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Espera en Dios

(3ª parte)

Autor: Marcel Malgo

¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío“. Estas palabras tan expresivas las encontramos tres veces en los salmos. Hay una gran ganancia en esperar en el Señor, pues ¡no hay nada imposible para Él!


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PE1489 – Estudio Bíblico – Espera en Dios


 


¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.
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Hola amigos! Estás palabras pertenecen a los salmos 42 y 43, escritos por los hijos de Coré. Cada Salmo de los hijos de Coré es en sí el testimonio de un Dios muy misericordioso y lleno de gracia, ya que estas canciones bíblicas han sido compuestas por los descendientes de un linaje maldecido.

Vimos en primer lugar que el salmista se encontraba en un pozo profundo. Sin embargo, no se quedó sentado allí desesperado, sino que se exhortó a sí mismo a levantar la vista. Miró desde el pozo oscuro hacia arriba, al Señor, y se dijo:“Espera en Dios”.Pues sabía que solamente en y con Dios podía encontrar la solución de sus problemas, la verdadera ayuda. Por eso, también te digo a ti, que quizás te encuentras en una situación muy difícil, sumamente grave, humanamente visto sin salida: ¡Recapacita! Mira al Señor y encomiéndale tu alma:“Espera en Dios.

En segundo lugar, analizamos las siguientes palabras que encontramos en Is. 60:1:“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Y el salmista hizo exactamente eso: Sus aflicciones y problemas eran sumamente serios, pero una cosa sabía con total certeza: “¡Tengo un Dios fuerte, para quien nada es imposible!” Y esta promesa también es para los que pertenecen a Jesucristo, para que Dios sea alabado a través de ellos. Tenemos aquí la gloria del Evangelio, pues sabemos quién es la verdadera luz del mundo: Jesucristo. En Juan 8:12 vemos que Él mismo dijo:“Yo soy la luz del mundo”. ¿Qué tenemos que hacer, entonces, cuando estamos sentados en un pozo profundo y quisiéramos ser tocados nuevamente por la luz celestial, por nuestro Señor Jesús? Tenemos que levantarnos y reivindicar por fe nuevamente la luz de nuestro Salvador.

En tercer lugar, vimos que juntamente con la exhortación “¡Espera en Dios!”, va el grito de combate: “¡Escrito está!” Pues este grito le da vida y dinamismo a la exhortación de esperar en Dios. La verdadera espera en Dios implica que levantemos, como una bandera de victoria las palabras: “¡Escrito está!”. Así como lo hizo el Señor Jesús cuando fue tentado por Satanás en el desierto. Pues, estas dos palabras, hoy más que nunca, destacan la única e infalible seguridad absoluta. Bienaventurado el que se aferra a ella y conoce lo que está escrito en la Biblia, para poder detener al enemigo con la Palabra de Dios. Por eso, tú también espera en Dios, tomando siempre, como dice Ef. 6:17, la“espada del Espíritu…”, pues es un arma poderosa en la mano de cada cristiano creyente. Porque en la Biblia encontramos promesas que nos aseguran la victoria sobre todo poder enemigo, como por ejemplo la de 1 Co. 15:57:“Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Y la de 1 Jn. 5:4: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”.

En cuarto lugar, veremos hoy, que tenemos que orar con la confianza de un niño. Pues, el esperar en Dios tiene que ver, también, con la confianza de un niño en la oración. Así lo vemos en Jabes. 1 Cr. 4:10 se dice de él:“E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió”. ¡Qué oración concreta, con palabras sencillas y sin rodeos! Y ¡qué respuesta maravillosa obtuvo!

Es interesante que esta oración se encuentre en medio de la genealogía de Judá, donde nos encontramos con una larga lista de nombres. Porque entonces, el que persevera en la lectura de este texto más bien seco, de repente se encuentra con esta perla maravillosa: la oración de Jabes, tan llena de fe y tan sencilla, la cual fue escuchada por Dios.

De alguna manera, da la impresión que Jabes vivía entre personas que no tenían mucha fe, y que tenía que soportar un ambiente bastante árido, espiritualmente hablando. Por eso, su oración a Dios es aún más impresionante. Porque ella nos muestra lo que significa esperar en Dios. Pues cuando leemos:“Y le otorgó Dios lo que pidió”, no es que esto haya acontecido de un día para el otro, sino que Jabes tuvo que esperar la respuesta.

Jabes pidió tres cosas concretas: En primer lugar: bendición; luego: ensanchamiento de su territorio, y tercero: protección del mal. Todo esto es lo que necesitamos nosotros, también, en nuestra vida diaria aquí en la tierra. ¿Tienes un profundo anhelo de nuevas bendiciones? Entonces espera en Dios, orando con la confianza de un niño por ellas. Cuando pedimos bendición al Padre celestial, pensamos en Proverbios 10:22:“La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.”Pero si en el trabajo para Dios luchamos desesperadamente y con muchos esfuerzos humanos, debemos preguntarnos si todavía estamos bajo la bendición de Dios.

¿Te sientes espiritualmente oprimido, quisieras ser llevado a un territorio más ancho? – Espera en Dios, confesándole la pobreza interior que te aflige y pidiéndole un “ensanchamiento de tu territorio”. Ésta es Su voluntad, pues la Escritura dice, en 2 Cr. 25:9:“Jehová puede darte mucho más que esto”.

¿Quieres experimentar en mayor grado la protección de Dios contra los diarios ataques del maligno? Entonces espera en Él también en cuanto a esto, y pídele, con las palabras de Mt. 6:13:“Líbranos del mal”. Haz una oración de todos los deseos de tu corazón y díselos a tu Salvador, ya que el Salmo 62:9 nos invita a hacerlo:“Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio.”Cuando pedimos protección contra el maligno o contra el mal, oramos por algo que le importaba muchísimo también al apóstol Pablo, y lo veía estrechamente ligado a la entrada al cielo, como lo dice en 2 Ti. 4:18:“Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial”.

Con relación a esto, tendríamos que apropiarnos de la oración de Jabes, pues el Señor es honrado mediante una fe llena de confianza. Espera tú también en el Señor como lo hizo Jabes, el cual no lo hizo en vano, pues:“… le otorgó Dios lo que pidió.”Nuestros pedidos a Dios nunca podrán ser demasiado grandes, pues nada es imposible para Él. También tiene validez para cada uno de nosotros, lo que el Eterno le dijo a Su profeta y que llemos en Jeremías 33:3:“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. Pero no oremos una sola vez por un asunto, aunque lo hagamos con fe. Más bien, presentémoslo una y otra vez ante el Señor, como se nos insta en la Palabra, en Col. 4:2:“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias”. O para acompasarlo con nuestro tema: Espera en Dios, hasta que Él te otorgue lo que Le has pedido.

Veamos ahora cuál es la oración más breve que podemos hacer:
Estuve de visita en la casa de un hermano en la fe, muy debilitado por la enfermedad. Su mayor aflicción era que no tenía más fuerza ni para orar ni para leer la Biblia. A pesar de eso, pude brindarle algo de consuelo, orando con él la oración más breve de todas. Le dije: “En tu mayor debilidad, puedes orar esta oración.” Y también tú que estás escuchando este mensaje, lo puedes hacer, por más débil y apagado que estés. Cuando aquel hermano oró ésta, la oración más corta de todas, fue animado, bendecido y fortalecido.

La más breve de todas las oraciones consiste en solamente una palabra: “Jesús”. El que pronuncia este maravilloso nombre con fe, espera en Dios. El que está tan débil y miserable, que ni siquiera puede pensar claramente y menos aún presentar concretos asuntos de oración a Dios, siempre puede orar esta oración: “¡Jesús!” Cuando invocamos con fe al Señor Jesús, esto tiene un alcance inimaginable. Pues solamente en el nombre del Señor Jesucristo hay salvación eterna, como lo dice Hch. 4:12:“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Y en cuanto al futuro, leemos en Filipenses 2:10 lo siguiente:“… para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra”.

El nombre de Jesús, por el cual únicamente pueden ser salvos los seres humanos, y en el cual un día las rodillas de todos los hombres, de todos los tiempos, tendrán que doblarse – ¿no es la mejor oración? Aunque un hijo de Dios solamente sea capaz de orar con fe esta oración, la más breve de todas: “¡Jesús!” – puede esperar grandes y maravillosas cosas de parte del Hijo de Dios. Pues el Padre celestial sabe lo que necesita cada uno de Sus hijos, así nos lo dice en Su Palabra, en Mt. 6:8:“… vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Por supuesto, esto no es ningún salvoconducto que nos libra de la necesidad de orar. Pero sí significa que cuando tan sólo podemos susurrar el nombre de Jesús, igual podemos confiar en que todas las cosas que necesitamos nos son dadas en Su nombre.

Por eso, ora mucho – y especialmente cuando te encuentras débil – esta oración tan breve y tan llena de contenido: “¡Jesús!” Con esto das a entender: Yo espero en Dios. Si la oras con fe, Él hará cosas maravillosas para la gloria de Su nombre. Pues en 1 Jn. 3:23 encontramos que éste es el mandamiento de Dios:“que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo…”

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