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Autor: William MacDonald

Hay un fenómeno típico de la vida cristiana que se llama: recaída. La comunión es un débil hilo. La recaída tiene consecuencias, tiene un costo. Pero… como veremos en este mensaje… ¡hay un camino de vuelta a Dios!


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PE2192 – Estudio Bíblico
Hay un camino de vuelta a Dios (6ª parte)



¿Cómo están amigos? Habíamos hablado en el programa anterior de cuando llega el momento en que la persona recaída tiene que tomar la gran resolución de volver a Dios.

Cuando la persona que ha pasado por una decadencia espiritual, vuelve a la comunión con Dios, comienza un difícil proceso que se extiende hasta alcanzar la seguridad de haber sido perdonada.

Es maravilloso ser restaurado al Señor. Sin embargo, eso no significa que no vaya a haber problemas en adelante. Algunos creyentes, después de haber vuelto a la comunión con Dios, pasan tiempos terribles de duda y hasta de depresión. ¡Encuentran difícil creer que han sido verdaderamente perdonados!

Examinemos algunas de las dificultades comunes a las que hacen frente.

En primer lugar: ¿Cómo puedo saber que Dios me ha perdonado?
Lo puedes saber por la Palabra de Dios. Él ha prometido una y otra vez perdonar a los que confiesan y abandonan sus pecados. No hay nada tan seguro en el universo como la promesa de Dios. Para saber que Dios te ha perdonado, has de creer en Su Palabra. Presta atención a lo que dicen estas promesas:

«El que encubre sus pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se enmienda alcanzará misericordia» (Proverbios 28:13).
«Yo deshice como una densa nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí» (Isaías 44:22).
«Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá compasión de él, y a nuestro Dios, el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55:7).
«Venid y volvamos a Jehová; porque él ha desgarrado, y él nos curará; él hirió, y él nos vendará» (Oseas 6:1).
«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda iniquidad» (1 Juan 1:9).

En segundo lugar, quizás dices: Sé que me perdonó cuando fui salvo, pero cuando pienso en los terribles pecados que he cometido como creyente, me es difícil creer que Dios me pueda perdonar por ellos. ¡He pecado a pesar del gran privilegio y de la luz espiritual que tenía!

Piensa en David: Él cometió adulterio y asesinato; sin embargo, el Señor lo perdonó (como lo vemos en 2 Samuel 12:13).
Pedro negó tres veces al Señor; a pesar de esto, el Señor le perdonó (lo leemos en Juan 21:15 al 23).

El perdón de Dios no se limita a los inconversos. Él promete también perdonar a los recaídos. En Oseas 14:4 dice:
«Yo sanaré su apostasía, los amaré de buen grado; porque mi ira se apartó de ellos».

Si Dios pudo perdonarnos cuando éramos Sus enemigos, ¿será menos misericordioso ahora que somos Sus hijos?
Romanos 5:10 nos dice: «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida».

Los que temen que Dios no los pueda perdonar, están más cerca del Señor de lo que piensan, porque Dios no resiste a un espíritu quebrantado (como leemos en Isaías 57:15). Él sí resiste al soberbio y al rebelde, pero no despreciará al hombre verdaderamente arrepentido.

En tercer lugar, quizás te digas también: Sí, pero, ¿con cuánta frecuencia perdonará Dios? Cometí cierto pecado, y Dios me perdonó. Pero lo he hecho varias veces desde entonces. Seguramente Dios no me va a perdonar indefinidamente.

Esta dificultad recibe su respuesta de manera indirecta en Mateo 18:21 y 22: «Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino aun hasta setenta veces siete.» Aquí el Señor enseña que debemos perdonarnos unos a otros, no solamente siete veces, sino setenta veces siete, es decir, sin poner límites.

Ahora bien, si Dios nos enseña a perdonarnos indefinidamente, ¿cuántas veces está Él dispuesto a perdonarnos? La respuesta es evidente.

Entender esto no debería inducirnos al descuido, ni alentarnos a pecar. Por el contrario, una gracia tan maravillosa es la razón más poderosa por la que el creyente no debería pecar.

Tal vez, mi problema es que no me siento perdonado.
Nunca ha sido la idea de Dios de que la seguridad del perdón venga a través de los sentimientos. En un momento uno podría sentirse perdonado, y al siguiente podría considerarse tan culpable como siempre.

Dios quiere que sepamos que hemos sido perdonados. Por eso, Él ha basado la certidumbre del perdón en lo más seguro del universo: Su propia Palabra. Su Palabra, la Biblia, dice en 1 Juan 1:9 que si confesamos nuestros pecados, Él nos perdona.

Lo importante es haber sido perdonado, independientemente de que lo sintamos o no. Una persona podría sentirse perdonada sin serlo. En tal caso, sus sentimientos le engañarían. En cambio, alguien podría estar verdaderamente perdonado y no sentirlo. Solamente en base a una suprema autoridad, la persona arrepentida puede saber con seguridad que ha sido perdonada: Esta autoridad es la Palabra del Dios vivo.

En quinto lugar, quizás sigas diciendo: Temo que al apartarme del Señor, haya cometido el pecado imperdonable. La recaída no es el pecado imperdonable. En realidad, hay al menos tres pecados imperdonables mencionados en el Nuevo Testamento, pero pueden ser cometidos sólo por incrédulos.
(a) Es imperdonable atribuir al diablo los milagros de Jesús, que fueron llevados a cabo por el poder del Espíritu Santo. Es como identificar al Espíritu Santo con el diablo, lo cual es blasfemar contra el Espíritu Santo. (Se esto nos habla Mateo 12:22 al 32).
(b) Profesar ser creyente y luego repudiar totalmente a Cristo es un pecado para el que no hay perdón. Es el pecado de apostasía mencionado en Hebreos 6:4 al 6. No es lo mismo que negar a Cristo; Pedro lo hizo y fue restaurado. Es el pecado cometido concientemente de pisotear al Hijo de Dios, considerando Su sangre como inmunda, y ultrajando al Espíritu de gracia (según Hebreos 10:29).
(c) Morir en incredulidad, también es imperdonable (como se menciona en Juan 8:24). Es el pecado de rehusar creer en el Señor Jesucristo, el pecado de morir en rebeldía contra Dios y sin fe en Él.

La diferencia entre un verdadero creyente y uno que no es salvo, es que el primero puede caer siete veces, pero se vuelve a levantar:
«Por Jehová son afianzados los pasos del hombre, y él aprueba su camino. Cuando cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano», dice el Salmo 27:23 y 24.
«Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos se hundirán en la desgracia» (Proverbios 24:16).

En sexto lugar, alguien dirá: Creo que Dios me ha perdonado. Pero yo no puedo perdonarme a mí mismo.

Para cualquiera que haya recaído (¿y hay acaso algún creyente que no haya pasado por esto en algún grado?), esta actitud es bastante comprensible. Con mucha agudeza y claridad sentimos nuestra absoluta indignidad y fracaso.

Sin embargo, esta actitud es irracional. Si Dios me ha perdonado, ¿por qué he de permitir estar acosado por sentimientos de culpa?

La fe se aferra al perdón, lo acepta como un hecho y olvida el pasado, excepto lo suficiente como para que sea una sana advertencia para no apartarse otra vez del Señor.

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