Hay un camino de vuelta a Dios (3ª parte)

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Autor: William MacDonald

Hay un fenómeno típico de la vida cristiana que se llama: recaída. La comunión es un débil hilo. La recaída tiene consecuencias, tiene un costo. Pero… como veremos en este mensaje… ¡hay un camino de vuelta a Dios!


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PE2189 – Estudio Bíblico
Hay un camino de vuelta a Dios (3ª parte)



¡Qué gusto volver a saludarles! Estábamos hablando, al final del programa anterior, de los distintos tipos de recaída.

Continuamos ahora viendo otro tipo común de recaída, que es la del cristiano casado con un incrédulo, que se ha quedado desalentado y vencido: el recaído en yugo desigual. Se cuenta de una radiante muchacha cristiana que testificaba del Señor por doquier. Su novio profesó ser salvo después de haber salido juntos durante tres semanas. Hoy, ella está segura de que aquella fue una falsa profesión. Tienen bien poco en común. En el hogar hay diferencias y discusiones constantes. Los niños son irritables y rebeldes. El marido le dice que no la quiere ni a ella ni a los niños, y pasa la mayor parte de sus veladas con sus amigos. Ella se queda en casa, lamentándose y llorando. Aunque trató de seguir viviendo para el Señor durante unos pocos años después de casarse, ahora se ha dado por vencida.

Luego, tenemos también los recaídos a causa de los negocios. Puede que no se cometan pecados groseros, pero se permite que los negocios ocupen el tiempo, de tal manera que queda poco tiempo para el hogar y para el Señor. Estos creyentes apenas leen la Palabra u oran, y su escasa asistencia a la iglesia es una mera formalidad. Los cuidados de esta vida han agotado su vitalidad espiritual. Son víctimas de la codicia y del materialismo.

Y hay muchos casos más: los que, por ejemplo, se han visto frustrados en el amor, o que sufren grandes reveses y se vuelven fríos y carnales. En lugar de aceptar las dificultades de la vida como la voluntad de Dios y como fuentes de insospechadas bendiciones, se vuelven huraños e irritables y pierden su resplandor espiritual.

Algunos tienen un espíritu implacable. Les han perjudicado en algo y todo el mundo lo sabe, pero no están dispuestos a perdonar y a olvidar. De modo que se vuelven vengativos, farisaicos e inmisericordes. Dios no puede dar el perdón paterno a los creyentes no dispuestos a perdonarse unos a otros (como vemos en Mateo 6:14 y 15).

Muchos cristianos caen por constantes pendencias en el hogar. Cualquier desacuerdo carente de importancia destruye la paz. Las paredes vibran con las peleas. Se rompen las relaciones diplomáticas entre marido y mujer. Se derriba el altar familiar. Sería una farsa orar juntos cuando no pueden ni siquiera hablar de manera civilizada los unos con los otros. Nadie está dispuesto a ceder. Son tan inflexibles como barras de hierro. Cada uno piensa que tiene la razón, no dándose cuenta de que ambos están en un estado de decadencia espiritual.

Quizás algunos se sorprenderán al saber que los verdaderos creyentes pueden alejarse tanto del Señor, como en los casos que hemos mostrado. Entonces será de ayuda recordar lo siguiente:

– David fue un recaído moral. Cometió los pecados de adulterio y asesinato.
– Noé cometió el pecado de embriaguez después de haber sido salvado a través del juicio divino, del diluvio.
– Lot fue un recaído por negocios. Buscó el prestigio y la riqueza en Sodoma.

… y todos estos fueron restaurados a la comunión con el Señor. Si ellos pudieron ser restaurados, también puede serlo todo creyente verdadero que se haya extraviado.

Uno de los primeros síntomas de la decadencia espiritual es la acumulación de polvo sobre las tapas de la Biblia. Deja de considerarse importante pasar un tiempo regular con la Palabra. ¿Qué diferencia hace si se saltea un día? Pero pronto deja de ser un día. Ahora son varios días, luego una semana, y finalmente se abandona totalmente el estudio de la Biblia. No hay deseo por las Escrituras, ningún sentimiento de necesidad.

¡Y la oración! Solía formar una parte vital de la vida espiritual. Pero, por la razón que sea, se ha perdido la buena costumbre. La vida de oración se vuelve errática, y luego desaparece por entero. Al fin de cuentas, la oración parece una cosa más bien vaga, intangible y mística.

En cuanto a la asistencia a las reuniones de la asamblea local, también allí hay una gradual decadencia. ¡Los mensajes parecen una cosa muy aburrida! ¡Y muchos de los asistentes son hipócritas religiosos! Quizás sería mejor no ir para nada… Los cristianos pronto se preocupan y tratan de entrar en contacto con él, pero el fugitivo demuestra ser muy escurridizo. Al llegar a este punto, se siente verdaderamente incómodo en presencia de los creyentes.

Más y más, encuentra sus amistades y sus placeres fuera de la esfera de la iglesia. Al principio, parece un poco extraño participar en cosas que su madre había siempre llamado «mundanas», pero pronto pierde las inhibiciones y desarrolla una notable tranquilidad y destreza.

Al ir declinando espiritualmente, oye algunas voces de alarma en el camino, pero prosigue sin prestar atención.

El gozo de la salvación ha desaparecido ya desde hace mucho tiempo. Solía hablar de manera inteligente y entusiasta acerca del Señor Jesús. Ahora no podría hacerlo, al menos no con entusiasmo. También solía cantar: cantaba como cristiano lleno de alegría. Ahora canta ocasionalmente, pero no las mismas canciones.

Ha desarrollado una actitud crítica hacia la vida en general. Quizás se debe a que nada le va bien. Parece que todas las cosas se le tuercen. Si tan sólo las cosas le salieran bien… pero no. Y por eso, ataca a los demás. Mientras que antes era afable y amable, ahora es duro y sombrío.

Al principio tenía que pensar mucho antes de poder cometer un nuevo pecado. Pero ahora, las defensas han bajado, y ya no parece tan difícil. Entonces, decide llegar al final de la calle. Para justificarse, desarrolla una serie de complicadas racionalizaciones. Cosa extraña, logra incluso encontrar versículos de las Escrituras que le apoyan en su actual forma de vivir. Y se justifica diciendo que muchos cristianos santurrones hacen cosas peores que las que él hace. Piensa que el problema de la mayoría de los cristianos es que son demasiado legalistas, y que sus padres fueron demasiado estrictos con él cuando era niño. Para cuando ha terminado, está diciendo que ciertos pecados no son pecados, porque se hacen con amor. Está demostrando que lo malo, en realidad, es bueno. Pero, la verdad es que se siente desgraciado. Sabe demasiado para sentirse feliz con esta clase de vida.

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