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Titulo: “Enoc”6/6 segunda parte
  

Autor: EstebanBeitze 
Nº: PE1223

Fe es un concepto de realidad enmarcado por un contexto de inseguridad y cambios. Esta fe hace vivir con la mirada en el futuro que Dios tiene preparado. Es un testimonio.

El testimonio se ve empezando en el hogar y de ahí para afuera. ¿Estas impactando por tu testimonio a las personas de tu alrededor?


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“Enoc” 6/6 segunda parte

En el capítulo de la de los grandes héroes de la fe, encontramos una definición de lo que es la fe. Esta es la siguiente: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (He.11:1). El término “certeza” es el mismo utilizado en el original de Hebreos 1:3 para describir el la seguridad de la deidad de Jesús. Por lo tanto, tan seguro como que Jesús es Dios y la imagen perfecta de Su Ser, de la misma manera es absoluta la certeza de la fe. Es un concepto de realidad enmarcado por un contexto de inseguridad y cambios. Todo alrededor de estos hombres y mujeres de Dios era inseguro, injusto, aterrador, inclusive mortal. Pero ellos tenían una seguridad inamovible. Justamente, como la fe se basa en algo completamente real y absoluto, la fe es sinónimo de seguridad completa. Esta seguridad es tal, que ve como presentes las promesas que esperamos.

Esta perspectiva de fe la tenía Enoc, por lo cual Dios lo pudo llevar de este mundo para que pudiera disfrutar de lo que había creído. En Judas 14 leemos: “De estos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio…”. Enoc no sabía nada acerca del arrebatamiento, como es el cielo y la gloria que nos espera, pero sabía que el Señor iba a venir a para poner en orden todas las cosas. Esta era su confianza y este era su mensaje. Por esta confianza, por tener esta esperanza, luego fue llevado a la presencia del Señor.

Nuestra fe también tiene estos aspectos. En primer lugar, hemos puesto nuestra fe en el Señor, con la seguridad de obtener la vida eterna. Esto es una certeza absoluta, porque Cristo dijo: “El que cree en el Hijo, tiene la vida eterna…”. Es categórico, inamovible, completamente seguro.

Pero también hay otra parte. Hay una fe que nos llevará a lo largo de la vida. Esta fe va influenciar nuestras decisiones y nuestra forma de vida. Es la misma fe que tenía Moisés y Enoc. Es la fe en la venida del Señor y la entrega de galardones que está íntimamente relacionada con este evento. En Apocalipsis 22:12 Jesús dice: “He aquí yo vengo pronto y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”.

¡Qué maravillosa seguridad y confianza tenemos! Realmente vale la pena “perder” y “tener por basura” todo lo que pudiera ofrecer este sistema mundano, con tal de alcanzar esta promesa.

¡Vive en esta fe! ¡Confía plenamente en el Señor, que de seguro te dará lo que has creído! De esta manera, aún con gusto dejarías esta vida con tal de estar con el Señor y ver cumplida la razón de tu fe. Esta fue la fe que hizo posible que Enoc fuera arrebatado: “Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios…”.

Así nosotros podemos exclamar con el apóstol Pablo: “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor porque por fe andamos, no por vista; pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables” (2Co.5:6-9).

Otra realidad en la vida de Enoc, estimado amigo era: 

Enoc impactó por su testimonio.

De esta realidad leemos en Hebreos 11:5: “…antes que fuese traspuesto (Enoc), tuvo testimonio de haber agradado a Dios”.

Enoc fue una persona que tuvo un excelente testimonio; trascendió en la sociedad en la cual vivía por su testimonio.

Trenchard decía: “Este caminar (de Enoc) se llevó a cabo, no en la soledad de una vida en solitario y penitente, sino en medio de la vida familiar, en la que engendró hijos e hijas”.

Enoc no se había encerrado en la celda de una monasterio donde de todas formas siguen vigentes los deseos de la carne. No. Su testimonio era algo notorio en medio de su familia, de sus amigos, de sus vecinos, en definitiva, en cualquier lugar y en cualquier momento.

El testimonio personal de Esteban Beitze: 

Gracias a Dios pude nacer en un hogar cristiano. Mis padres son personas consagradas completamente al Señor y desde antes que yo naciera ya estaban sirviendo al Señor a tiempo completo. Esto lo siguen haciendo, a pesar de ya estar jubilados. Yo era la oveja negra en mi familia, y costó mucho que yo me reconociera pecador y acudiera arrepentido a Cristo. Yo les hice la vida difícil a mis padres. Pero si hay algo que me llevó a seguir a Cristo fueron las oraciones y sobre todo el ejemplo de mis padres. Yo vivía con ellos. Conocía sus luchas y pruebas, conocía sus puntos débiles y fuertes. Pero a pesar de todo, ellos vivieron una vida íntegra, sin hipocresía. Lo que predicaban lo vivían, aún en la intimidad del hogar. Muchas veces se compara al hogar como una fortaleza, a cuya intimidad nadie o muy pocos tienen acceso. Para afuera puede aparentar muchas cosas lindas, pareciera que estuvieran desbordando de amor y paz, pero lamentablemente muchas veces todo es una pantalla, una farsa. En mi ministerio estoy en contacto con muchos jóvenes, de los cuales muchos vienen de hogares cristianos. Inclusive hogares de líderes de iglesias. Pero cuántas veces las peores cosas pasan en estos hogares que desde afuera lucen brillantes. Gracias a Dios este no fue mi caso. Para mí, mi padre es el ejemplo máximo de un creyente espiritual y sus consejos siempre resultaron ser acertados. El testimonio se ve empezando en el hogar y de ahí para afuera.

¿Cuál era el testimonio de Enoc?

Tuvo “testimonio de haber agradado a Dios”.

El “agradar a Dios” está íntimamente ligado al “caminar con Dios”. De hecho la traducción griega del Antiguo Testamento conocida como la Septuaginta (LXX), en Génesis 5:22 traduce “Y caminó Enoc con Dios” por “Enoc agradó a Dios”. Es obvio que si caminamos con Dios le agradamos. Justamente es esto lo que busca de nosotros.

“Agradar a Dios” significa que Dios se complace en él; es ser aceptable delante suyo. A Dios le agrada, le llena de alegría y satisfacción cuando una persona busca hacer Su voluntad. Por esto Dios pudo decir de David: “el hombre según el corazón de Dios”. Esto no significa que sea exento de errores. Bien conocemos los errores gravísimos de David. Pero, lo que David tenía, era, que a pesar de sus equivocaciones, las reconoció y se arrepintió de las mismas y luego siguió por el camino correcto. Esto es agradar a Dios.

Es una vida que impacta por su testimonio intachable. Es como la vida de Daniel, del cual sus enemigos buscaban causa para acusarlo delante del rey, pero no la encontraron. La afirmación de sus enemigos es impactante: “…mas no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él. Entonces dijeron aquellos hombres: No hallaremos contra este Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la hallamos contra él en relación con la ley de su Dios”. ¿Se puede decir lo mismo de tu vida? Saben tus compañeros de estudio o de trabajo, tus amigos y vecinos que eres cristiano? Pero no sólo esto, sino ¿se sienten atraídos por tu forma de ser y vivir? o si pudieras leer sus pensamientos o escuchar lo que dicen cuando no te encuentras, quizás escucharías comentarios como: “¿Y éste se llama cristiano? Así, prefiero seguir siendo lo que soy”.

Pregúntate honestamente delante de Dios si el veredicto de Dios sobre tu vida es el mismo que sobre la vida de Enoc. ¿Será un: “tuvo testimonio de haber agradado a Dios”?

Pero también está el no agradar a Dios. Lo encontramos en el mismo contexto: “Mas el justo vivirá por su fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma” (Hb.10:38).

Una fe práctica fue la que llevó a Enoc a que su testimonio trascendiera. Pero así también, podría un creyente llenarse de orgullo, poner su confianza en sí mismo en vez del Señor, y volverse atrás por cobardía, permanecer en el pecado, y deshonrar al Señor que tanto ha hecho y está dispuesto a hacer por él. Por lo tanto le alcanza ese “no agradará a mi alma” o como sería literalmente: “no se complacerá mi alma en él”.

En este punto nos tenemos que preguntar: – ¿Realmente agrado a Dios, o mi ser orgulloso o cobarde que le deshonra?

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