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La Ley & los Profetas

(2ª parte)

Autor: Marcel Malgo

Como creyentes del nuevo pacto, sabemos que ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Sin embargo, Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Escuchemos el mensaje y descubramos el por qué de esta aparente contradicción.


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PE1497 – Estudio Bíblico – La Ley y los Profetas


 


Les saludo cordialmente estimados amigos oyentes, y les invito a compartir el siguiente punto que es: 

El pensamiento de Dios en la ley

Naturalmente no podemos trasladar cada uno de los mandamientos al tiempo actual. Algunos se refieren específicamente al tiempo en el que los hijos de Israel estuvieron por 40 años en el desierto. Pero hay mandamientos y leyes que tienen mucho para decirnos en nuestra vida práctica, si los leemos en oración y con un corazón abierto. Porque todo lo que leemos en estos mandamientos y en la ley, son pensamientos de Dios.

En Levítico 11:8 por ejemplo, Dios habla sobre el consumo de carne de cerdo:“De la carne de ellos no comeréis, ni tocaréis su cuerpo muerto; los tendréis por inmundos”. Hoy sabemos que la carne de cerdo no es muy sana. El libro “Bioenergietherapie” de Keymer/Schmedtmann/Reinhold dice: “La carne de cerdo tiene un alto contenido en grasa. Aun la llamada carne magra de cerdo tiene gran cantidad de grasa, ya que ésta, a diferencia de otros tipos de carne (por ejemplo la oveja o la vaca), también acumula grasa dentro de las células. La carne de cerdo tiene un alto índice de colesterol. La carne de cerdo contiene una proteína que debido a su estructura tiene un alto grado de descomposición. Se pudre muy rápidamente.

Los productos de descomposición que se generan afectan considerablemente al intestino, la linfa, la sangre y los órganos de desecho”. Naturalmente estos estudios siempre hay que analizarlos con cautela. A veces un estudio tiene un determinado resultado, mientras otras veces es diferente. ¡Pero pensemos en la experiencia de Israel en el desierto en relación con la carne de cerdo! ¿Acaso bajo aquel calor abrasador del desierto, sin poder contar con una heladera, la carne de cerdo no se echaría a perder en una hora? ¿Será por eso que el Señor la declaró impura? No quiero hacer de esto una nueva doctrina del Señor acerca de la carne de cerdo. Pero Dios tenía en aquel entonces razones muy particulares para emitir este mandamiento. No debemos pensar ahora que debemos cumplir esta ley diciendo “nunca más comeremos carne de cerdo”. Precisamente, eso estaría mal. Pablo dice en el Nuevo Testamento que podemos comer todo lo que se ofrece en la carnicería (así lo podemos ver en Romanos 14:1 al 6; 1 Corintios 8:8; y Colosenses 2:16). Pero el aspecto saludable detrás de este mandamiento es muy interesante.

En Deuteronomio 22:5 dice Dios el Señor:“No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”. ¿Qué pensó Dios aquí? Es obvio. Cuando Dios creó a Adán y Eva, los formó “como hombre y mujer”, como dos personas distintas. Y si Dios les comunica a los israelitas a través de Moisés que una mujer no debe vestir ropa de hombre ni un hombre ropa de mujer, quiere decir con eso sencillamente: “¡No lleguen nunca a tal punto que no se note la diferencia!”.

El Señor no creó a dos hombres o dos mujeres, sino a un hombre y a una mujer. También en este caso, el mandamiento no ha perdido su vigencia para nosotros los creyentes neotestamentarios. Nos anima a vivir según la santa voluntad creadora del Señor. ¡Eso no vale solamente para la vestimenta, sino para todo nuestro comportamiento! Vivimos en un tiempo donde si fuera posible se borrarían todos los límites. Los hombres deben hacer lo que las mujeres hacen, y las mujeres aquello que los hombres hacen. Pero esa no es la voluntad de Dios. Él ha creado dos seres completamente diferenciados.

Un último ejemplo. Dice Exodo 20:8:“Acuérdate del día de reposo para santificarlo”. Cuando leo esto sé que Dios pensó en el descanso al dictar este mandamiento. Pensó en un día que debía ser diferente a todos los demás días de la semana. En consecuencia querré guardar un día así. ¡Un día que le pertenece al Señor! No lo hago obligado. ¡Lo hago porque sé que este mandamiento es un pensamiento que sale del corazón de Dios! Lo hago voluntariamente, porque reconozco el pensamiento de Dios detrás de la ley o del mandamiento (y con relación a esto podemos leer Romanos 14:5 y 6).

El siguiente punto es: La bendición de la ley

Hasta hoy, estas palabras de Dios no han perdido su importancia. Por eso podemos decir como el salmista:“¡Oh, cuánto amo yo tu ley!”¿No tenemos un tesoro impresionante en los mandamientos y en la ley del Señor, si los consideramos como pensamientos de nuestro Dios, en “quien no hay variación”? No se trata que debamos cumplirlos todos, pero sí podemos apropiarnos de ellos. Usted será bendecido ricamente si lee la ley y los profetas de esta manera.

Otro punto es que: La ley apunta a transformar a la persona

Pero el Señor también nos advierte con las palabras de Mateo 5:20:“Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. ¿Cuál era un pecado de los fariseos y escribas? ¡Su increíble hipocresía! Así el Señor tuvo que decir acerca de ellos en Mateo 23:27-28:“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”. ¡Sí, eran expertos en la hipocresía, ya que su religiosidad externa era sumamente minuciosa! Frente a esto escuchamos al Señor decir:“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino…”

Pero no tenían una devoción verdadera, de corazón. ¿Por qué? ¿Cuál era su problema? ¡Eran expertos en todos los mandamientos hasta el más mínimo detalle, pero no permitían que la ley de Dios les mostrara su propio pecado! ¡En vez de eso sobrecargaban al prójimo con más cargas, que no tenían nada que ver con los mandamientos de Dios! Vemos en Lucas 11:46 que Jesús les dijo:“… ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis”.

Es una condición muy triste y trágica, ocuparse a diario de la Palabra de Dios y aun así no dejarse corregir. Ése era el problema de los fariseos y escribas. ¡Deberíamos cuestionarnos seriamente cómo estamos nosotros en este tema! Es un hecho que la Palabra de Dios nos refresca, anima y alegra. ¡Pero debemos tener en cuenta que la Palabra de Dios siempre tiene el cometido de cambiarnos! En Hebreos 4:12 dice:“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.

Los fariseos y escribas en el tiempo de Jesús rechazaban esto. ¡Dirigían la espada del espíritu contra su prójimo, pero nunca contra ellos mismos! Pero precisamente, la vida de los fariseos y escribas era la que tenía que haber sido cambiada por la ley de Dios. ¿Por qué? Porque la conocían. ¡Estaban completamente familiarizados con la Palabra de Dios! Es una tragedia, conocer la Palabra de Dios y no ser cambiado. ¿Cómo se ve esto en nuestra vida? ¿Tenemos trato con la Palabra, pero nos quedamos como estamos? ¡Preocupémonos de que nuestra religiosidad sea mucho “mejor que la de los fariseos y escribas”, permitiendo que la Palabra de Dios, esta espada del espíritu, se dirija contra nosotros!

El próximo punto es: El efecto de la ley

¿Qué produce la ley? Pablo nos lo dice claramente en Romanos 7:7:“¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. La ley logra presentar nuestros pecados ante nuestros ojos. Es capaz de señalarnos cosas que no están en orden en nuestra vida. Toda la Palabra de Dios, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, es capaz de advertirnos sobre los pecados. ¡Puede ser especialmente saludable cuando leemos las inequívocas palabras de la ley o somos confrontados por medio de los discursos de juicio de los profetas frente a las demandas de un Dios santo! Porque durante el estudio de estos textos sucede que somos convencidos de la santidad y la justicia de Dios y de nuestro propio estado corrompido.

Cuando somos convencidos por la Palabra de Dios, no debemos intentar mejorar por nuestra propia fuerza. No, con eso sólo intentaríamos cumplir la ley. Más bien deberían obrar en nosotros las palabras de Dios, para que nos veamos tal como Dios nos ve. ¡Y eso debería llevarnos a correr inmediatamente hacia los brazos extendidos de Jesús! Ahí podemos vivir nuevamente una y otra vez lo que escribe Juan en su 1ª carta, cap. 1, vers. 9:“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Y llegamos al último punto, que es: El estudio de la ley

Lea y estudie la ley y los profetas. Eso sólo puede ser enriquecedor para la vida espiritual. En Gálatas 5:13 encontramos una frase crucial de Pablo:“Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne…”. ¿Cómo es posible que por la libertad gratuita en Cristo le demos lugar a la carne? Entre otras cosas, porque intencionalmente pasamos por alto la ley y los profetas. Porque los quitamos de nuestras Biblias, le cerramos la puerta al instructor que todos necesitamos. Por eso, quisiera pedirle de todo corazón: ¡dedique siempre el tiempo suficiente a leer los libros de la ley y los textos de los profetas! Tendrá así una idea de cómo Él ve determinadas cosas. No hay mandamiento alguno que Dios haya emitido porque sí. Y a través de eso usted verá el pecado tal como es. Porque recién con el mandamiento “el pecado se convierte en pecado”. Si hace eso, experimentará algo sobre los pensamientos de Dios.

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