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Gran alegría en el pueblo de Dios
(2ª parte)

Autor: Wolfgang Bühne

Toda persona anhela una alegría genuina, profunda y duradera… Una alegría auténtica y contagiosa, que no depende de las circunstancias exteriores,
debería en verdad ser la característica de todo creyente. La Biblia nos exhorta muchas veces a gozarnos, y tenemos todas las razones para hacerlo.

 


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PE2059 – Estudio Bíblico
Gran alegría en el pueblo de Dios (2ª parte)



¿Cómo están amigos oyentes? Haciendo un pequeño resumen, para luego continuar con el tema, vamos a decir que:

La alegría y la idolatría no son buenas compañeras

El versículo 16 nos narra que “una gran multitud del pueblo” iba marchando hacia Jerusalén, para celebrar allí la pascua. El contexto parece indicar que se trataba de personas del norte de Israel que se pusieron en camino hacia Jerusalén, y también personas de las ciudades de Judá. Una vez llegadas a Jerusalén, vieron los altares dedicados a los ídolos de tiempos pasados y se deshicieron de ellos echándolos al torrente de Cedrón.

Los habitantes de Jerusalén parecen haber estado tan acostumbrados a verlos, que ya no les saltaban a la vista. ¿Habían pasado inadvertidos algunos de ellos durante la limpieza de Ezequías (de la cual leemos en 2 Re. 18:4)?

No podemos dar una respuesta segura, porque no podemos determinar claramente el orden cronológico de las reformas de Ezequías.

Pero aquí tenemos que plantearnos la pregunta: ¿Por qué vemos en seguida, como con lupa, y condenamos rápidamente el paganismo y la mundanalidad en la vecindad lejana, mientras que en casa a menudo estamos ciegos en cuanto a los errores en nuestras propias filas? Un examen desde afuera vendría bien en nuestras familias e iglesias.

La idolatría, no importa de qué clase sea, no se lleva bien con el culto a Dios. Eso lo vieron claro los visitantes del norte del reino, y evidentemente los habitantes no los estorbaron cuando se pusieron a eliminar los altares idólatras e, incluso, les ayudaron. Eso es algo poco visto.

La condición necesaria para recibir bendición y alegría, es la humildad.

Es interesante que ver que el celo de los visitantes de Jerusalén, hizo que cambiaran de color los sacerdotes y levitas presentes allí (el v. 15 dice que estaban “llenos de vergüenza”). Aquellos que por su conocimiento de las Escrituras deben ir al frente con su buen ejemplo, reaccionan con humildad ante la fidelidad de los peregrinos, se corrigen, y no se sienten heridos en su dignidad. Eso es algo grande espiritualmente.

Y ahora veremos que: Sin sinceridad no hay gozo auténtico

Pues, una reacción en cadena muy positiva son los hechos espirituales que vemos ocurrir en los siguientes versículos: después de humillarse los sacerdotes y levitas, leemos nada menos que muchos de los que vinieron del norte de Israel, “tan poco espiritual”, mostraron gran decisión en exterminar la idolatría en Jerusalén, y de pronto reconocieron que ellos mismos no se habían purificado. Por eso no querían sacrificar los animales que habían traído. Su acción de saneamiento no los había cegado para no ver sus propias faltas y pecados. Todo lo contrario, su sinceridad los ayudó a humillarse delante de aquellos que ya anteriormente se habían avergonzado y humillado. ¡Qué ilustración más impresionante de Stg. 5:16: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados…”

Y también vemos que: Donde está la gracia, allí también hay paz

Hace muchos años un hermano anciano me llamó la atención sobre el hecho de que todas las epístolas de Pablo a las iglesias comienzan con el saludo: “Gracia y paz a vosotros de Dios” (Ro. 1:7; 1 Cor. 1:3; 2 Cor. 1:2; Gál. 1:2 etc.). Su breve comentario al respecto se me ha quedado grabado imborrable en la memoria: “Donde está la gracia, allí también hay paz.”

La historia de la Iglesia y los problemas actuales en muchas iglesias confirman esta observación. Ezequías conocía perfectamente las deficiencias en el pueblo de Dios en lo referente a la purificación y la santificación. Había suficientes pruebas que habrían justificado serias discusiones, “reunión de ancianos” y disciplina. Pero, Ezequías se dirigió en oración al mejor sitio y se formó en él una característica que vemos en Dios, la cual deberíamos recordar nosotros cuando pasemos por situaciones semejantes: “Jehová, que es bueno, sea propicio a todo aquel que ha preparado su corazón para buscar a Dios…, aunque no esté purificado según los ritos de purificación del santuario. Y oyó Jehová a Ezequías, y sanó al pueblo” (vs. 18 al 20, de 2 Cr. 30).

Con razón, el conocido comentarista C. H. Mackintosh en sus meditaciones sobre Ezequías, pregunta:

“¿Por qué a nosotros nos falta tantas veces la fuerza acogedora de la gracia?”

Digámoslo otra vez: Lo importante es el corazón

En el versículo 19, Ezequías ora por aquellos en el pueblo de Dios que, a pesar de no estar purificados según la ley, habían “preparado su corazón para buscar a Dios. Y en el v. 22 Ezequías habla “al corazón de todos los levitas que tenían buena inteligencia en el servicio de Jehová.” Las deficiencias en el conocimiento eran un motivo de oración para Ezequías, no un motivo para un procedimiento disciplinario. Detectó y se interesó por aquellos cuyo corazón buscaba a Dios a pesar de sus muchas faltas y deficiencias.

Pero Ezequías también habló al corazón de los levitas que conocían muy bien las leyes de la purificación y que quizá estaban en peligro de controlar demasiado la piedad formal. A estas personas les cuesta gozarse en la gracia de Dios visible en la vida de aquellos hermanos que aparentemente no son tan fieles.

Vamos a ver que: La bondad de Dios da lugar a la generosidad

Pues, el conocimiento de la bondad de Dios tuvo un efecto positivo en Ezequías. Regaló “al pueblo mil novillos y siete mil ovejas.” Su generosidad se extendió a los principales del pueblo: ellos también “dieron al pueblo mil novillos y diez mil ovejas.”

Cuando los corazones están puestos en Dios, gozándose en la bondad y misericordia del Señor, entonces no hay necesidad de llamamiento a hacer donativos. Porque, entonces, se experimenta que “más bienaventurado es dar que recibir” (como nos dice Hch. 20:35).

En ese tiempo, llegó a haber una: Alegría rebosante

Siete días celebró el pueblo de Dios la fiesta de los panes sin levadura “con grande gozo” (nos dice el v. 21). Y el último día de la fiesta todos deseaban una sola cosa: “¡Queremos celebrar otros siete días!” En este capítulo hallamos, por lo tanto, el único ejemplo en la Biblia en que esta fiesta de los panes sin levadura se celebrara durante 14 días. Este gozo único y rebosante marcó esta fiesta que terminó como mejor no se puede terminar, según lo que encontramos narrado en el vers. 27: “Después los sacerdotes y levitas, puestos en pie, bendijeron al pueblo; y la voz de ellos fue oída, y su oración llegó a la habitación de su santuario, al cielo”.

¿Y cuáles fueron las consecuencias de todo esto?

Lo leemos en 2 Cr. 31:1: “Hechas todas estas cosas, todos los de Israel que habían estado allí salieron por las ciudades de Judá, y quebraron las estatuas y destruyeron las imágenes de Asera, y derribaron los lugares altos y los altares por todo Judá y Benjamín, y también en Efraín y Manasés, hasta acabarlo todo”.

El haber vivido esa alegría en la presencia de Dios les dio a los israelitas la motivación y la fuerza para destruir toda idolatría, también en su vida cotidiana y en su entorno acostumbrado, lo cual antes no pudieron hacer.

Animémonos los unos a los otros con las palabras de Nehemías 8:10: “el gozo del Señor es vuestra fortaleza”. El verdadero gozo en el Señor hará que nos cueste poco soltar las “alegrías” dudosas y fortalecer nuestras manos. Así afrontaremos las consecuencias necesarias y visibles en nuestro entorno y se podrá ver en nosotros Quién es la única fuente de nuestra alegría: “La alegría radical en Dios destruye el pecado y glorifica a Cristo”.

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