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Autor: William MacDonald

Uno de los primeros síntomas de la decadencia espiritual, es la acumulación de polvo sobre las tapas de la Biblia. La vida de oración se vuelve errática, y luego desaparece por entero. Pero, más tarde o más temprano, llega el desenlace. Si una persona es verdaderamente creyente, no puede seguir alejada de Dios de manera indefinida. Ha de haber un momento en que toca fondo.

 


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PE2134 – Estudio Bíblico
La certidumbre del perdón



Estimados amigos, es maravilloso haber sido restaurados! Cada latido del corazón dice: ¡Es maravilloso! Estar de vuelta en la comunión con el Señor y con Su pueblo. Tener restaurado el gozo de Su salvación. Experimentar el beso del Padre… De hecho, es algo así como haber nacido de nuevo. El pensamiento penetra a través de su mente: Me pregunto si jamás había sido salvo antes… Pero, entonces la cuestión parece más bien académica. Si nunca lo había estado antes, lo está ahora, y eso es lo que cuenta.

El sentimiento de alivio es abrumador. ¡No estar contendiendo más con el Señor! ¡No estar orgulloso ni mal dispuesto a quebrantarse! ¡No estar siempre huyendo! ¡No puede terminar de creerlo! ¡El mejor vestido! ¡Un anillo en el dedo! ¡Calzado en los pies! ¡El ternero engordado! ¡La fiesta que empezó pero que nunca acababa! ¡Y sin tener un hermano mayor que desease que el hijo perdido no volviese al hogar!

Pero, veamos que sucede con: LA CERTIDUMBRE DEL PERDON.

Porque, sí, es maravilloso ser restaurado al Señor. Sin embargo, eso no significa que no vaya a haber problemas en adelante. Muchos creyentes que son devueltos a la comunión con Dios, pasan tiempos terribles que oscilan entre la convicción, la duda y la depresión. ¡Encuentran difícil creer que han sido verdaderamente perdonados!

Examinemos algunas de las dificultades comunes a las que hacen frente.

1. ¿Cómo puedo saber que Dios me ha perdonado?
Lo puedes saber por la Palabra de Dios. Él ha prometido una y otra vez perdonar a los que confiesan y abandonan sus pecados. Nada hay tan seguro en el universo como la promesa de Dios. Para saber que Dios te ha perdonado, has de creer Su Palabra. Atiende a lo que dicen estas promesas:

«El que encubre sus pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se enmienda alcanzará misericordia» (Pr. 28:13).
«Yo deshice como una densa nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí» (Is. 44:22).
«Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá compasión de él, y a nuestro Dios, el cual será amplio en perdonar» (Is. 55:7).
«Venid y volvamos a Jehová; porque él ha desgarrado, y él nos curará; él hirió, y él nos vendará» (Os. 6:1).
«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda iniquidad» (l Jn. 1:9).

2. Sé que me perdonó cuando fui salvo, pero cuando pienso en los terribles pecados que he cometido como creyente, me es difícil creer que Dios me pueda perdonar por ellos. ¡Me parece que he pecado contra una intensa luz y un gran privilegio!

David cometió adulterio y asesinato; sin embargo, el Señor lo perdonó (2 S. 12:13).
Pedro negó tres veces al Señor; sin embargo, el Señor le perdonó (Jn. 21:15-23).

El perdón de Dios no se limita a los inconversos. Él promete también perdonar a los recaídos:
«Yo sanaré su apostasía, los amaré de buen grado; porque mi ira se apartó de ellos» (nos dice Os. 14:4).
Si Dios pudo perdonarnos cuando éramos Sus enemigos, ¿será menos perdonador ahora que somos Sus hijos?
«Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida» (Ro. 5:10)

Los que temen que Dios no los puede perdonar están más cerca del Señor de lo que piensan, porque Dios no puede resistir a un espíritu quebrantado (según Is. 57:15). Él puede resistir al soberbio y al rebelde, pero no despreciará al hombre verdaderamente arrepentido (Sal. 51:17).

3. Sí, pero, ¿con cuánta frecuencia perdonará Dios? Cometí cierto pecado, y Dios me perdonó. Pero, lo he hecho varias veces desde entonces. Lo cierto es que Dios no puede perdonar indefinidamente.

Esta dificultad recibe su respuesta de manera indirecta en Mateo 18:21 y 22: «Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino aun hasta setenta veces siete.» Aquí el Señor enseña que deberíamos perdonarnos unos a otros, no siete veces, sino setenta veces siete, lo que es otra manera de decir que indefinidamente.
Ahora bien, si Dios nos enseña a perdonarnos indefinidamente, ¿cuántas veces está Él dispuesto a perdonarnos? La respuesta es evidente.

Este conocimiento no debería inducirnos al descuido, ni alentarnos a pecar. Por el contrario, una gracia tan maravillosa es la razón más poderosa por la que el creyente no debería pecar.

4. El problema que tengo es que no me siento perdonado.
Dios nunca ha tenido el designio de que la seguridad del perdón venga a través de los sentimientos. En un momento uno podría sentirse perdonado, y al siguiente podría considerarse tan culpable como siempre.

Dios quiere que sepamos que hemos sido perdonados. Por eso, Él ha basado la certidumbre del perdón en lo más seguro del universo: Su propia Palabra. Su Palabra, la Biblia, dice que si confesamos nuestros pecados, Él nos perdona (l Jn 1:9).

Lo importante es haber sido perdonado, ya sea que lo sientas o no. Una persona podría sentirse perdonada sin serlo. En tal caso, sus sentimientos le engañarían. En cambio, una persona podría estar verdaderamente perdonada y no sentirlo. ¿Qué diferencia marcan estos sentimientos, siempre que Dios le haya perdonado?
El recaído arrepentido puede saber que ha sido perdonado en base a la principal autoridad: la Palabra del Dios Vivo.

5. Temo que al apartarme del Señor, he cometido el pecado imperdonable. La recaída no es el pecado imperdonable. En realidad, hay al menos tres pecados imperdonables mencionados en el Nuevo Testamento, pero pueden ser cometidos sólo por incrédulos.

(a) Es imperdonable atribuir al diablo los milagros de Jesús, que fueron llevados a cabo por el poder del Espíritu Santo. Es decir que el Espíritu Santo es el diablo, lo cual es por consiguiente blasfemar contra el Espíritu Santo {Mt. 12:22-32}.

(b) Profesar ser creyente y luego repudiar totalmente a Cristo es un pecado para el que no hay perdón. Éste es el pecado de apostasía mencionado en Hebreos 6:4-6. No es lo mismo que negar a Cristo; Pedro lo hizo y fue restaurado. Es el pecado voluntarioso de pisotear al Hijo de Dios, considerando Su sangre como inmunda, y ultrajando al Espíritu de gracia (He. 10:29).

(c) Morir en incredulidad es imperdonable (Jn. 8:24). Éste es el pecado de rehusar creer en el Señor Jesucristo, el pecado de morir contumaz y sin fe en Él.

La diferencia entre un verdadero creyente y uno que no es salvo es que el primero puede caer siete veces, pero se vuelve a levantar.
«Por Jehová son afianzados los pasos del hombre, y él aprueba su camino. Cuando cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano» (Sal. 27:23, 24).
«Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos se hundirán en la desgracia» (Pr. 24:16).

6. Creo que Dios me ha perdonado. Pero yo no puedo perdonarme a mí mismo.

Para cualquiera que haya recaído (¿y hay acaso algún creyente que no haya pasado por esto en algún grado?), esta actitud es bastante comprensible. Con mucha agudeza y claridad sentimos nuestra absoluta indignidad y fracaso. Sin embargo, esta actitud es irracional. Si Dios ha perdonado, ¿por qué he de permitir estar acosado por sentimientos de culpa? La fe se aferra al perdón como una realidad, y olvida el pasado, excepto como una sana advertencia para no apartarse otra vez del Señor.

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