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El Último Mensaje de Jesús a su Iglesia

(3ª parte)

Autor: Norbert Lieth

Dejemos entrar ya ahora a Aquél cuya venida está cerca! Démosle todo el espacio en nuestros corazones a Aquél que en la vida de cada uno de nosotros descubre con santa radicalidad lo que todavía no está en orden, pero que sigue llamando con todo amor y mansedumbre a la puerta de nuestros corazones


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PE1150 – Estudio Bíblico
El Último Mensaje de Jesús a su Iglesia
(3ª parte)



En cuanto a la tibieza, el Señor habla también de las obras: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojala fueras frío o caliente! Así, porque eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca.” El que se vuelve tibio frente al Señor, pronto arde para el pecado; pues el pecado siempre está esperando a la puerta.

Tibieza quiere decir que ya no se tiran claramente las fronteras frente al mundo y frente a la carne. Hoy en día hay cristianos que viven en concubinato; para ellos esto es totalmente normal. ¡Pero la Palabra de Dios no ha cambiado! Sin embargo, los tiempos postreros se caracterizan justamente por el hecho de que gran parte de la cristiandad ya no ve el pecado como pecado, porque no arde más para Jesús.

En la carta a la iglesia de Laodicea – contrariamente a las otras seis iglesias -, llama especialmente nuestra atención que el Señor ya no menciona los diferentes pecados, sino que simplemente dice: “…porque eres tibio…” Es decir, todo su estado era negativo. Repito: El estado de tibieza es muy grave porque la tibieza frente al Señor ya no toma nada verdaderamente en serio, tampoco el pecado. Todo es generalizado. Algunos ejemplos al respecto:

– Ya no se pone un claro límite entre el haber nacido de nuevo y no haber nacido de nuevo. Muchas veces se oye decir: “¡Pero todos somos cristianos!” Sin embargo, el Señor Jesús dice: “…a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3). ¿Todavía damos importancia a estas afirmaciones de la Escritura absolutamente necesarias para la salvación, ¿todavía tienen un lugar importante en nuestra predicación?

– También el concepto “fe”, hoy en día es generalizado. Hace poco, alguien dijo: “…pero de alguna manera todos los hombres creen en Dios.”

Hay falta de discernimiento de los cristianos en cuanto a la fe. Pues muchos todavía no han comprendido lo que la Biblia, en realidad, quiere decir con “fe”. La fe neotestamentaria, no solamente es una fe en Dios, pues está escrito: “También los demonios creen (que Dios existe) y tiemblan” (Stg. 2:19b). Antes bien, solamente la fe que ha llevado al nuevo nacimiento, es una fe bíblica-neotestamentaria. Si alguien cree en Dios, esto todavía no significa que es creyente como lo dice la Biblia.

Norberth Lieth, antes de su conversión, era católico. Desde su temprana niñez creía en Dios – y a pesar de esto, no era salvo. ¿Por qué no? Porque esta fe no tiene peso ante el Eterno. Unicamente la fe en Jesucristo cuenta ante Dios. Muchas personas cuentan lo siguiente acerca de su conversión: “He orado durante semanas a Dios, pero no pasó nada. Pero luego oré a Jesús y fui salvo.” Jesús es el único camino a Dios el Padre. ¡No hay otra posibilidad!

Vamos a ilustrar la fe verdadera por un ejemplo profano: el fútbol. Si un delantero está fuera de juego y hace un gol, un buen árbitro hace parar el juego. Pues según las reglas de este juego, un gol logrado desde fuera de juego, no es ningún gol, aunque miles de espectadores protesten contra esto. Aplicando esto a la fe: Cuando una persona cree en Dios pero al mismo tiempo está fuera de juego, lejos de Jesús, entonces según las “reglas” del Nuevo Testamento no ha nacido de nuevo. Habacuc 2:4b dice: “…pero el justo por su fe vivirá.” Se necesita, pues, una fe viva, es decir, la fe en Jesucristo, pues El nos fue hecho por Dios “sabiduría, justificación, santificación y redención”.

El apóstol Pablo, antes de su conversión, ¿creía o no en Dios? Sí, pues él mismo testificó: “Soy un hombre judío…instruido…en la estricta observancia de la ley de nuestros padres, siendo celoso de Dios…” (Hch. 22:3). ¿Era por eso salvo? No, esto recién lo fue cuando llegó a creer en Jesucristo.

¿Creían en Dios los fariseos de aquel entonces, a los cuales el Señor Jesús dijo: “…porque a menos que creáis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Jn 8:24)? Sí, creían en Dios; pero no querían aceptar que Jesús fuera el Hijo de Dios, es decir, el Mesías prometido de Israel. Por eso, su fe no tenía validez ante Dios.

¿Era Israel creyente en el sentido neotestamentario, en la época de Jesús, o lo es hoy? No, pues Romanos 9:31-33 dice: “…mientras que Israel, que iba tras la ley de justicia, no alcanzó la ley. ¿Por qué? Porque no era por fe, sino por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion una piedra de tropiezo y una roca de escándalo; y aquel que cree en él no será avergonzado.” Pero sabemos – ¡gracias a Dios! – que Israel aún llegará a la fe verdadera en Jesús y será salvo. Por eso dice Romanos 11:23: “Y ellos (los judíos) también, si no permanecen en incredulidad (frente a Jesús), serán injertados; porque Dios es poderoso para injertarlos de nuevo.” El día de la salvación de Israel vendrá con toda seguridad (Ro. 11:26). Pero esto tiene validez tanto para los judíos como para los gentiles: El que solamente cree en Dios, pero no en Jesús, no tiene la fe que agrada a Dios. Verdadera fe significa que recibo a Jesucristo en mi corazón. Cada actitud que difiere de esto y cada generalización de la fe, es tibieza.

Otro punto que tenemos que ver es que se han vuelto tibios también en cuanto al regreso de Jesús.

Ya no se cuenta verdaderamente con El, que dijo reiteradamente que regresaría. Lo leemos por ejemplo en Jn. 14:1-3; Ap. 3:11; 22:12.20. Las generaciones anteriores de los cristianos creían en el regreso de Jesús y contaban con él, más de lo que lo hace la Iglesia de Jesús actual, la cual realmente es concernida.

Si el Señor Jesús dijo a la iglesia de Laodicea (una imagen de la Iglesia de los tiempos postreros): “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo”, quizás también podemos comprenderlo así: “¡He aquí, yo vengo pronto!” Pues en cuanto al arrebatamiento hemos dicho que El vendrá, figuradamente hablando, por la puerta abierta del cielo para buscar a Su Iglesia y hacerla entrar por esta misma puerta a la sala del trono celestial.

Aún está delante de la puerta cerrada, la cual, sin embargo, pronto se abrirá. Por eso, el Señor Jesús dice con respecto a Su venida en San Marcos 13.34-37: “Será como el hombre que al salir de viaje dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa, sea a la tarde, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana; no sea que cuando vuelva de repente os halle durmiendo. Lo que a vosotros digo, a todos digo: ¡Velad!”

Hoy en día debemos ser “porteros” vigilantes, que oyen Su llamar. Por eso, ¡dejemos entrar ya ahora a Aquél cuya venida está cerca! Sí, démosle todo el espacio en nuestros corazones a Aquél que en la vida de cada uno de nosotros descubre con santa radicalidad lo que todavía no está en orden, pero que sigue llamando con todo amor y mansedumbre a la puerta de nuestros corazones, vinculando esto con una promesa: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo.”

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