El primero y el último Rey de Jerusalén 2/3

El primero y el último Rey de Jerusalén 1/3
21 febrero, 2008
El primero y el último Rey de Jerusalén 3/3
21 febrero, 2008
El primero y el último Rey de Jerusalén 1/3
21 febrero, 2008
El primero y el último Rey de Jerusalén 3/3
21 febrero, 2008

Titulo: “El primero y el último Rey de Jerusalén” 2/3
 

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1109

“El primero y el último Rey de Jerusalén” es el título de esta serie de programas de Wim Malgo en la voz del Pastor Hartwich. En esta segunda parte se estudia ” El encuentro con Abram”


Descargarlo GRATIS a su propio pc para tener o compartír con otrosPE1109.mp3



“El primero y el último Rey de Jerusalén” 2/3

Querido amigo, es delicioso observar cómo Melquisedec habla de Dios frente a Abraham: “Bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos”. Lo nombra, pues, el Dios Altísimo, que posee cielo y tierra, y al mismo tiempo anuncia a Abraham que es bendecido por parte de este Dios. Esta es una preparación básica para el encuentro con el rey de Sodoma. Un hombre bendecido por Dios no necesita nada de lo que le ofrece el enemigo. Siendo que el Dueño del cielo y de la tierra llena el horizonte de Abraham, los bienes de Sodoma tienen poca atracción para él. Por eso, no nos sorprende que Abraham, cuando el rey de Sodoma le propone: “Dame las personas, y toma para ti los bienes”, le responde: “He hecho votos a Jehová el Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que no tomaré ni un hilo, ni la correa de un calzado, nada de todo lo que es tuyo, para que no digas después: Yo enriquecí a Abram”. Abram se niega a enriquecerse por el rey de Sodoma, pues es rico por el Dios eterno, y ha tenido un encuentro con Su rey-sacerdote.

Sin embargo estimado amigo, con esto todavía no hemos explicado lo extraordinario en Melquisedec, es decir, el hecho de que era al mismo tiempo sacerdote y rey, y que Abraham le reconoció como tal. Justamente en Israel, más tarde, el Señor prohibió la combinación de sacerdocio y reinado bajo amenaza de pena de muerte: “Constituirás a Aarón y a sus hijos para que cumplan con su sacerdocio. El extraño que se acerque será muerto” (Nm. 3:10). Y luego podemos ver en 2 Crónicas 26:16 lo seria que era esta prohibición para Dios. Cuando el rey Uzías se atrevió a cumplir el ministerio del sacerdote, quedó leproso y fue expulsado. Pero ya David reconoció, por el Espíritu de Dios, que la gloria del Hijo que le había sido prometido consistiría en la combinación de los dos ministerios, y que tanto Su reinado como Su sacerdocio serían algo eterno. La imagen luminosa de Melquisedec, un milenio más tarde, inspira a David, siendo la única personalidad humana en la cual es representada esta eterna doble dignidad. Esto se desprende del Salmo 110. Tiene solamente siete versículos, pero contiene una maravillosa profecía de Melquisedec, el que ya vino y el que vendrá. Es como si allí en el Salmo 110, se abriera el pimpollo profético de Génesis 14, mostrando toda la hermosura de la historia de la salvación.

Ahora bien estimado amigo leeré el versículo 1 del Salmo 110: “Jehová dijo a mi señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies”, y comparemos esto a lo que Melquisedec le dice a Abraham en Génesis 14: “Bendito sea el Dios Altísimo.” O Salmos 110:2: “Jehová enviará desde Sion el cetro de tu poder; domina en medio de tus enemigos”, comparado con Génesis 14:20, donde Melquisedec dice a Abram: “En el día de tu poder, tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en la hermosura de la santidad”. “Y Abram le dio a él el diezmo de todo” (Gn. 14:20b).

Querido amigo, Él se ofreció voluntariamente en la hermosura de la santidad.

Escuchemos algo de música y enseguida regresamos.

Querido amigo, volvemos de este agradable momento musical y ahora vemos que en el Salmo 110, acontece algo inesperado. El Señor hace un voto con relación al sacerdocio de Melquisedec: “Jehová juró y no se retractará: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. ¿De quién profetiza David aquí? ¿Profetiza de sí mismo o profetiza, con efecto retroactivo, sobre Melquisedec? No habla aquí ni del primer rey de Jerusalén ni de sí mismo, sino del último Rey, de Jesucristo. El que sigue leyendo a partir del versículo 5, ve claramente que se habla del Señor. Trata de la revelación del Sacerdote-Rey según el orden de Melquisedec, mientras que los pueblos son juzgados: “El Señor está a tu mano derecha; aplastará a los reyes en el día de su ira. Juzgará entre las naciones; las llenará de cadáveres. Aplastará a los jefes sobre la extensa tierra”. En medio de este juicio, Se manifestará Jesucristo, el Rey-Sacerdote según el orden de Melquisedec. Justamente a esto se refería el último Rey de Jerusalén, el Rey que pronto aparecerá, cuando dijo: “Entonces, ¿cómo es que David, mediante el Espíritu, le llama Señor? Pues dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. Pues, si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? Nadie le podía responder palabra, ni nadie se atrevió desde aquel día a preguntarle más” (Mt. 22:43-46). Esto nos hace ver que David no solamente miraba hacia atrás, hacia Melquisedec, sino también hacia adelante, hacia el Hijo de Dios, el último Rey de Jerusalén. Hebreos 5:8-11 dice de El: “Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por lo que padeció. Y habiendo sido perfeccionado, llegó a ser Autor de eterna salvación para todos los que le obedecen, y fue proclamado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. De esto tenemos mucho que decir, aunque es difícil de explicar, porque habéis llegado a ser tardos para oír.” La misma carta testifica también que Melquisedec era rey y sacerdote: En primer lugar, su nombre significa “rey de justicia”, y también era rey de Salem, que significa “rey de paz”. Así que podemos ver querido amigo, en el primer rey de Jerusalén, también al último Rey, el Rey-Sacerdote de Jerusalén. El Rey hace la justicia con Su cetro de hierro, pero del Sacerdote expía el pecado del pueblo, hace la paz con Dios. Estos dos ministerios, o sea, los dos conceptos “justicia” y “paz”, en el Antiguo Testamento eran un contraste, se excluían mutuamente. Sin embargo, el salmista profetizó en el Salmo 85:10: “La justicia y la paz se besaron.”

Nos encontramos estimado amigo en el próximo programa para finalizar con este interesante tema. ¡Hasta pronto!.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo