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Titulo: “El ser humano en el tamiz de Dios” 1/3
  

Autor: ErichFischer
Nº: PE1131

“El ser sacudidos en el tamiz de las pruebas es necesario para los cristianos.

Porque a través de las sacudidas, en la vida de cada cristiano se separa lo utilizable de lo inutilizable. Allí se separa el trigo de la paja.”


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“El ser humano en el tamiz de Dios” 1/3

Querido amigo, las pruebas sirven para que, en los cristianos nacidos de nuevo, la paja sea separada del trigo verdadero.

Dice la Biblia en Lucas 22:31-34:“Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte. Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.”

Si leemos el capítulo 22 detenidamente, nos llama la atención que nuestro Señor Jesús, después de la ceremonia de la Santa Cena, mantiene diferentes conversaciones de sobremesa con Sus discípulos.

Después de eso, ellos abandonan el salón todos juntos y se dirigen hacia Getsemaní.

Quisiera analizar más en detalle con ustedes una de esas conversaciones, la cual cité al comienzo. Si ponemos atención nos damos cuenta que se trata de una conversación de aconsejamiento pastoral. Y que tiene un carácter muy serio. Pero eso no es para asombrarse, ya que el camino inmediato, después de la misma, llevaría al Señor Jesús a Getsemaní. Él sabía que allí lo arrestarían. Y también sabía todo lo que seguiría a ese arresto. Y, además, sabía que Sus discípulos, desde ese momento, caerían en tentación. ¿Es de asombrar entonces, en vista de las circunstancias, que toda Su preocupación – y a la vez toda Su solicitud – estuvieran dirigidas hacia aquellos que hasta allí Le habían seguido con fidelidad?

Aun cuando Jesús se dirige directamente a Pedro, y además lo llama por su nombre viejo y mundano:“Simón, Simón,…”, dándole así una seriedad aún mayor a toda la situación, no excluye a los demás discípulos. Eso se deduce claramente del uso del pronombre “os”:“… Satanás os ha pedido para zarandearos…”

El que Jesús le dijera“Simón, Simón…”,tenía una razón muy especial. Era para impresionarlo, para sacudirlo, es más, para exhortarlo. Esta manera de usar el nombre dos veces la encontramos varias veces en la Biblia, seguramente tiene un efecto diferente sobre la persona, que si solamente se le nombra en forma convencional: Es incisiva y penetrante; hace prestar atención, y alcanza el corazón de la persona a quien uno se dirige.

Estimado amigo, lo que también llama la atención, en el texto que leí al comienzo, es que aquí se habla del afán de Satanás. No es Dios, sino Satanás quien quiere zarandear a los discípulos como se zarandea al trigo:“Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos.”Luego, continúa hablando de la negación de Pedro. La intención de Jesús era preparar a los discípulos, pero especialmente a Pedro, para el inminente tiempo de sufrimiento. El ya sabe que para ellos será un tiempo de pruebas muy fuertes. Y esas pruebas provienen de Satanás, el causante de todo sufrimiento. El hecho es que este gran adversario de Dios se ha propuesto, firmemente, demostrarle a Dios que la fe de los discípulos no es para tanto, y por eso Le exige que sean zarandeados.

¿Sabe usted cómo se hacía antiguamente eso de zarandear el trigo, de tamizar y de limpiarlo, lo que aun hoy se practica todavía en los países pobres? El agricultor echaba el trigo en un tamiz, se ubicaba en la dirección del viento, y luego lo sacudía y agitaba fuertemente. De este modo, la paja era separada del trigo. A continuación, tiraba el contenido del tamiz al aire, y la paja más fina era llevada por el viento.

Todo eso tenía un carácter purificador, a través del tamizado. El hecho es que en los corazones de los discípulos, y especialmente en el corazón de Pedro, todavía el trigo y la paja se encontraban muy juntos. Allí, lo utilizable y lo inutilizable todavía estaba muy mezclado lo uno con lo otro. Lo bueno estaba mezclado con lo malo, lo verdadero con lo falso, lo espiritual con lo no espiritual. En la vida de Pedro todavía reinaba el caos. Aún faltaba una línea de división clara, un gran discernimiento. Pero de eso adolecían todos los discípulos, no sólo Pedro, a pesar de todo el tiempo que habían pasado junto a Jesús y de lo que habían podido aprender de Él.

A través del tamizado y del ser sacudidos permitido por Dios, los discípulos debían ser alertados de su condición pecaminosa. Ellos debían reconocer esa condición mientras era traída a la superficie, y ya no dormitaba en lo profundo de sus corazones. Lo no espiritual, lo carnal, el viejo hombre, todo eso debía ser sacado a la luz y separado, del mismo modo que el trigo es separado de la paja.

Personalmente, estimado amigo, estoy firmemente convencido que también nosotros, de tanto en tanto, tenemos la extrema necesidad de experimentar el proceso de ser sacudidos y agitados en el tamiz de Dios; siendo el tamiz, como ya he mencionado, las pruebas de parte de Satanás que han sido permitidas por Dios con buenos propósitos.

El ser sacudidos en el tamiz de las pruebas es necesario para los cristianos.

Porque a través de las sacudidas, en la vida de cada cristiano se separa lo utilizable de lo inutilizable. Allí se separa el trigo de la paja.

Le invito a escuchar algo de música y enseguida regresamos.

Estimado amigo, ahora bien, observemos primeramente a los discípulos. En sus corazones, el trigo y la paja se encontraban mezclados.

Pero, debemos admitir y enfatizar que el trigo estaba allí presente. En sus vidas se encontraba lo espiritual. Sin lugar a dudas. Eso se demostraba, por ejemplo, en su amor por el Señor. De ningún modo podemos ni debemos negar ese amor en Pedro. ¡Estaba presente! Y esto es documentado en la conversación que sostuvo el Señor resucitado con él. Jesús preguntó a Pedro, de manera abierta y directa:“Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”(refiriéndose a los demás discípulos), y Pedro contestó con firmeza:“Sí, Señor, tú sabes que te amo”. Cuando Jesús le preguntó por segunda vez, recibió exactamente la misma respuesta:“Sí, Señor; tú sabes que te amo”. Y cuando Jesús preguntó a Pedro, aun una tercera vez, por su amor a El, éste fue aún un paso más allá y contestó:“Señor, tú lo sabes todo…”Con eso, él quiso decir: Tú sabes que yo Te negué. Tú sabes que yo caí. Tú sabes que he fallado, y sabes mucho más aún. Pero, Tú también sabes“que te amo”.

Este trigo del amor también se expresó en que él estuvo dispuesto a seguir a Jesús desde el principio. Pensemos un poco en lo que eso le pudo costar: Tuvo que dejar su oficio. Abandonar su barco y sus redes, que son la base de la existencia de un pescador. Tuvo que dejar atrás a su familia, ya que muchas veces dejaba de verla por un tiempo prolongado. Tuvo que dar la espalda a todas las comodidades de la vida que había disfrutado hasta entonces. ¿Por qué? Porque él quería seguir a Jesús por amor, quería andar con Él.

Tampoco, de modo alguno, se le puede negar a Pedro la disposición de sufrir con Jesús. El estaba dispuesto a ir con Él a la cárcel y, si era necesario, a la muerte. Él dio pruebas de esta disposición cuando, durante el arresto de Jesús, quiso defenderlo con una espada contra todo un poderío. Naturalmente, Pedro muchas veces sobreestimaba sus propias fuerzas, pero básicamente él estaba dispuesto a ello, y lo hacía también con corazón sincero.

Y una cosa más: Pedro también demostró tener una verdadera fe. Eso podemos deducirlo de Juan 6:60. Cuando muchos de los seguidores de Jesús lo abandonaron, a causa de Sus “duras palabras”, y Él preguntó a Sus discípulos:“¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro(en cierta forma, tomando el lugar de los demás): Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”(vs. 67-68). ¡Qué fe! Eso era trigo bueno, sano, utilizable.

Pero – y esto no debe ser pasado por alto de ninguna manera – también estaba la paja, o sea lo otro que había en el corazón de Pedro, como por ejemplo un concepto demasiado alto de sí mismo. Él tenía una opinión demasiado elevada de sí. Ponía mucha confianza en sus propias fuerzas. Es más, él se jactó:“Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”. Los otros quizás sí, después de todo no se puede esperar mucho de ellos – son unos cobardes y unos débiles. ¡Pero yo, Pedro, me aferro firmemente a Ti!

Estimado amigo, en el entusiasmo de Pedro, con respecto a seguir a Jesús, además de lo verdadero, de lo realista, también se podía encontrar muchas cosas que no eran puras ni realistas. La verdad es que Pedro era, más bien, un hombre que le temía al sufrimiento. Cuando Jesús habló a Sus discípulos de Sus sufrimientos, cuando trató de hacerles comprender lo que se venía, que Él debía ir a Jerusalén y ser rechazado por su propia generación, y que debería sufrir, dijo:“Entonces Pedro, tomándolo(a Jesús)aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”. En ese momento, él no solamente temía por su Señor, también temía por sí mismo, temía por su propio pellejo.

Tampoco los demás discípulos estaban libres de motivos no espirituales y egoístas.

De esto escucharemos más en el próximo programa.

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