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La destacada posición de la iglesia

(1ª parte)

Autor: Thomas Lieth

Así como el nombre de Jesús está “sobre todo nombre”, la iglesia (su esposa), la cual fue comprada por medio de Su preciosa sangre, y cuya cabeza es Él, tiene una posición destacada.


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PE1492 – Estudio Bíblico – La destacada posición de la iglesia


 


En Hebreos 3:1-6 leemos: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”

Vamos a analizar este pasaje y veremos que somos “llamados a la gloria”.

En este texto encontramos la declaración de que Jesucristo merece mayor honra que Moisés. La Biblia claramente dice que Jesús es mayor que todos: mayor que los ángeles, mayor que Moisés, mayor que Aarón, mayor que Josué, mayor que David, mayor que Jonás, mayor que Salomón, etc…

Veamos ahora el argumento del autor de los Hebreos con referencia a por qué Jesús es considerado digno de mayor honra que Moisés. “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús”, comienza diciendo. Más adelante, declara que nosotros, es decir, la iglesia de Cristo, somos santos. Nos referimos al capítulo 2 de la carta a los Hebreos, vers. 11, donde dice que Jesús es quien santifica, y que la iglesia (o sea los creyentes en Cristo) son santos por medio de Él. Es correcto entonces decir que la Sagrada Escritura nos declara “santos”. Al respecto, leemos en Hebreos 10:14 lo siguiente: “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”. O como dice en otra traducción: “para siempre a los que está santificando”, o bien “para siempre a los que han sido consagrados a Dios”.

Sin embargo, no deberíamos creernos la gran cosa, pues no merecíamos cosa alguna. Este hecho debería motivarnos a que tengamos mayor gratitud y humildad. Jamás deberíamos olvidarnos de la gratitud, entre tanta petición y súplica.

Hebreos 3:1 continúa diciendo: “… participantes del llamamiento celestial…” Los hijos de Dios han sido escogidos, apartados y llamados a la gloria. Tienen la meta ante sus ojos, la cual es difícil de expresar con palabras. Un alpinista tiene en la mira la cruz de la cumbre, ya sea que la alcance o no. Pero aquel que pertenece a la iglesia de Cristo, cuyo fundamento es su fe en Jesucristo, tiene otra cruz en la mira, es decir, la cruz del Gólgota. Y en el caso de los hijos de Dios, no sólo tienen la mira en la cumbre de la salvación, sino que han de lograr llegar a la indescriptible gloria eterna, pues el llamado de Dios (que es irrevocable en y a través de su Hijo Jesucristo) es precisamente ése. Así como el Padre celestial en su soberanía, en cierto momento apartó al pueblo de Israel, así también nosotros, los creyentes de entre los gentiles, somos parte de la herencia debido a la voluntad soberana de Dios.

Y por último, en Hebreos 3:1 leemos: “… considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús”. ¿Jesucristo también fue un apóstol? Sí, pues “apóstol” puede traducirse como enviado o mensajero. Jesucristo fue enviado por su Padre con el mensaje de reconciliación entre un mundo perdido y el Padre celestial. De esta manera, Jesús es embajador del Padre celestial, y fue enviado a todo el mundo (así lo leemos en Juan 17:18). Especialmente, claro está, para su iglesia, pues fue precisamente a ésta a quien reveló y dio a conocer al Padre. Jesucristo también es el fundamento, o la base de la iglesia (esto dice 1 Co. 3:11 al 15). Sin Jesús no existiría la iglesia. Jesús es la piedra angular de la misma, asi está escrito en Ef. 2:20: “… edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. En Ro. 8:29, leemos que Jesús también es el “primogénito” de la iglesia, y en Ef. 1:22 y 23, que es su cabeza: “… y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”.

A continuación, también se dice de Jesús que es el “sumo sacerdote de nuestra profesión”. Y efectivamente, Jesús es el verdadero sumo sacerdote, el cual representa o intercede por su iglesia ante el Padre celestial. Así lo dice He. 4:14: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión”. Jesús no sólo entró al lugar santísimo una vez al año a través del velo, como los sumos sacerdotes del antiguo pacto, sino que “traspasó los cielos”. En Lucas 23:44 al 46 leemos que, cuando murió en la cruz, el velo del templo, el que separaba el lugar santo del lugar santísimo, se rasgó por la mitad. Ahora, el Hijo de Dios está sentado a la diestra de la majestad en las alturas, e intercede por nosotros, no sólo una vez al año, sino a diario. A través de su sacrificio, el Hijo de Dios pagó por nuestras culpas una vez y para siempre. En Hebreos 9:11 y 12 dice: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.

Jesús – es mayor que Moisés y Aarón

Como apóstol o enviado, Jesús nos habla en el nombre de su Padre, y nos lo ha revelado. Como Sumo Sacerdote, el Hijo de Dios habla al Padre en el nombre de su iglesia. Jesucristo es el único mediador entre Dios Padre y los hombres; y en ambas direcciones, porque en 1 Tim. 2:5 y 6 leemos: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos”. Como apóstol, Jesús es mediador del Padre hacia su iglesia, y como sumo sacerdote, de su iglesia al Padre.

Cuando en Hebreos 3:1 Jesús es mencionado como apóstol y sumo sacerdote, entonces también se hace alusión a Moisés y Aarón. Pues el primer sumo sacerdote puesto por Dios fue Aarón. Pero Jesús es nombrado el verdadero y perfecto sumo sacerdote, con lo cual es mayor o superior a Aarón. Sí, Jesús es el cumplimiento de Aarón y de todo el sacerdocio en general.
Moisés fue un enviado de Dios. Como si fuera un megáfono (apóstol) de Dios, recibió los mandamientos y se los entregó al pueblo.

Moisés fue el mediador del antiguo pacto, al cual Dios le habló como a nadie. Esto lo vemos, por ejemplo, en Números 7:89: “Y cuando entraba Moisés en el tabernáculo de reunión, para hablar con Dios, oía la voz que le hablaba de encima del propiciatorio que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines; y hablaba con él”. Y en Números 12:7 y 8: “No así a mi siervoMoisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?”. Hebreos 3:2 hace referencia precisamente a esta declaración, al mencionar que Jesucristo “es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios”. Moisés, sin lugar a dudas, tiene una posición destacada, ya que es reconocido por las tres religiones monoteístas mundiales. Aun así, Jesús, “de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno… tiene mayor honra que la casa el que la hizo”.
¿Por qué? Así como Moisés fue fiel sobre toda la casa de Israel y sobre el tabernáculo, aun más Jesús es puesto por encima de toda la iglesia. Moisés, una y otra vez intercedió a favor del pueblo de Israel, aún cuando durante el Éxodo este pueblo cayó en pecado en reiteradas oportunidades, y hasta fue capaz de construir y adorar a un becerro de oro, ofreciendo sacrificios al mismo. Esta desobediencia e idolatría por parte del pueblo de Israel provocó la ira de Dios, pero Moisés fue fiel a su pueblo, entrando en la brecha como su mediador ante el Dios todopoderoso y santo (de esto podemos leer en Éxodo 32:7 al 14). Al igual que Moisés (o mucho más aún), Jesús le es fiel a su iglesia, ¡y esto por toda la eternidad! Todo aquel que se ha convertido en hijo de Dios, al aceptar a Jesús como Señor y Salvador, y al reconocerlo como el Cordero allí en el Gólgota, puede saber (como se afirma en Juan 10:27 al 29) que Dios nunca lo abandonará

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