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El Universo Nuevo
(4ª parte)

Autor: René Malgo

 En Apocalipsis 21:1 dice así: “Viun cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierrapasaron, y el mar ya no existía más”. Nuestra meta final no es el cielo actual, a dondeiremos cuando muramos, sino un universo nuevo. Eso es lo que añora la creacióncon vehemencia. Escuchemos más acerca de este apasionante tema!

 


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PE1946 – Estudio Bíblico
El Universo Nuevo (4ª parte)



Queridos amigos, tratando este tema: “El universo nuevo”, hemos visto que se habla de ello en distintos pasajes de la Biblia, por ejemplo en Is. 65:17: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento”. En 2 P. 3:13: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Y en Ap. 21:1: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”.

La Biblia comienza con el paraíso y termina con el paraíso. La Biblia comienza con la creación del cielo y de la tierra, y termina con la creación de un nuevo cielo y una nueva tierra

Tal como Dios creó el universo en el comienzo de los tiempos, así Él creará un nuevo universo en el fin de los tiempos. Así como “el mundo de entonces” fue destruido, durante el diluvio, a través del agua, “los cielos y la tierra que existen ahora” serán destruidos por el fuego, como explica el apóstol Pedro (en 2 P. 3:6 y 7, y 10 al 12). Y así como el Fénix resurgió de las cenizas, de este universo quemado por el fuego surgirá un nuevo universo. Ésa es la gloria futura que esperamos. Ése es el paraíso que añoramos.

¡Y la nueva tierra de la nueva creación será más magnífica, más variada, más hermosa, más pintoresca, más espléndida, más gloriosa, más imponente y más emocionante que la tierra que conocemos ahora! El universo purificado con fuego, en cierto sentido, dará a luz uno nuevo, un universo purificado del pecado. Así, el ferviente anhelo de la creación antigua se habrá cumplido totalmente.

El reino eterno del cielo, en el nuevo universo, tendrá un centro que lo sobrepasará todo: Será “el Señor Dios Todopoderoso, (…) y el Cordero” (así lo leemos en Ap. 21:22). Dios el Padre y el Cordero, en el trono de la gloria en la nueva metrópolis de la nueva tierra, serán el centro indiscutido del nuevo universo, y ya no reinará el poder del pecado, sino el poder el Altísimo.

En el nuevo universo sólo vivirán los redimidos, cuyos pecados fueron lavados por la sangre de Jesús y expiados por medio de Su muerte en la cruz. “Y no habrá más maldición” (nos dice Ap. 22:3). La maldición del pecado, que posa sobre nuestra presente antigua creación ya no existirá en el nuevo cielo y la nueva tierra.

En la nueva creación vivirán personas reales con cuerpos reales. Los que creen en Cristo, tienen la esperanza de que un día resucitarán libres de pecado. El “cuerpo de la humillación” de cada creyente será transformado “para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (de Jesús)” (así leemos en Fil. 3:20 y 21).

Dios no prescindirá de la diversidad en el universo nuevo, pues ninguna persona es como la otra. Ningún redimido es como el otro. Todos nosotros somos diferentes miembros con diferentes tareas, nacionalidades y caracteres, en un cuerpo, el cuerpo de Cristo. Después de todo, la glorificación de nuestro propio cuerpo no borrará nuestro carácter, pero sí nuestra debilidad y nuestra pecaminosidad. En el nuevo universo habrá jerarquías, riquezas, actividades, cultura, comida y trabajo. Y todo esto durará eternamente.

Sin lugar a dudas, el nuevo universo será el lugar donde habrá vida en abundancia. Será el lugar donde Dios mostrará “las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (como nos dice Ef. 2:7) – y lo hará de “eternidad en eternidad” (como lo afirma Ap. 22:5).

En Apocalipsis 21:5, vemos que Dios el Todopoderoso, aquél que es “el principio y el fin”, promete: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”. “Estas palabras son fieles y verdaderas” (nos dice el v. 6). ¿Está usted contento de saber que Dios hará todo nuevo? ¿Cree usted que habrá un cielo nuevo y una tierra nueva? ¿Cree que eso será mejor que lo más hermoso que usted pueda imaginar ahora?

El Rey David sabía de la vida en la presencia de Dios, y en el Salmo 16:11 dijo: “En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”. Nos espera la vida, y vida en abundancia. Eso el Señor ya lo prometió hace miles de años atrás. Y, como nos dice 2 Pedro 3:9: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

Esa longanimidad, paciencia, amor y misericordia de Dios también pueden ser vistos en los dos últimos capítulos de la Biblia. Dios no quiere llenar el lugar de la condenación, sino que quiere poblar el paraíso restaurado con personas como usted y como yo. En Apocalipsis 21:6, Dios nos hace un ofrecimiento increíblemente generoso: “Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. Aquí vemos el amor indescriptible de Dios y Su gloria. Su ofrecimiento está en pie. Jesucristo lo hizo todo por usted en la cruz del Gólgota. Él salvaguardó la salvación por completo. Tomar gratuitamente del agua de vida significa que usted, no importando lo culpable que pueda ser delante de Dios, ahora puede estar delante de Él completamente justificado y sin culpa, porque el Señor Jesucristo ya expió todos sus pecados en la cruz. Usted puede tomar gratuitamente del agua de vida – por la gracia sobreabundante de Dios y la fe en el Señor Jesucristo (acerca de esto podemos leer en Efesios 2:1 al 10).

El punto culminante y más importante en la historia, es la cruz. La cruz es el lugar del intercambio. Allí Cristo tomó sobre Sí nuestra injusticia pecaminosa y nuestra ineptitud para el nuevo universo, y en contrapartida nos dio Su perfecta justicia y aptitud (de lo cual se nos habla en 2 Co. 5:21; y en Ro. 5:15 al 19). En la cruz se decide quien puede disfrutar de las maravillosas promesas (mencionadas en Ef. 3:6) y de la eternidad en la nueva tierra (prometida en el Sal. 37:29).

¿Está usted pronto para cuando regrese el Señor Jesucristo resucitado, para cumplir todas las promesas? ¿Lo espera con gozo? Esta expectativa, ¿le anima a llevar una “santa y piadosa manera de vivir” (de la cual nos habla 2 P. 3:11)? ¡Su Redentor le dará una gloria que ni en sus mejores sueños usted podría imaginar! Y Aquél “que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve.” Entonces, nuestra reacción no puede ser otra, sino las de las palabras escritas en Apocalipsis 22:20: “Amén; sí, ven, Señor Jesús”.

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