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Titulo: “Labarrera que nos separa de Jesucristo”
  

Autor: HermanHartwich 
Nº: PE1137

Herman Hartwich nos comenta en este programa tan actual acerca de las barreras que el hombre construye frente a Dios y a los propios de su naturaleza.


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«La barrera que nos separa de Jesucristo»

Que tal mi amigos es un privilegio estar junto a ustedes en esta jornada deseando que ustedes estén con una actitud de apertura, deseosos de recibir la bendición de Dios, deseosos de recibir todo cuanto Dios quiere darles. Saben que siempre digo a mis amigos, a mis hermanos, a mis amigos que nosotros a veces limitamos las bendiciones de Dios. Dios nos quiere bendecir muchísimo pero esta en nosotros en que la recibamos. En esta oportunidad yo quiero reflexionar por unos momentos frente a ustedes, acerca de las barreras. ¿Cuántas barreras los hombres levantamos?, ¿sabe usted que nosotros como hombres levantamos barreras por todos lados?. Vivimos un tiempo, siempre ha sido, pero creo yo hoy mas que nunca, nosotros estamos rodeándonos de barreras con nuestro prójimo, y también con Dios. Pero yo quiero decirles en este día que Jesucristo vino a derribar las barreras que nosotros levantamos, especialmente la que levantamos con Dios, o contra Dios.

Podemos hablar acerca de barreras, barreras raciales. ¿Cuantas barreras, cuantos muros nos separan entre las razas?. Decimos que no hay discriminaciones en nuestras sociedades, eso no es cierto. Porque en toda sociedad se ve como hay discriminación, en cuanto a los colores, en cuanto a las procedencias de las distintas razas. Nosotros levantamos barreras sociales, que tiene que ver, por ejemplo, con el aspecto económico de la gente. Yo vivo en una pequeña ciudad, y sin embargo parece que todos fuéramos conocidos, todos nos conocemos desde la cuna, sin embargo con el tiempo las diferencias sociales se van marcando, aceleradamente en el preescolar inclusive. Los niños de la gente mas adinerada tratan en forma despectiva, en forma de desprecio a los niños mas carenciados, o a los niños que no tiene los mismos recursos. Nosotros levantamos barreras morales, generalmente nos cuesta relacionarnos con una distinta moral que nosotros, levantamos barreras, en una palabra, cortamos el trato si se trata con una prostituta, o un borracho o una persona que ha incurrido en algún delito, que tenga algún antecedente policial, bueno, levantamos barreras, dejamos de relacionarnos y ni siquiera tratamos con una persona que tenga problemas morales. Levantamos barreras culturales.

Las personas mas preparadas a veces miran por encima de sus hombros a las personas analfabetas, o a las personas menos preparadas. Tenemos también barreras de pecado, como tenemos barreras religiosas, quizás antes mencionar esto, ¿cuántas personas dejan de tratarse porque tienen ideas religiosas diferentes?; se levantan muros, muros de separación, pero lo mas fuerte, lo mas triste es cuando nosotros levantamos muros en la relación con Dios. Muros que nos impiden tener un dialogo con Dios, muros que nos impiden tener una comunión con Dios, un acceso libre a la presencia, a la persona, de nuestro grande y poderoso Dios. En este día yo quiero compartir con ustedes un pasaje bíblico que se encuentra en el Evangelio de Juan Capitulo cuatro, donde encontramos, algunas de estas barrearas que había entre esta mujer Samaritana y Jesús, el hijo de Dios. ¿Pero como Jesús fue derribando las barreras que los hombres habían levantado?. Dice el evangelio: «Cuando pues el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza mas discípulos que Juan (; aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos) salió de Judea y se fue otra vez a Galilea. Y le era necesario pasar por Samaria. Vino pues a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.

Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber, pues sus discípulos habían ido a la cuidad a comprar de comer. La mujer samaritana dijo: ¿Cómo tú siendo judío, me pides a mi de beber, que soy mujer samaritana?. Pues que judíos y samaritanos no se tratan entre sí.

Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, quién es que te dice: «dame de beber», tú le pedirías, y él te daría agua viva.

La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?. ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padres Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?.

Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiera de esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiera del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yole daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y vena acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho » no tengo marido», porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido. Esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

Le dijo la mujer: Se que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará tosas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. En esto vinieron sus discípulos y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? O ¿Qué hablas con ellas?. Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?.» Y mas adelante, dice: Muchos de los samaritanos de aquella cuidad creyeron en él por la palabra de la mujer que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho, entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos, y se quedo allí dos días y creyeron muchos mas, por la palabra e él; y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismo hemos oído y sabemos verdaderamente que este es el salvador del mundo, el Cristo.

Mis estimados amigos aquí tenemos un claro ejemplo de las barreras que los hombres levantan. Barreras, no era licito que esta mujer hablara con un hombre públicamente, esta mujer iba a sacar agua al pozo en la hora del mediodía cuando ninguna otra persona iba al pozo, porque estaba discriminada, por que era una mujer que tenia distintos maridos, era una prostituta, en una palabra, entonces era marginada. Los hombres levantan barreras con personas como estas. Tenia también barreras raciales, ella era samaritana y el era judío, tenia barreras religiosas, ellos adoraban en el monte Jerisim, los judíos adoraban en Jerusalén y así podemos seguir con estas barreras. Pero Jesús fue derribando una tras otra, una tras otra, hasta que se presenta a si mismo como aquel Mesías esperado por ellos también, aquel el salvador del mundo, aquella mujer encontró el verdadero amor, que no había hallado en esa cantidad de hombres que había ya probado. Porque ahora fue el verdadero amor que llena la necesidad interior.

Mi amigo, mi amiga, las barreras son malas, son malas, no hacen felices a las personas, pero la peor barrera es la que tenemos en la relación con Dios, es la barrera del pecado. La barrera del pecado que nos aleja e Dios, que nos impide ver a Dios, pero quiero decirles que en la epístola a los Efesios el apóstol San Pablo dice: Que Jesús es nuestra paz. Que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en si mismo de los dos un solo pueblo y nuevo hombre, haciendo la paz mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo matando en ellas las enemistades. Mis queridos amigos Jesucristo vino y derribo la barrera, esa barrera que nos había puesto en contra de Dios por el pecado, él vino para reconciliarnos con Dios. Él vino a destruir el poder del pecado. ¿Has recibido tu a Jesucristo en tu corazón como el Señor y Salvador de tu vida?. Yo te animo a que tu desertes las barreras que te rodean, pero especialmente desiste de la barrera del pecado pidiéndole a Jesucristo que te perdone, y allégate a Dios en el nombre de Jesucristo aceptando su salvación. Que Dios te bendiga.

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