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El Universo Nuevo
(3ª parte)

Autor: René Malgo

 En Apocalípsis 21:1 dice así: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. Nuestra meta final no es el cielo actual, a donde iremos cuando muramos, sino un universo nuevo. Eso es lo que añora la creación con vehemencia. Escuchemos más acerca de este apasionante tema!

 


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PE1945 – Estudio Bíblico
El Universo Nuevo (3ª parte)



Queridos amigos, hemos hablado de que este nuevo universo tendrá un nuevo centro, ahora veremos que tendrá también una nueva condición.

Ahora: ¿Cómo será el nuevo universo, donde Dios mismo vivirá con la gente? Pero, antes de responder esto, vamos primero a la noticia alarmante: En alguna parte habrá un “afuera” (mencionado en Ap. 22:15), un lugar en el cual estarán los “perros”, los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los fornicarios, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos. Apocalipsis 21:8 llama a ese lugar el lago de fuego. Esa gente no podrá entrar al nuevo universo, y mucho menos a la nueva Jerusalén (como vemos en Ap. 21:27). De modo que, en alguna parte, todavía estará el lugar del castigo eterno.

Está claro: en el nuevo universo sólo viven los redimidos, cuyos pecados fueron lavados por la sangre de Jesús y expiados por medio de Su muerte en la cruz. Porque no existe nadie que no haya mostrado ya ser un mentiroso, cobarde, o por lo menos en su corazón, un asesino, fornicario o idólatra. En el nuevo universo no habrá ateos, ni agnósticos, no habrá budistas, ni musulmanes, ni judíos o “cristianos” que hayan rechazado a Jesucristo como Señor. En el nuevo universo encontraremos personas reconciliadas con Dios a través de la fe en Jesucristo, personas pronunciadas justas y santas.

Eso significa, entre otras cosas: que los habitantes del nuevo universo no se encontrarán con gente malvada. Quien hable con otro en la nueva tierra, no necesitará temer que su prójimo le pueda mentir. No habrá discusiones sobre justicia o injusticia, y nadie pondrá ninguna cosa por encima de la adoración y el honor a Dios. Nadie engañará al otro. Nadie hará, dirá o pensará algo malo. Nadie peleará con el otro. Ya nadie odiará a otro.

“Y no habrá más maldición” (nos dice Ap. 22:3). La maldición del pecado, que posa sobre nuestra presente antigua creación ya no existirá en el nuevo cielo y la nueva tierra. Nada se romperá, se echará a perder o se descompondrá. Ninguna maldición – ningún pecado. Ningún pecado – ninguna muerte. Ninguna muerte – ninguna descomposición. Las condiciones serán perfectas. La nueva creación del nuevo universo será eterna y sin tacha. No habrá lágrimas, ni muerte, ni duelo, ni gritería (peleas, alardes, etc.), ni dolor (heridas, lesiones, etc.) (así nos dice el cap. 21:3 y 4). Ya no habrá más noche, y el sol y la luna ya no serán necesarios, porque Dios mismo será la fuente palpitante de luz y vida en la nueva tierra (nos asegura el cap. 21:22 y 24).

Según Apocalipsis 21:3 y 12, la gente vivirá en esta nueva creación perfecta juntamente con los ángeles. Se habla aquí de seres humanos, no de almas, ni de espíritus. ¿Qué es el ser humano? Una unidad de cuerpo, alma y espíritu (como se menciona en 1 Ts. 5:23).

En la nueva creación vivirán personas reales con cuerpos reales. Los que creen en Cristo, tienen la esperanza de que un día resucitarán libres de pecado. El “cuerpo de la humillación” de cada creyente será transformado “para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (de Jesús)” (así leemos en Fil. 3:20 y 21). ¿Por qué? ¡Porque un día los redimidos vivirán en cuerpos de resurrección perfectos, en un universo resucitado perfecto, con su perfecto Señor resucitado, bajo condiciones perfectas!

El profeta Daniel revela que las personas resucitarán; unos “para vida eterna”, y “otros para vergüenza y confusión perpetua” (Dn. 12:2 y 3). Unos recibirán cuerpos de resurrección para la perdición eterna, y los otros para el paraíso eterno. En la nueva tierra vivirán las personas redimidas, resucitadas, glorificadas. Ellos serán como los ángeles de Dios en el cielo (nos dice Mt. 22:30). Y tan variados y diversos como Dios creó a los seres humanos, tan variados y diversos serán en la condición glorificada porque llevarán “la imagen del celestial” (como afirma 1 Co. 15:49) y tendrán cuerpos espirituales, es decir, celestiales. Porque la resurrección de los redimidos no significa que todos los redimidos serán iguales, sino una transformación y glorificación individual de cada redimido. Así como Jesucristo tiene un cuerpo de resurrección individual en el que se pueden ver Sus heridas, así también los redimidos recibirán un cuerpo de resurrección individual (como leemos en Fil. 3:20 y 21).

Estas personas redimidas en el nuevo universo serán el pueblo de Dios (mencionado en Ap. 21:3). Algunas traducciones también dicen “pueblos”. Depende del traductor y cual sea la variante que a él le parezca más apropiada. Porque el contexto general de Apocalipsis 21 y 22, también permite el término “pueblos”: Apocalipsis 21:12 menciona las “las doce tribus de los hijos de Israel”, y los versículos 24 y 26 hablan de naciones, es decir, “pueblos gentiles” (en plural). Pareciera como si en el nuevo universo eterno aún se hiciera diferencia entre Israel y las naciones. De ahí que se podría suponer que aun en la nueva tierra seguirá habiendo diversos pueblos, todos ellos sirviendo a ese único Dios. ¿Por qué no habría de seguirse la línea que comenzara durante el reino del milenio, en la tierra pecaminosa? Pero, ¡en la eternidad será sin pecado!

¿Quién dice que Dios prescindirá de la diversidad en el universo nuevo? Ninguna persona es como la otra. Ningún redimido es como el otro. Todos nosotros somos diferentes miembros con diferentes tareas, nacionalidades y caracteres, en un cuerpo, el cuerpo de Cristo. Después de todo, la glorificación de nuestro propio cuerpo no borrará nuestro carácter, pero sí nuestra debilidad y nuestra pecaminosidad. Pablo explica, en Hch. 17:26, que Dios “de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra”. Los seres humanos fueron hechos de una sangre. No hay razas superiores o inferiores. Y aun así, de una sangre, Dios hizo diferentes naciones. ¿Habrá algo en contra de que esa diversidad también exista en la nueva creación?

Según Apocalipsis 21:24, las naciones andarán – o sea que hay movimiento en el nuevo universo. Los reyes de la tierra traerán su gloria y sus riquezas a la nueva Jerusalén. De modo que se podrá entrar y salir de la nueva capital. Además, los habitantes del nuevo universo, por un lado servirán a Dios (Ap. 22:3) y por otro lado reinarán con Él “por los siglos de los siglos” (Ap. 22:5). Aparentemente, también podrán comer (según Ap. 22:2).

Sea lo que sea que todo esto pueda significar – podemos notar lo siguiente: en el nuevo universo habrá jerarquías, riquezas, actividades, cultura, comida y trabajo. Y todo esto durará eternamente. El profeta Daniel, en el cap. 7:18, confirma lo siguiente para los redimidos, refiriéndose probablemente a todos los redimidos de todos los tiempos: “Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre”. Cuando el Señor Jesús dice que nos hagamos tesoros en el cielo, que muchos de oriente y de occidente en el reino de los cielos estarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, y que el siervo fiel un día será puesto sobre todas las cosas, entonces podemos tomar esas cosas en forma literal. Sin lugar a dudas, el nuevo universo es el lugar donde hay vida en abundancia. Es el lugar donde Dios mostrará “las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (como nos dice Ef. 2:7) – y lo hará de “eternidad en eternidad” (como lo afirma Ap. 22:5).

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