenéis amargos celos y contiendas, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. Esta no es la sabiduría que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal y diabólica. Porque donde hay celos y contiendas, allí hay desorden y toda práctica perversa”. Este es el juicio de la Biblia sobre el materialismo.

¡Pero nada unifica tanto a los hombres pecaminosos como el pecado!. El hace sordo al espíritu humano respecto a la voluntad de Dios y al corazón duro e indiferente a la Palabra de Dios.

¿Qué tal contigo al respecto? ¿Cuán materialista es tú orientación? Quizá debes reconocer en la presencia de Dios: “También yo estoy afectado de él. ¡El materialismo también me tiene a mí en sus garras”! Nuestro tiempo se hunde cada vez más en una inmoralidad similar a la de Sodoma y Gomorra, sobre cuyas ciudades el Señor hizo llover azufre y fuego, arrasándolas. Pero hace casi dos mil años atrás, Jesús profetizó que antes de Su venida, en los “últimos días”, la situación sería parecida a la de los tiempos del diluvio y que la perversión del pecado sería tan horrible como en aquel entonces en Sodoma y Gomorra. Ya hoy estamos en este punto, y por lo tanto nuestra generación será castigada por los mismos juicios que las personas de aquellos tiempos. El Señor Jesús ha dicho en Lucas 17:30: “Así será en el día en que se manifieste el Hijo del Hombre”.

¿Te das cuenta cómo, por un lado, hoy todo se agudiza cada vez más y va madurando para el juicio? Por otro lado, la 'Esposa del Cordero' espera el pronto encuentro con el Esposo celestial. Por eso, el verdadero creyente en este tiempo del marcado materialismo es un cuerpo extraño en la humanidad del siglo 20, porque como ciudadano celestial procura las cosas invisibles, celestiales y eternas. De él se dice en 2 Corintios 4:18a: “…no fijando la vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven”. ¿Por qué? “Porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas” (v. 18b).

El antagonismo entre el carácter carnal (materialista) y el carácter espiritual (enderezado hacia Cristo) hoy se hace cada vez más tajante y profundo. Cuanto más el mundo se hunde en el materialismo, tanto más la Iglesia debe tener el carácter de Jesús. Por lo tanto, querido hermano, querida hermana, tú y yo debemos dirigir toda nuestra intención y todo nuestro pensar únicamente hacia Jesucristo, o sea, debemos tener un carácter espiritual; porque “la intención del Espíritu es vida y paz”. Por eso debemos afirmar este antagonismo, separándonos completamente del carácter carnal, es decir, materialista. ¿Lo hacemos? ¡Si no, estamos en el peligro inminente de ser arrastrados por el materialismo!

¿Te impresiona la riqueza? A pesar de ser creyente, ¿es el dinero una meta oculta de tu vida? ¡Cómo a veces nos puede cautivar el querido dinero!

Respecto a esto algo muy trágico sucede en la Iglesia de Jesús; una tendencia materialista la ha tomado como una epidemia. Pero por eso el Señor nos amonesta: “Acordaos de la mujer de Lot” (Lc. 17:32). La mujer de Lot quedó pegada a las cosas de este mundo, y a pesar de que ya se había fugado de la Sodoma pronta para el juicio, aún tuvo que dejar su vida. Jesucristo se encuentra a la diestra de Dios en el cielo. El es la cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo. Por eso, la Iglesia no debe parecerse a la mujer de Lot. Ella no debe dejarse absorber por el carácter materialista; no debe entrar en compromisos con este mundo. ¡La cruz de Cristo Jesús debe ser la cortante línea separadora entre la Iglesia y el mundo! Pablo dice en Gálatas 6:14: “Pero lejos esté de mí el gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo”.

¿Estás también tú realmente separado del mundo por la cruz de Jesucristo? Pregúntate ahora a ti mismo como hijo de Dios ante el rostro de Jesucristo: ¿Realmente soy diferente que los hijos de este mundo? ¿O acaso ya me he amoldado considerablemente a ellos, por ejemplo en mí presentación, en mi carácter materialista?

Apártate del amor hacia lo terrenal, cosas corruptibles, apártate de la tendencia carnal, para que así puedas penetrar en una vida espiritual, dirigida únicamente hacia Jesucristo.

Sólo si hemos efectuado esta tajante separación con respecto al mundo, entonces podremos reconocer hoy nuestra tarea descrita en Filipenses 2:15-16: “…para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en la cual vosotros resplandecéis como luminares en el mundo, reteniendo la palabra de vida”.

El testimonio de la Iglesia en este mundo es el testimonio de la luz, que le es dada por la presencia del Espíritu Santo en ella. La luz del Espíritu Santo debe traslucirse a través de una vida transparente y clara. Por eso Jesús dice en Juan 16:8 al respecto del Espíritu Santo: “Cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. Cuanto más clara esta luz del Espíritu Santo se pueda traslucir a través de la Iglesia, a través de ti y de mí, tanto más las tinieblas de este mundo serán condenadas por la luz. Pero esta también es la causa por la cual la Iglesia de Jesús en la tierra de una u otra forma es perseguida, porque el mundo, que se encuentra en lo malo, odia a la luz y lucha contra ella. Jesús dice de los Suyos: “…el mundo los aborreció; porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. Una separación radical entre la Iglesia y el mundo provoca una enemistad irreconciliable entre el mundo y la Iglesia. Mas justamente aquí tú tienes una tarea muy importante a cumplir. Por eso: ¡Atrévete a ser diferente a los hijos de este mundo! ¡Deja tu luz brillar, la cual Jesús ha encendido en ti! Amén.

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