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Titulo: “Enoc”1/6 segunda parte
  

Autor: EstebanBeitze 
Nº: PE1218

Dios no puede convivir con el pecado, porque El es santo. Eso es lo que espera de sus hijos también: vivir en santidad. ¿Un desafío demasiado grande? No, escucha este programa y verás un ejemplo de una vida en santidad, apartado para Dios y guiada por Dios, la vida de Enoc.


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«Enoc» 1/6 segunda parte

Estimado amigo, hemos compartido acerca de la vida de Enoc, y la Biblia nos dice que el caminaba con Dios. Enoc vivía en santidad. Es más que evidente que en este caminar en conjunto, Enoc tenía que vivir en santidad. Él no estaba caminando con cualquiera, sino con Dios mismo. Dios no puede convivir con el pecado. Lógicamente que Enoc tendría sus faltas, pero para poder caminar con Dios, todo era arreglado inmediatamente.

La Biblia está llena de pasajes en los cuales se refleja la santidad de Dios y su deseo que Su pueblo Israel y la Iglesia sean santos. El ser santo significa estar apartado para Dios. Todo lo que Dios anhela, es lo que desea el que busca la santidad. Por otro lado, todo lo que Dios aborrece, el que busca la santidad lo evita. Hay una identificación plena con la voluntad de Dios. Uno de los pasajes que muestran estos aspectos a la perfección es 1ª Pedro 1:14-16: «Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes tenías estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo». Dios no deja lugar a medias tintas o zonas grises. Él busca el todo. La argumentación es sencilla pero categórica: «Sed santos, porque yo soy santo».

Las consecuencias del andar fuera de la santidad no son convenientes: «El que camina en integridad anda confiado; mas el que pervierte sus caminos será quebrantado» (Pr.10:9). Conocemos bien lo que el salmo 1 dice acerca del fin de aquellos que andan por los caminos del pecado: «Son como el tamo que arrebata el viento» (Sal.1:4).

Por el contrario, el que anda en la santidad tendrá el beneplácito de Dios. De la Iglesia de Sardis en las cartas de Apocalipsis, se encuentran muchos defectos. Pero sigue habiendo unos pocos que andan en santidad: «Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas porque son dignas» (Ap.3:4). Y seguimos citando: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Ro.8:1).

Con el bautismo el creyente quiere demostrar a todos que su deseo es vivir en santidad: «Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Ro.6:4).

Pero es más que evidente que es una lucha diaria. No es fácil, y jamás lo será. Pero podemos facilitarnos enormemente las cosas o complicarnos la vida.

En Alemania, unos muchachos cortaron al medio dos de los tan conocidos autos «escarabajos» de Volskwagen. Luego unieron las dos mitades traseras, que como es sabido contienen el motor. De esta manera estaban enfrentadas las dos partes traseras. Luego pintaron una leyenda que decía: «No vamos a ninguna parte».

Seguí pensando en esta figura. Supongamos que tenemos dos motores iguales que sólo pueden hacer fuerza para adelante, por ejemplo: tengas puesto primera en ambos; por lo tanto al estar enfrentados se anulan.

Además, supongamos que no se puede apagar ninguno de los motores. La pregunta es: ¿cómo hago para que este auto vaya en la dirección que yo quiera? Piense en la respuesta antes de seguir…

La respuesta es sencilla. Tenemos dos fuerzas iguales y contrarias que por una ley de la física se anulan mutuamente. Entonces la única forma que podemos hacer para que el vehículo vaya en una dirección, es no ponerle combustible en la parte opuesta.

Lo mismo sucede a nivel espiritual. La batalla entre la carne y el espíritu es constante. Si alimento mi carne con revistas, películas, accesos a Internet, tipos de música, amistades y otras cosas que no me convienen, es evidente que la carne ganará la batalla. En cambio si alimento el espíritu con la Biblia, la oración, el congregarme, buscar relación con personas espirituales, también es lógico prever quien va a ganar la batalla.

Pablo dijo: «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseo de la carne» (Gá.5:16).

Y también: «Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne» (Ro.13:14). Enoc vivía en santidad porque caminaba con Dios. Que esta sea también tu realidad, estimado amigo.

Al caminar con Dios se experimenta la guía de Dios constantemente. El salmista Asaf estaba pasando por una profunda crisis, pero luego escribe con palabras emocionantes: «Con todo yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria» (Sl.73:23,24). Al estar con el Señor, al andar con Él, el Señor mismo lo tomaba de la mano para guiarlo por el camino correcto. El ejemplo es el de un padre que toma a su pequeño de la mano, y lo guía por un camino completamente oscuro, pero con toda seguridad porque conoce el camino. Quizás el niño diga: «Tengo miedo, no veo nada». Pero el padre sólo lo toma más fuerte de la mano y le dice: «¡Confía en mí!»

Por lo tanto, si no sabes como sigue tu camino, si no sabes lo que tienes que hacer en este momento, si desconoces la voluntad de Dios para algún aspecto de tu vida, si todo parece cada vez más oscuro, pon tu mano en la firme mano del maestro y Él te conducirá perfectamente. Ahí podrás cantar de todo corazón: 

«Me guía Él, con cuánto amor

Me guía siempre el buen Pastor

Y al ver mi anhelo al serle fiel

Con cuánto amor me guía Él».

Cuántas decisiones hay que tomar a diario. Algunas son cotidianas y otras trascendentes que determinarán el curso de toda la vida, el éxito o la ruina, la bendición o el castigo, el fruto o la falta del mismo, vida o muerte. Muchas veces el tomar la decisión no se nos hace fácil, pero si confías plenamente en el Señor experimentarás: «Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos» (Sal.32.8).

Tu oración debe ser: «Hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud» (Sal.143:8b,10).

Esta guía se extiende a lo largo de toda la vida, mientras uno no deje la mano del Señor, y al final experimentaremos como lo decía Asaf: «me recibirás en gloria». Pareciera que estas palabras hubieran sido escritas por Enoc mismo. Él fue llevado a la gloria por Dios mismo. ¡Querido hermano, esto es lo que nos espera! ¡El Señor te guía hasta llevarte a la gloria!

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