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Autor: Rich Carmicheal – Wim Malgo – René Malgo

Hebreos 9:29 habla del regreso de Jesús y nos dice: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”.


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PE2184 – Estudio Bíblico
El regreso de Jesús (4ª parte)



Un gusto estar nuevamente con ustedes, estimados amigos. Como decíamos en el programa anterior: Seguramente, una de las actividades principales en el cielo será la adoración. Hebreos 12:23 habla de “la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos”. Congregación significa que los redimidos se reúnen delante del trono de Dios para alabarlo a Él, como vemos en Apocalipsis, capítulos 4, 5 y 6. La adoración juega un rol central en el cielo, ya que los vencedores tienen toda razón para agradecer a su Señor por la llegada segura a la ciudad más bella de todas las dimensiones.

Eso también significa que en el cielo podremos acordarnos de nuestra vida aquí en la tierra. Pues ¿por qué cosas alabaríamos a Dios si no pudiéramos recordar cómo Él nos redimió y nos sostuvo a lo largo de nuestra vida? Es cierto, Dios en sí mismo es lo suficientemente digno de adoración, pero seguramente Él no tiene ningún interés en que nosotros olvidemos lo que Él ha hecho por nosotros. Y ¿por qué se les diría a los mártires, en Apocalipsis 6:9 al 11, que “descansen un poco de tiempo”, si ellos no pudieran recordar la razón por la que deben descansar?

Este pasaje bíblico desmiente toda idea de que Dios borraría nuestra memoria. Los mártires en el cielo, por ejemplo, pueden recordar haber sido asesinados, seguramente un recuerdo traumático. Ellos incluso demuestran sentimientos y deseos al respecto, cuando preguntan a Dios: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Ap 610).

A la luz de la gloria y de la presencia de Dios, también usted podrá darle el lugar correcto a los peores recuerdos. Pues no olvide que en el cielo, usted será perfecto, y que además, Dios el Padre “enjugará toda lágrima” de sus ojos (según Apocalipsis 7:17). Él le consolará; usted experimentará sanidad de sus peores recuerdos, y esto sin que Dios reduzca a nulo sus experiencias pasadas en la tierra.

El Señor Jesús confirma en Mateo 22:32: “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”. Cuando usted muera, no comenzará todo desde cero. Richard Sibbes, teólogo anglicano del siglo 16, lo expresó así: “Para nosotros los cristianos, la muerte es solamente un cruel portero que nos hace pasar a un palacio magnífico. La muerte de un cristiano es una mudanza, no la eliminación de todo lo anterior. Lo único que quedará eliminado son nuestros pecados, porque Jesús los cargó en la cruz.”

En Lucas 16:9, Jesucristo dice con respecto a cómo manejamos el dinero y cómo nos relacionamos con nuestros prójimos, que debemos invertir en “moradas eternas”. Lo que hacemos aquí en la tierra, tiene influencia en la eternidad, y eso mucho más de lo que nos imaginamos. Las amistades que concretamos aquí en la tierra, no serán anuladas en el cielo.
Aquello que invertimos en otras personas aquí en la tierra, tendrá sus consecuencias sobre nuestras relaciones en el cielo.

Si bien los matrimonios quedarán disueltos en el cielo (lo cual tiene razones muy prácticas, y también teológicas), la amistad formada en un matrimonio, seguirá viva. Como en el cielo no hay relaciones sexuales, ni tampoco pecado (o sea que no habrá envidia, ni celos), una persona, por ejemplo, que volvió a casarse después de la muerte de su primer cónyuge, en el cielo disfrutará de una amistad entrañable con ambas personas.

Puede que eso suene algo extraño para nosotros en esta vida, pero en el cielo ya no habrá diferencia de trato, ni engaño. El comportamiento del Señor Jesucristo sin pecado, cuando Él estuvo aquí en la tierra, puede darnos alguna idea de cómo será. Si bien el Señor Jesús ama a todas las personas por igual, tenía una relación especial con los doce discípulos; y con los tres discípulos del así llamado círculo interno, su relación era aún más extraordinaria. Incluso hubo mujeres con quienes Él tenía una relación más cercana que con otras – ¡y nuestro Señor seguro que no era un adúltero o inmoral! Las diferencias en intensidad en nuestras relaciones humanas y las amistades estrechas, no son expresión de pecado.

Si usted es un hijo de Dios, su hogar está en el cielo. Allí usted tiene su ciudadanía. Allí usted tiene todos los derechos y privilegios. Allí su nombre es conocido, allí usted es amado, allí es esperado, allí está su pueblo (como nos dice Filipenses 3:20). Usted es miembro de la familia de Dios y conciudadano de los santos (según Efesios 2:19). Usted estará en casa con el Dios viviente. Y eso, sin lugar a dudas, será lo mejor del cielo: la comunión con el Dios vivo. Es el anhelo que expresan los hijos de Coré en el Salmo 42:2: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” No existe nada más hermoso que la resplandeciente, pura y tres veces santa gloria de Dios. Él es y será el Bien supremo del cielo.

Jesucristo dice en Juan 17:3: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. En otras palabras: Lo supremo, lo más hermoso, lo más glorioso y valioso, es conocer a Dios el Padre y a Dios el Hijo – ¡y precisamente para esto estaremos en el cielo! Un cielo sin Jesús, no sería cielo. Por eso, el predicador inglés Charles Spurgeon exclama:

“¡Oh, pensar en un cielo sin Cristo! Es lo mismo que pensar en el infierno. ¡Cielo sin Cristo! Eso es un día sin sol, existencia sin vida, banquete sin comida, ver sin luz. Es una contradicción en sí misma. ¡Cielo sin Cristo! Absurdo. Es un mar sin agua, una tierra sin campos, el cielo sin sus estrellas. No puede existir ningún cielo sin Cristo. Él es la plenitud de la felicidad, la fuente de la cual fluye el cielo, el elemento del cual se compone el cielo. Cristo es el cielo, y el cielo es Cristo.”

Dicho en otras palabras: Si a usted no le agrada la persona del Señor Jesús, entonces tampoco le gustará el cielo. Y si usted ya hoy, aquí en la tierra, desea tener un anticipo del cielo, busque la comunión con Dios, su Padre, y con Jesucristo, su Señor. Ore y desee como David en el Salmo 27:4: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo”.

Busque lo que está arriba (como nos exhorta Pablo en Colosenses 3:1-4). Viva concientemente con su Señor Jesús – y para Él. Busque activamente en oración y en el estudio de Su Palabra, la presencia de su Dios y el trono de Su gracia. Entonces su alma podrá hallar descanso interior, profundo gozo y paz duradera, “porque mejor es un día en Sus atrios que mil fuera de ellos”. – Sí, “escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad” (como lo expresa el Salmo 84:10). Maranata, el Señor viene. “¡Amén, sí, ven, Señor Jesús!”

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