El tribunal de Cristo – Un tribunal de recompensas (3ª Parte)

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El tribunal de Cristo – Un tribunal de recompensas 
(3ª parte)

Autor: Thomas Lieth

    2ª Co. 5:10 nos habla de un futuro tribunal ante el cual un día todos los hijos de Dios debemos comparecer. Pero, ¿de qué se trata este tribunal de recompensas? ¿Cómo debemos imaginarlo?


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PE1867 – Estudio Bíblico
El tribunal de Cristo – Un tribunal de recompensas (3ª Parte)



    Qué tal amigos? ¿Cómo están? Veníamos hablando acerca de la recompensa de este tribunal, la cual en la Biblia es representada con coronas de vencedor. En 1ª Co. 9:24 leemos:“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis”.Un atleta – por usar un ejemplo de Pablo – no se emborracha ni come demás antes de una competencia, sino que se abstiene y cuida de tener una alimentación sana. ¿Por qué nosotros, los cristianos, no lo hacemos así también? Abstención. Esto significa asegurarnos de deshacernos de todo lo innecesario y de aquello que nos oprime – negarnos al pecado, que nos aleja de una vida santificada – y, en lugar de eso, ingerir una alimentación espiritual sana.

 ¿Qué es para nosotros una alimentación sana? No es una barra de cereales y una bebida energizante, sino la Palabra de Dios y la doctrina de Jesucristo. Pablo lo sabía: se trata de dejar de lado todas las cosas de este mundo para alcanzar la corona imperecedera del vencedor, para recibir la recompensa completa, para algún día poder estar en el servicio privilegiado del Señor,“no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”(como nos dice el v. 27).

Pablo no tenía ninguna duda en cuanto a su salvación, sino que tenía la seguridad de la misma – una certeza que todo cristiano puede tener. Él no temía por la salvación de su alma, pero sí sabía que existe un galardón que uno puede perder. Del mismo modo, a un hijo de Dios no se le debe decir que quizás pueda perder su salvación, sino que debe ser exhortado a cuidar de no perder el galardón, como lo hace Col. 2:18 cuando dice:“Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal”.

El premio de la competencia, es decir la recompensa, no tiene nada que ver con la salvación o la pérdida de la misma.“Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo”(nos dice 2 Jn. 8). De modo que uno puede perder parte de su galardón, pero, nuevamente, aquí no se cuestiona la salvación.“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”(así leemos en Ap. 3:11). También esta corona se refiere a la recompensa y no a la salvación.

También el apóstol Pablo tenía sus luchas, como cada uno de nosotros, pero en 1 Co. 9:27 vemos que él podía decir:“… golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre”. ¿Cómo lograba Pablo esto? Por el poder del Espíritu Santo. Él se relacionaba siempre con el Señor en oración y servicio. De ese modo, lograba que el cuerpo no lo venciera a él, sino que él venciera al cuerpo.

Cuanto más usted ora, cuanto más usted sirve, cuanto más usted lee las Sagradas Escrituras – dejando así que el Señor le hable – tanto menos tiempo tendrá para tener pensamientos inadecuados e impuros. El Espíritu Santo lo cambiará. Él le quiere transformar en la imagen del Señor Jesucristo. El asunto principal es decidir si darle o no lugar y tiempo suficiente al Espíritu Santo. La salvación nos ha sido obsequiada. Nada le podemos dar al Señor por ella, ya que con nada podríamos igualar la salvación. Lo único que le podemos dar al Salvador es una vida de entrega y de total fidelidad, es decir, entregar nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (como dice Ro. 12:1 y 2). Esa entrega, esa forma de darse totalmente, no quedará sin recompensa.

¿Qué es el galardón ante el tribunal de recompensas? Col. 3:23 al 25 dice así:“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas”. ¡Todo para el Señor! Cuanto antes usted trate de hacer esto, tanto más grande será su recompensa. Si bien no sabemos con claridad como será la vida en la presencia de Dios, creo poder decir, que por lo menos una parte importante será la adoración y el servicio. “Quiero ir al cielo para servir a mi gran Dios y Redentor…” Sí, creo que verdaderamente se tratará de eso. ¿Será que nuestro galardón se encuentra en el grado de servicio? No en el sentido: “Cuanto mayor mi galardón, menos tengo que servir”, sino al contrario: “Cuanto mayor mi recompensa, más puedo servir a mi Señor y Salvador.” Ahora algunos se sentirán confundidos: “¿Servir? ¡Pero si yo no quiero ir al cielo para servir! ¡Para eso, mejor tocar el arpa!” Pero, ¡no nos apuremos!

Leamos Apocalipsis 22:3 primero:“Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán.”¿Quiénes son los siervos de Dios y del Cordero? ¡Los redimidos que un día estarán con el Señor! Según esto, la mayor satisfacción, el mayor galardón se encuentra en el servicio para el Salvador.

Este servir en la eternidad, sin embargo, no tendrá nada que ver con servidumbre, o incluso esclavitud, en el sentido común de la palabra. Por un lado es verdad que se nos llama siervos, pero del mismo modo también se nos llama sacerdotes y reyes, hermanos y amigos de Jesús, al igual que hijos y herederos de Dios. En Apocalipsis 21:7, por ejemplo, dice:“El que venciere(también podemos decir: Quien se mantiene fiel),heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”Incluso habla de que reinaremos y gobernaremos juntamente con Él. Porque según Apocalipsis 22:5, los que sirven a Dios: “… reinarán por los siglos de los siglos.” Ese reinar con Él también es una forma de servir, porque no reinaremos para nosotros mismos, sino para el Señor y con el Señor.

Tengamos en cuenta que Apocalipsis 22:4  habla de que veremos Su rostro, y que Su nombre estará en nuestras frentes. Su nombre, Su nombre santo estará escrito en nuestras frentes. Es decir: Somos Su propiedad, ya no habrá nada que nos pueda separar del amor y de la presencia de Dios y del Cordero. ¡Seremos Suyos por siempre!

¡Qué privilegio será poder servir en la presencia inmediata del todopoderoso y santo Creador, el cual es el lugar del que se habla en los primeros versículos de Apocalipsis 21: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos… y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor…”! Estar en el favor especial del todopoderoso y santo Dios Creador, incluso pertenecer a su círculo más íntimo, estar constantemente en la presencia del Redentor — ¡eso es un galardón deseable! Ahí verdaderamente se puede hablar de un servicio privilegiado por el cual Pablo se esfuerza, y que será razón para un gozo abundante.

Será un servicio lleno de satisfacción, sin preocupaciones ni privaciones – en todo el sentido de la palabra, un servicio celestial. Si bien no podemos captar esto en su totalidad con nuestra mente limitada, no habrá nada más hermoso, ni nunca antes habremos vivido algo más hermoso que vivir en la presencia inmediata de Dios, que poder servirle a Él y poder adorarle a Él. En realidad, nunca podremos describir con palabras lo que un día vamos a vivir y experimentar en la presencia de Dios, ni lo que significará poder reinar con Él, ser Sus hijos y herederos y, al mismo tiempo, poder servirle.

El hecho de que cada creyente tenga que comparecer un día delante de Dios para rendir cuentas de su vida debería alentarnos a ser fieles y alinear las prioridades de nuestra vida, teniendo en cuenta la forma en que nuestras obras, en palabras y hechos, un día serán evaluadas en la eternidad. No deberíamos recibir loores en nuestro sermón fúnebre, sino sólo en el hablar de Dios en el juicio de recompensas, cuando el Señor y Salvador evalúe nuestras obras.

Una cosa es segura: lo que prevalecerá en el juicio de recompensas será el gozo, ya que estaremos gozando de la vida eterna, podremos ver al Señor cara a cara, y entraremos a la gloria eterna e indescriptible. Tan sólo eso, ya será razón para el gozo y la adoración: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza…” (nos dice 1 Jn. 2:28). Pero, en medio de todo este gozo justificado, queremos animarnos los unos a los otros a servir al Señor de todo corazón y a ser administradores fieles: “para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.” Al Señor sean dadas las gracias por el amor y la fidelidad que Él nos demuestra. Y, de ese modo, queremos ser fieles por amor a Aquél que nos amó primero, como vemos en 1 Jn. 4:9, 11 y 19, quien es fiel, y verdaderamente dio todo por nosotros.

 

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