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Título: “La gran equivocación”

Autor: Norbert Lieth
PE1289

Un cristiano de nombre puede apostatar de su confesión de fe. El que confiesa con los labios ser cristiano, pero no practica su fe en la vida diaria, debe preguntarse si no estará siendo víctima de un auto-engaño. ¿Hay algún ejemplo en la Biblia de esta actitud? Escuche este programa y una vez más va a descubrir: ¡la actualidad de la Biblia!


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Estimado oyente, la Biblia llama a Balaam un profeta falso, adivino y seductor. Lo podemos leer en distintos pasajes bíblicos como por ejemplo en Núm. 31:16; Jos.13:22; Neh.13:1-3; 2 Pe. 2:15.16; Jud. 11; Ap. 2:14-16. ¿Por qué?

Porque Balaam toleraba los compromisos y la promiscuidad, y seducía a otros a hacer lo mismo. Había discrepancia entre sus palabras y sus hechos. „Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses. Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor de Jehová se encendió contra Israel” (Nm. 25:1-3).

Fue Balaam el que sedujo al pueblo a la promiscuidad (véase Números 31:16 y Nehemías 13:1-3). Pedro dice de Balaam que „amó el premio de la maldad”, y en la carta de Judas es desenmascarado como engañador que llevaba a otros a seguir su camino. El libro de Apocalipsis lo describe como alguien que fue un tropiezo para hacer pecar.

La Biblia dice de los hombres del tiempo final lo siguiente: „Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 Ti. 3:13). El que tiende a ceder ante la promiscuidad y los compromisos, y los tolera, y lo hace sin sentir que hay una contradicción, tiene mucha razón en suponer que a pesar de tener un parecer cristiano, no es un cristiano verdadero. No me refiero a la lucha contra el pecado, que cada hijo de Dios tiene. No hablo aquí de los fracasos en la lucha de fe y en el discipulado, los cuales experimentan todos los hijos de Dios. Hablo de los que son concientes del pecado pero lo tratan con indiferencia; de los que se aferran a él y no lo quieren soltar.

No somos salvos por nuestras propias obras, sino solamente por la fe en Jesucristo, por convertirnos a El. Sólo el que ha recibido al Hijo de Dios en su corazón y vida con la fe de un niño, con una fe genuina, podrá hacer obras que testifiquen de la autenticidad de su fe.

Y esta fe debe tener su „raíz” en la Palabra de Dios. El Señor Jesús dice en la parábola del sembrador que hay hombres que reciben la Palabra de Dios con gozo, pero no tienen raíz en sí y luego se apartan (Mt. 13:20-21). La raíz une la planta con la tierra, de la cual vive; le da firmeza, absorbe el alimento y lo pasa a la planta. La raíz es una imagen del Espíritu Santo, por el cual estamos arraigados en Dios. El Espíritu Santo nos imparte la vida de Dios, sacando para nosotros el alimento de la Palabra de Dios.

Podemos recibir la Palabra de Dios superficialmente, simpatizar con ella, andar un tiempo con los cristianos, y luego apartarnos porque nunca fuimos realmente renacidos y, por eso, no tenemos „raíz en nosotros”.

Jesús dijo a los discípulos que Le seguían: „Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar” (Jn. 6:64). Según Hebreos 6:4-6 hay personas que fueron „iluminadas”, que „gustaron del don celestial” y que, incluso, „fueron hechos partícipes del Espíritu Santo”, y a pesar de esto se apartan. ¿Por qué?

_ Porque si bien fueron iluminados, ellos mismos nunca llegaron a ser luz. Puedo ser iluminado por la luz, pero debe acontecer algo más para que yo mismo llegue a ser una luz.

_ Porque si bien gustaron, no realmente comieron (no recibieron). Puedo oler un pan, puedo probarlo (así como un catador de vino toma un poco de vino en su boca para probar su aroma y luego lo escupe). Pero debe acontecer algo más: Debemos comer el pan, debemos asimilarlo. No es suficiente „gustar” solamente de Jesús, probarlo solamente, sino que tenemos que recibirlo en nosotros (Juan 6:53-56.63; 1:12).

_ Porque fueron partícipes de la influencia del Espíritu Santo, pero no Lo recibieron personalmente. A través de la lectura de la Palabra de Dios, a través de oirla en las reuniones de la iglesia, puedo ser partícipe de la obra del Espíritu Santo. Pero esto no es suficiente. Tengo que experimentar una verdadera renovación espiritual.

Estas personas bien pueden imitar el cristianismo durante un tiempo, pueden participar activamente en una iglesia local. Pero un día se apartan y niegan a Jesús. Entonces muchos se preguntan con asombro cómo esto es posible.

Cuando el Señor Jesús habló de comer Su carne y de beber Su sangre para tener vida eterna (Jn. 6:53-59), muchos de Sus discípulos dijeron: „Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” (v. 60), y se apartaron de Él (v. 66), a pesar de que El antes les había explicado cómo tenían que entender esto: „El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63).

Convertirse en cristiano a pesar de ser „cristiano”

Nos engañamos a nosotros mismos si decimos que todos somos cristianos. Si pregunto a una persona por qué se considera cristiana, a menudo la respuesta es que tiene padres cristianos, o incluso que tenía una abuela que era cristiana. Billy Graham solía decir: „Si uno nació en un garage, no por eso es un auto. Y el que nació en una familia cristiana, tampoco por eso es cristiano.”

Jesús dijo a Pedro: „Yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc. 22:32). Por un lado el Señor confirmó con esto la fe de Pedro, y por otro lado habló de la necesidad que tenía Pedro de volver a Él. Pedro bien podría haber dicho: „Señor, soy judío, un hijo de Abraham. Vivo con los mandamientos, fui circuncidado al día octavo, guardo el sábado, oro tres veces por día, voy a las fiestas del Pesaj y traigo ofrendas. Y te sigo hace casi ya tres años…” Pero igual, a pesar de todo esto, tenía que volver a Jesús. También Pablo, que fue un maestro de la Ley, tuvo que convertirse al Señor, y así también todos los demás apóstoles y discípulos.

Cada hombre tiene que convertirse si quiere ser salvo, también los llamados „cristianos”, ya sean miembros de la iglesia católica-romana o de una iglesia protestante o evangélica, no importa que se hayan o no criado en un hogar cristiano. Muchos nacen en el cristianismo, así como los judíos nacen en el judaísmo. Pero no los salva el nacimiento, sino solamente el „nuevo nacimiento”: „De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3). A pesar de ser bautizado, de haber tomado la comunión, o de participar en las reuniones de la iglesia, hay que convertirse. Si uno no lo hace, permanece en su estado de perdición.

Después que el apóstol Pedro se había convertido y experimentado el nuevo nacimiento, escribió en su primera carta: „Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Pe. 1:3-4).

¡Qué el que tiene en sí el testimonio del Espíritu Santo de haber nacido de nuevo (Ro. 8:16), se alegre de esta seguridad y agradezca a Jesucristo por ella! Pero el que no tiene esta clara señal del Espíritu Santo y, a pesar de eso, piensa que es cristiano, puede estar muy equivocado. Sin embargo, hoy es el día en que estos „cristianos” y todos los que lo quieran, pueden llegar a gozar de la seguridad de la salvación, si con una seria y firme decisión se convierten a Jesucristo. Entonces, ¿por qué esperar?

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