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Titulo: “Enoc”2/6 segunda parte
  

Autor: EstebanBeitze 
Nº: PE1219

Vivimos en una sociedad en la cual estamos expuesto a luchas y oposiciones constantes por caminar con Dios. Hay pruebas de todo índole. ¿Cómo mantenerse firme en la carrera?Aprenda de la vida de Enoc y otros ejemplos bíblicos.


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“Enoc” 2/6 segunda parte

Estimado amigo, volvemos para aprender lecciones importantes para nuestras vidas y vemos que Enoc, al caminar con Dios, era una persona que se mantenía firme.

Vivía en una sociedad en la cual estaba expuesto a confrontaciones y oposiciones constantes por caminar con Dios. Seguramente tuvo muchas pruebas, pero a pesar de todo se mantuvo firme ¿Por qué podemos afirmar esto? David, el hombre según el corazón de Dios escribió: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido” (Sal.16:8). Esta realidad es tan clara como el agua. Si caminamos de la mano del Señor, ¿habrá algo que nos haga caer? ¿Habrá alguien que nos pueda sacar de allí? ¡Claro que no!

Jesucristo mismo dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. … y nadie las podrá arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn.10:27-29).

Pablo exclama: “¿Qué pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro.8:31,38,39).

Pedro añade: “¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?” (1P.3:13).

Isaías dice acerca del pueblo de Israel cuando caminara con el Señor: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Is.43:2). “Es escudo a los que caminan rectamente” (Pr.2:7b).

¿Son suficientes? De este tipo de promesas las Escrituras están repletas. Siempre que una persona estuvo dispuesta a ponerse íntegramente en las manos del Señor, fue mantenida firme a pesar de las circunstancias más adversas.

¿Recuerdas los tres amigos de Daniel, que se mantuvieron firmes delante de Nabucodonosor, e inclusive frente a la seguridad de ir a parar en el horno de fuego? Ellos también habían puesto al Señor como centro de sus vidas. Sabían que Dios iba con ellos aunque esto pudiera significar tener que morir en las llamas. Sabemos como terminó la historia. El Señor mismo estuvo caminando con ellos en medio de las llamas que sólo tuvieron poder sobre sus ataduras, pero no los tocaron a ellos.

Cuando Ludwig Nommensen todavía era niño fue atropellado, y sus piernas quedaron muy malheridas. En ese momento le prometió a Dios, que si alguna vez volviera a sostenerse sobre sus piernas, las usaría para llevar el evangelio hasta el fin del mundo. Sus piernas sanaron y cumplió la promesa yendo a las islas del Pacífico donde en aquel entonces todavía había muchos caníbales. Completamente solo fue este gran hombre rubio y blanco a los pobladores pequeños y de piel oscura, a pesar de saber que ellos mataban a cualquiera que entrara a su territorio sin ser invitado.

Los caníbales estaban tan asombrados que lo dejaron entrar hasta el pueblo central. Allí se encontró frente a frente con el cacique diciéndole que quería quedarse con ellos. Hubo una larga deliberación entre el cacique y los demás líderes, después de la cual el cacique se le acercó y le preguntó: “¿Te puedes imaginar lo que pasaría si alguien pusiera un grano de arroz en la calle? ¡No durará mucho y las gallinas se lo comerán!” Ludwig entendió perfectamente. El grano blanco de arroz era él y las gallinas que allá son marrones eran los nativos. El fin que le esperaba era claro.

Pero completamente confiado contestó: “¡No! Las gallinas no se comerán el grano de arroz, porque Él que puso el grano de arroz en la calle cuidará para que no suceda nada”.

Lógicamente querían saber quién era ese que iba cuidar del hombre blanco, y así ese mismo día Ludwig Nommensen pudo tener su primer mensaje. Después los caníbales le permitieron quedar en el pueblo. Más de cien mil se convirtieron y aquel cacique fue el primero.

Si caminas con Dios, estarás seguro.

Pero el Señor no sólo nos ayuda a mantenernos firmes en momentos de grandes conflictos, sino que también nos anima y fortalece constantemente. Estamos en una carrera y a veces se hace larga, demasiado larga. Ni que hablar de Enoc que vivió 300 años en los caminos del Señor. A veces nos sentimos como Elías, que cansado de un ministerio en el cual sólo cosechaba oposición dijo “basta”; y se tiró bajo un arbusto en el desierto queriendo morir.

Una hermana muy probada que vive en Santiago de Chile, me dijo cierta vez después de otra dura prueba en su salud: “Yo oraba que el Señor me llevara a Su presencia. Aquí ya no puedo hacer nada. Sólo soy un estorbo para mi entorno. Realmente no entiendo por qué el Señor todavía me tiene en este mundo”

Pero evidentemente, Dios todavía tenía un plan con Elías y también lo tiene con esta querida hermana. Ella es de ánimo para cientos de personas, sólo por su testimonio de fidelidad a Dios en medio de tremendas pruebas.

Contemplando lo que Cristo sufrió y toleró y tomando de “su plenitud gracia sobre gracia”, tendremos fuerzas suficientes para soportar lo que nos toca a nosotros. Por lo tanto “…corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante… ” Si comparamos esta “carrera” con la maratón, por cierto necesitaremos mucha paciencia y fuerza de voluntad, aparte de un buen estado físico. El origen de la maratón es bien conocido: 

Cuando Darío el Grande con sus ejércitos persas estaba ya en el valle de Maratón, a 40 kilómetros de Atenas, sus habitantes, presos de pánico frente al terrible conquistador, se preparaban a abandonar sus hogares. Pero desistieron al ver que la gente corría hacia la plaza donde el joven Feidipides llegaba desde el campo de batalla, gritando: -¡Alegraos! ¡Hemos vencido! – cayendo muerto inmediatamente.

La maratón es una de las carreras dónde más médicos están presentes para auxiliar a los corredores, por la cantidad de estos, lo largo del recorrido y el esfuerzo que se realiza. Sólo mirando a Cristo no desmayaremos. Él es nuestro ánimo constante en la carrera. Este tipo de competencia tiene una peculiaridad que lo destaca de las demás carreras. Dejando de lado cuando se realiza en los juegos olímpicos, es conocida como una carrera donde todos pueden participar. El primero obtiene el premio, pero lo destacado de este estilo es que no importa tanto el puesto que se ocupa al finalizar la carrera, sino el haber llegado.

Ej.: Una publicidad lo ilustra perfectamente, dónde en una maratón, ya todos habían llegado, la noche ya había cubierto con su manto oscuro el punto de llegada que horas antes hervía de gente. Ahora sólo el viento levanta papeles y basura que quedó tirada. Pero hay alguien todavía en la línea de llegada, una anciana. Ella esperaba a alguien. Al fin de la oscuridad sale un viejito que completamente agotado cruza la línea y cae en los brazos de su esposa. También él había llegado.

En la carrera cristiana, lo importante es llegar habiendo corrido bien. Algunos llegan antes; otros más tarde, lo importante es no desmayar en el camino. A veces la carrera se hace pesada, la oposición hace desanimar, hay mucho esfuerzo que hacer; pero no abandones, Cristo está a tu lado.

Al estar en la carrera cristiana, tenemos la seguridad de la promesa del Señor mismo respecto a su cercanía constante: “…he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt.28:20).

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