Enoc 15/17
21 febrero, 2008
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Titulo: “Enoc”4/5 tercera parte
  

Autor: EstebanBeitze 
Nº: PE1227

¡Qué situación será esta, cuando de repente millones de personas desaparezcan! Un caos total – y usted: ¿formará parte de los que se van o de los que se quedan?

¿Es posible tener seguridad de que Jesucristo me vendrá a buscar para el encuentro con El en las nubes?

Y después, ¡veremos en quien hemos creído! El seguir a Cristo nos da gozo y satisfacción, es vida en el más amplio sentido de la palabra.


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“Enoc” 4/5 tercera parte

La desaparición

La Biblia dice que Enoc “desapareció”, y el pasaje de Hebreos dice que “no fue hallado porque lo traspuso Dios”. Si quieren lo pueden volver a leer en Génesis 5;24 y Hebreos 11,5.

Este “desapareció” y “no fue hallado” nos hablan de una búsqueda intensa. Con seguridad, los familiares de Enoc lo estuvieron buscando, sin encontrarlo. ¿Cuál sería el sentimiento de los hijos encabezados por Matusalén buscando a su padre, los nietos a su abuelo, la esposa a su esposo? Infructuosa también habrá sido la búsqueda de su padre, Jared. Con seguridad sus vecinos y amigos participaron de la búsqueda, pero ya no apareció. De alguna forma se dieron cuenta que fue un evento espectacular, de manera que se describa la desaparición como un arrebatamiento promovido de parte de Dios.

Pensemos por un momento en el arrebatamiento. ¿Qué pasará en este momento? Ya se escribieron muchos libros y se hicieron películas y representaciones de cómo sería, probablemente, ese momento. El denominador común va a ser la “desaparición” de millones de personas en el mundo entero.

El mundo entero estará alterado como nunca antes por este hecho y buscarán la solución en todos lados. El caos, la desazón, el miedo y la infinidad de preguntas que surgieron como consecuencia de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 pueden ser tomados como una debilísima anticipación de lo que sucederá en el momento del arrebatamiento. Quizás la respuesta o la solución que ofrecerán los políticos y científicos al dilema será la intervención de los extraterrestres.

¿Te puedes imaginar lo trágico que será para muchos que estuvieron en contacto con creyentes, e inclusive asistían a las iglesias, y saber sobre el arrebatamiento, enterarse que no se fueron con el Señor? Espero que este no sea tu caso. Pero si todavía tienes dudas acerca de si te irías con el Señor si Él viniera ahora, entonces en este momento ora al Señor que te limpie de tus pecados y que lo aceptas como el Salvador de tu vida. Enoc estaba tranquilo porque caminaba con Dios; él estaba listo por eso se lo llevó Dios. Jesús hizo todo para que pudieras ir con Él cuando venga. ¿Estás listo? La historia de Enoc también puede ser la tuya.

Estimado amigo, al ser llevado por el Señor, Enoc pudo disfrutar de la gloria por la cual estuvo dispuesto a pagar el precio de una vida andando en sus caminos. Pudo ver lo que anhelaba y fue premiado por su fidelidad. Esto será para cada hombre que le es fiel.

Después de escribir sobra la muerte el apóstol Pablo sigue en la segunda carta a los Corintios, capítulo 5, versículo 11: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”.

Este pasaje de Pablo nos señala que Cristo ha de juzgarnos de acuerdo a nuestros actos y también es el encargado de entregar la recompensa. La idea de este tribunal no es un audiencia dónde se decide sobre vida o condenación eterna. Todos los que aparecerán ahí serán los salvos. Este es un tribunal calificador como se encuentra en las competencias deportivas, en los cuales se decide quién merece el premio por como llevó la competencia.

Esta recompensa ya la empezamos a tener incluso aquí en la tierra. Una vida que ha sido entregada por completo al Señor ya conlleva su premio en sí misma. El seguir a Cristo nos da un gozo y satisfacción, que es vida en el más amplio sentido de la palabra. Es vida verdadera: “…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn.10:10).

Jesucristo dijo reiteradas veces: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí la hallará”.

¿Por qué esto es repetido tantas veces? ¿La razón no será que Cristo nos está mostrando los principios más básicos de la vida cristiana, del discipulado cristiano? ¿Cuál es éste principio? Una vida vivida para uno mismo, a la cual uno se aferra, es una vida perdida. En cambio, una que es entregada al Señor y que se vive en esta entrega, es una vida con propósito, con gozo, con paz aún en medio de la tormenta y es una vida guardada para la eternidad, dónde recibirá su recompensa final. Allí en el cielo será recompensado cada uno de acuerdo a sus acciones e intenciones (1Co.3:11-15).

Estimado amigo, al tener presente que habrá un tribunal de Cristo, ser un cristiano a medias es la más miserable forma de vivir. Los tales se notan insatisfechos, y si estás en esta condición me darás la razón. Es una vida a medias. Participas de la vida cristiana, pero no estás involucrado. Sientes como a otros hermanos les gustaría verte más activo. Te sientes un poco “sapo de otro pozo”. No puedes gozarte en sus éxitos porque estás aparte. Por otro lado, disfrutas un poco de los placeres del mundo y de la carne, pero tampoco te sientes cómodo allí, porque sabes que es pecado. ¡Qué dilema! Lo más triste es que Dios mismo no está de acuerdo con tu actuar. A Él tu actitud le da asco. No eres frío ni caliente, sino tibio (Ap.3:15,16). Por lo cual te vomitará de Su boca.

Lo que el Señor sigue buscando son personas que anden en santidad y consagración a Él en Sus caminos, porque éstas estarán en Su presencia. Lamentablemente no serán muchos, pero ojalá te encuentre entre ellos. Así dice el Señor de una iglesia: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (Ap.3:4).

Por lo tanto, la única persona que verdaderamente es feliz es aquella que puede decir de corazón: 

“Señor Jesucristo: yo aparto por completo mis manos de mi vida, te la entrego incondicionalmente. Manéjala como desees. Quiero vivir en consagración a Ti y en Tu dependencia. Yo te pongo sobre el trono de mi corazón. Cambia, corrige lo que sea necesario y úsame como te parezca conveniente.

Susana estaba disfrutando de su tercer vuelo sin el instructor. Era muy placentero volar en el Cesna 150. De repente, por un error, el avión empezó a caer en picada girando alocadamente sobre sí mismo. Con desesperación ella se aferraba a los controles intentando dominar y enderezar el avión, pero no lo lograba. Veía como la tierra se acercaba con rapidez. Haciendo uso de toda su fuerza intentó nivelar el avión pero no lo logró. Ahí se acordó, que su instructor una vez le había dicho, que si alguna vez pasara algo similar, soltara los controles, dado que este avión estaba hecho de tal forma que se nivelara automáticamente si se encontraba en una situación así. A pesar de esto seguía esforzándose. El sudor le empapó el cuerpo. Y la tierra estaba cada vez más cerca de la avioneta que giraba sobre sí misma. Al final, con mucha fuerza de voluntad y gritando las palabras “suelta los comandos” levantó las manos al techo de la avioneta. Inmediatamente el avión se niveló.

La pregunta es, ¿tienes esta vida plena, o es más bien un languidecer insatisfecho? ¿No quisieras tener esta vida en plenitud ahora y para siempre y recibir el premio? Ya sabes lo que tienes que hacer…

Jesucristo dijo: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap.22:12). Esto pronto ha de suceder.

Pronto el Señor mismo nos dará la bienvenida. Creo que la mayor satisfacción para nosotros será, ir al encuentro del Señor y ser recibido con los brazos abiertos diciéndonos algo similar a: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt.25:21).

Allí nos gozaremos por la eternidad en la presencia de Aquél que fue el autor, el consumador, el ejemplo, el ánimo, la meta y el juez de nuestra carrera.

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