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La importancia de la prevención espiritual
(2ª parte)

Autor: Wolfgang Bühne

Es muy revelador y una buena enseñanza para nosotros, ver qué medidas tomó Ezequías para resistir el ataque preparado por el rey de Asiria, pues nos dan una impresionante lección acerca de cómo podemos protegernos y defendernos, cuando Dios permite situaciones en nuestra vida en las que nuestra fe y nuestro testimonio sufren y son puestos a prueba.

 


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PE2071 – Estudio Bíblico
La importancia de la prevención espiritual (2ª parte)



Hola amigos! Como ya se dijo, comenzaremos con un repaso de las medidas que ya habíamos visto en el programa anterior, y luego continuaremos con el tema.

Vimos como: Las fuentes vitales del pueblo de Dios no deben caer en manos del enemigo.

El suministro de agua de una ciudad o de un pueblo, en todos los tiempos ha sido vital para las personas y el ganado. Por eso, los ataques enemigos siempre iban dirigidos a envenenar o destruir las fuentes y los pozos de una ciudad sitiada.

Durante el período de los patriarcas, los filisteos intentaron cegar los pozos de la gente de Dios echando tierra en ellos (así leemos en Gn. 26:15). En los tiempos de Eliseo, la calidad del agua de la ciudad de Jericó era tan mala que las consecuencias eran infertilidad y abortos (2 Reyes 2:19 al 22).

Por eso, era estratégicamente sabio cegar las fuentes de fuera de la ciudad o cubrirlas y desviar el agua del manantial de Gihón, por un túnel de 512 metros hecho en la peña para meter el agua a la ciudad de Jerusalén (como leemos en 2 Cr. 32:30). Así quedó asegurado el suministro de agua para la ciudad y el enemigo se quedó sin ella.

La aplicación para nuestra salud espiritual y el crecimiento de nuestra vida en la fe es evidente: Nuestra fuente de vida es el Señor Jesús, que en Jn. 7:37 dijo de Sí mismo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”.

En el Salmo 87:7, los hijos de Coré cantan: “Todas mis fuentes están en ti.” La comunión con nuestro Señor, el hablar con Él y el meditar en Su Palabra son las fuentes de nuestra vida, sin las cuales nuestra vida espiritual se secaría y se haría estéril.
El enemigo quiere cortarnos el agua y contaminar nuestras fuentes. Intenta enturbiar o impedir la comunión con nuestro Señor, por medio de añadiduras perniciosas o concesiones. Por eso, no escatimemos esfuerzos para volver a desenterrar los pozos cegados, o para vencer los obstáculos, con toda perseverancia, concentración y duro trabajo, como los siervos de Ezequías, para posibilitar y asegurar el flujo del agua en nuestra vida y la vida de nuestros hermanos y hermanas.

Consideramos, también, que: ¡Los muros caídos son un peligro!

Ezequías y sus principales sabían que un muro cerrado y firme era absolutamente necesario para proteger la vida de los habitantes de Jerusalén. Los muros de una ciudad protegen de los ataques enemigos y marcan una clara separación. Había un “adentro” y un “afuera” – una separación que saltaba a la vista.

Por eso, Ezequías y sus colaboradores no se dejaron engañar por la propaganda mentirosa, porque conocían la intención del enemigo: Los asirios asaltarían el templo de Jerusalén para robar los tesoros que allí había, y destruirían el santuario de Dios para imposibilitarles el culto.

Los fuertes muros debían impedirlo y, donde el muro estaba dañado, había que arreglarlo y reforzarlo sin falta.

En nuestro mundo cada vez más globalizado, las barreras o fronteras pierden su significado. Muchas cosas son ahora menos complicadas – para entrar o salir de un país ya no hay que pasar controles – pero las consecuencias negativas de esta falta de fronteras están a la vista: los elementos destructores tienen libre acceso, la seguridad interior peligra, la identidad nacional se pierde más y más.

Si como Iglesia de Dios vivimos más y más “sin barreras”, dejando de lado y no tomando en serio la separación del mundo, tendremos pronto estos problemas. Las consecuencias: Cuando los muros espirituales caen y cuando abolimos los controles “fronterizos”, lo que tiene libre acceso son las ideologías enemigas, las falsas doctrinas, un evangelio vacío y la inmoralidad. Con eso perdemos nuestra identidad y también nuestra fuerza espiritual. Ya no se llama pecado al pecado, ya no se rechaza a los falsos maestros ni a las falsas doctrinas, la disciplina en la Iglesia ya no es posible – no hay ya un “adentro” y un “afuera”.

Es de suma importancia y necesario que en nuestros tiempos los líderes en las iglesias vigilen atentamente en qué punto el enemigo consigue posibilidades para influir destructivamente en la vida de la Iglesia, por culpa de una separación deficiente.

Leemos, cada vez más a menudo, frases como ésta: “No queremos que la separación sea lo que nos defina a nosotros.” Esto suena positivo y se dice con buenas intenciones, no obstante, el enemigo ya tiene su pie en la puerta. Si esta actitud llega a ser lo normal en nuestras iglesias, es sólo cuestión de tiempo hasta que tales iglesias abandonen su dirección y destino y pierdan su fuerza espiritual.

Veremos ahora que: El rearme del ejército, también es necesario

Un muro fuerte y cerrado no era suficiente para proteger a los habitantes de la ciudad. El enemigo podía embestir contra el muro, escalarlo, o cavar por debajo, si no hubiera soldados vigilando sobre el muro y en las torres del muro, que fueran capaces de mantener a distancia al enemigo con el arco, o también con la espada. Cada uno tenía que estar en la posición de resistir al enemigo. Ésa fue la razón por la cual Ezequías armó a su ejército e hizo fabricar “muchas espadas y escudos.”

La aplicación para nuestra vida espiritual otra vez es evidente: El “muro” de una teología sana y bíblica, o de una confesión de fe bíblica, no es suficiente para proteger a una iglesia. Cada uno, en particular, tiene que ser capaz de defender su fe y los contenidos de su fe personalmente.

Judas exhorta en su carta a que luchemos por “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (en Judas 3). Esto se refiere a los contenidos de nuestra fe, a los valores que deberíamos conocer personalmente. Y deberíamos ejercitarnos para poder dar razón de nuestra fe y defenderla.

Spurgeon dijo una vez muy acertadamente:

“El Espíritu Santo nunca pondrá su firma en una hoja en blanco. Eso ya sería algo irreflexivo para un hombre, y el Señor jamás cometería tal torpeza. Si no presentamos una doctrina clara con palabras inequívocas, el Espíritu Santo no pondrá su firma al final de nuestra palabrería vacía (…) Hay algunos que equivocadamente consideran su confesión de fe como un arma de acuerdo con la Escritura, pero eso no puede ser (…) Leed la Palabra y orad… para que aprendáis el significado de la Palabra, porque entonces tendréis poder contra el enemigo.”

El conocido pasaje de Efesios 6:11 al 17 nos muestra el arsenal de las armas de Dios que Él pone a nuestra disposición para pelear la buena batalla de la fe.

¡Que no falten – tampoco – las palabras alentadoras!

El breve mensaje que Ezequías dio a sus principales y al pueblo en la plaza, delante de la puerta de la ciudad, es ejemplar y digno de ser imitado. Así leemos en 2 Cr. 32:6 al 8:

“Y los hizo reunir en la plaza de la puerta de la ciudad, y habló al corazón de ellos, diciendo: Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas. Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá”.

– Ezequías habla al corazón de los habitantes de la ciudad. No apela a su inteligencia o a sus emociones, sino que habla al corazón, donde el hombre toma sus decisiones.
– Pone al enemigo del pueblo bajo la luz de Dios. Ezequías no niega ni subestima al enemigo – eso hubiese sido una necedad. Pero, lo evalúa desde la perspectiva divina: “Con él está el brazo de carne…”.
– Finalmente, dirige la atención a la grandeza del Dios de los israelitas, el cual es su ayuda y líder en la lucha contra el enemigo. En otras palabras: muestra la impotencia del enemigo y glorifica el poder de Dios.

Ante estas palabras de aliento no nos sorprende el resultado: “Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá”.

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