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IMG_030B_muroCuando Israel construyó un muro, un grito de indignación atravesó el mundo. Éste, no obstante, mayormente calló cuando el Líbano comenzó a hacer un muro alrededor de un campo de refugiados palestinos.

La palabra muro tuvo una coyuntura favorable en la campaña electoral estadounidense. El victorioso Donald Trump prometió “poner orden y construir un muro” en la frontera con Méjico. El tema ya crea olas en la campaña electoral estadounidense desde los años 90. Algunos están indignados, otros se alegran. La frontera de EE.UU. con Méjico tiene 3.141 kilómetros de largo, y en 1.126 kilómetros está asegurada con un ribazo que popularmente es conocido como “Tortilla Wall”. Los restantes kilómetros los asegura la guardia nacional. En este caso, se trata de la prevención de la inmigración ilegal de los ciudadanos por razones económicas.

En el mundo entero existen no solamente instalaciones fronterizas bien aseguradas, sino también verdaderas murallas de protección, con los cuales los países no solamente se protegen, sino que también presentan pretensiones territoriales o mantienen lejos a inmigrantes ilegales. Se llega a más de 10.000 kilómetros, si se suma las murallas fronterizas entre India y Pakistán, India y Bangladesh, Corea Norte y Sur, la parte griega y turca de Chipre, el enclave Ceuta, es decir Melilla, y Marruecos, al igual que entre Marruecos y Sahara occidental. Mientras que entre Alemania Occidental y Oriental no solamente los muros, sino también los dispositivos de disparo automáticos pertenecen al pasado, queda cada vez más claro que la construcción de vallas ahora es utilizada cada vez más a causa de una nueva amenaza: para la protección contra terroristas.

Cuando Israel comenzó a fortalecer sus 759 kilómetros de frontera con Cisjordania en 2002, después de una ola sin precedentes de terrorismo incluyendo atentados suicidas, un grito de indignación atravesó el mundo. Instalaciones de bloqueo se les llamó a estas construcciones que mayormente consisten en alambrados y, sólo en partes, en muros, para allí protegerse de ataques de franco tiradores. En 2016 tampoco se ha concluido nada, no se ha cerrado herméticamente ninguna sección, y otras no se han asegurado siquiera. Y aún así, si se mira en Internet, ofrecen tours al muro, como si fuera algo similar al antiguo Muro de Berlín.

Hace algunos meses atrás el Líbano fue noticia de primera plana con un muro, si bien casi exclusivamente en el Cercano Oriente. Más allá  de esa región, casi no llegó la novedad de que Ain al-Hilweh, el campo de refugiados palestinos más grande del Líbano, será encerrado con un muro de seguridad, incluyendo torres de vigilancia. En dicho campo, surgido en 1948, al sur de Sidón, viven alrededor de 70.000 refugiados palestinos. Aún más se estrechó el espacio con la llegada de por lo menos 10.000 refugiados de Siria. Otras fuentes hablan de números aún más altos. El hecho es: el campo fue establecido en 1948 para 20.000 personas, en una superficie de 1,5 kilómetros cuadrados, de modo que ahora en cada vivienda viven de cuatro a seis familias. Las autoridades libanesas indicaron que las construcciones se realizarían con medidas para la protección contra los terroristas islámicos. Dicho campo, de todos modos, está delimitado de su entorno a través de alambrados metálicos. Además, en puntos de control, se monitorea para ver quién entra y quién sale. Cada tanto, se producen confrontaciones violentas en Ain al-Hilweh. En 2015, en enfrentamientos de agrupaciones rivales, incontables personas fueron heridas. Los libaneses hacen responsable al Fatah de la tranquilidad y el orden en el campo, pero desde comienzos de la guerra civil siria eso se hace difícil para el Fatah. Acerca de esto, dijo Yousif Rabah, ocupante del campo: “Los soldados libaneses en los puestos de control registran a cada persona que pasa.” Y sigue explicando que ellos no solamente saben exactamente cuando llegan jihadistas al campo, sino que también los dejan pasar sin parpadear.

Contra la planificada delimitación aún más hermética de este campo de refugiados, se rebelaron en primer lugar los palestinos en todo el mundo. Luego, también se trasladó el descontento a las filas de personalidades libanesas, entre ellos personas tan renombradas como el drusa Walid Dshumblat. Si bien al aparato de seguridad libanés le hubiera gustado mucho continuar con la valla de seguridad, finalmente la medida fue interrumpida por decisión del gobierno.

En el Líbano viven alrededor de 450.000 palestinos (10 % de la población). Ellos critican la construcción del muro como “otra medida de discriminación del gobierno libanés”, ya que a los palestinos en el Líbano tan solamente se les otorga un permiso de residencia. De manera similar a Jordania, los palestinos no pueden adquirir la ciudadanía de ese país. De este modo, los afectados se ven dejados al margen en muchos aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos. Acerca de esto, dijo Rabeh: “Desde nuestro primer día en el Líbano se nos ha mirado tan sólo como números y como un peligro para la seguridad. En ningún momento se nos ha tratado como a seres humanos. Tampoco se nos ha tratado humanamente.”

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