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21 febrero, 2008
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Titulo: “El misterio de la fe”.

Autor: Norbert Lieth
  Nº: PE914

Actualmente experimentamos una preocupante pérdida de fe, que va de la mano de una desmitificación de la Biblia, encabezada por la teología moderna. Los milagros y las grandes obras de Dios, en el mejor de los casos, son cuestionados, en el peor, sin embargo, desmentidos.

 

Pablo, en el Nuevo Testamento, habla acerca del misterio de la fe, el cual sólo  puede existir en una conciencia limpia. Se refiere con eso a algo que debe determinar toda la vida y los actos de un siervo, o discípulo de Cristo.

La fe, resultado de conocimiento y experiencia, se convierte en un íntimo convencimiento que rige nuestro ser y

nuestro actuar.


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“El MISTERIO DE LA FE”.

Cuando Pablo le dio instrucciones a Timoteo acerca de los requisitos para los supervisores y diáconos de la iglesia, habló sobre el misterio de la fe. El requisito es que los tales “guarden el misterio de la fe con limpia conciencia” (1 Timoteo 3:9).

  Aquí surge la pregunta: ¿A qué se refiere esto? ¿Se trata de un misterio? Fe en hebreo es “Emunah”. De la misma raíz proviene la tan conocida palabra “Amén”. “Emunah” aparece sólo doce veces en el Antiguo Testamento y el traductor judío Zunz la vierte únicamente una vez como “fe”, y es en el significativo texto:“mas el justo por su fe vivirá”(Habacuc 2:4).

En la usual RV 1960 la palabra “fe” también aparece en Números 35:30 e Isaías 57:11. En el Nuevo Testamento aparece 250 veces.

 

Esta porción se vuelve a citar tres veces en el Nuevo Testamento para explicar el significado del prácticamente recién creado concepto de “fe”. La palabra “Emunah” se traduce otras veces como fidelidad, veracidad, confianza o conciencia, todas características que pertenecen a la fe y que están incluidas en esta palabra hebrea. *

  A diferencia del sustantivo “Emunah” para “fe”, el verbo “ma’amin” para “creer” por lo general también se traduce así al alemán; en algunos casos también como “confiar”. La porción más sobresaliente puede que  se encuentre en Números 14:11:“y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?”¿Qué motivaron estas fuertes palabras de Dios? El Señor estaba afligido porque su pueblo confió más en el negativo informe de los diez espías que en las tremendas experiencias que vivió en el pasado con Dios. Al fin y al cabo, sacó a los israelitas de la esclavitud en Egipto y los cruzó maravillosamente por el Mar Rojo y luego los liberó de todos los enemigos durante el éxodo a través del desierto, proveyéndoles alimento y agua. Este triste capítulo en la historia de Israel, nos muestra lo que significa en realidad la fe. La fe, resultado de conocimiento y experiencia se convierte en un íntimo convencimiento que rige nuestro ser y nuestro actuar. Solamente por eso la fe ya es un misterio. Pero aquí se trata de algo más, es decir, de la fe en Dios. Es posible engañar a las personas, pero no se puede engañar a Dios. El propio Moisés, siervo de Dios, había fracasado en este aspecto cuando por mandato de Dios debía hablarle a la peña para que de ella manara agua. Aquí reconocemos que fe también significa fidelidad. En vez de hablarle a la peña, Moisés airado la golpeó dos veces ante la rebelde congregación. En esto no fue fiel al mandato de Dios. La reacción divina demuestra cuán en serio se tomó Dios el acto de desobediencia:“Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”(Números 20:12).

  De manera que cuando Pablo en el Nuevo Testamento habla acerca del misterio de la fe, el cual sólo  puede existir en una conciencia limpia, se refiere con eso a algo que debe determinar todo el ser y actuar de un siervo o discípulo de Cristo. Este misterio de la fe se fundamenta sobre las señales y prodigios que realizó Jesús, pero también sobre su mensaje del evangelio análogo a la fe, la cual Dios esperaba de Israel en base a los milagros y señales que Él había realizado entre ellos.

 

 

  Actualmente experimentamos una preocupante pérdida de fe que va de la mano de una desmitificación de la Biblia encabezada por la teología moderna. Los milagros y las grandes obras de Dios en el mejor de los casos son cuestionados, en el peor, sin embargo, desmentidos. Pero las consecuencias no tardan en llegar. En aquel entonces, como castigo Israel tuvo que deambular 40 años por el desierto. De la misma manera el cristianismo deambula en la actualidad en un desierto espiritual. Es aconsejable en cuanto a esto leer todo el tercer capítulo de la primera carta de Timoteo.

 

 En el Nuevo Testamento los términos “fe” y “creer” aparecen mucho más que en el Antiguo Testamento. Este hecho llevó a que el judío Shalom Ben Chorin expresara, que a diferencia del cristianismo el judaísmo era la religión de la ley y no de la fe. Pero lo equivocada que es esta tesis lo demuestra el texto que ya vimos de Números 14:11. Allí Dios se lamenta que su pueblo lo haya desechado debido a la falta de fe, por tal motivo hasta quiso aniquilarlo. Por otro lado la fe en Jesús no es una fe sin mandamientos, sino que incluye todos sus mandamientos y palabras. Si observamos el sermón del monte, debemos admitir que el mensaje de Jesús para nosotros tiene exigencias mucho mayores que los mandamientos para los Israelitas. Todo esto está incluido en el misterio de la fe. Por eso también se lo cataloga como un misterio.

  Sería demasiado si en este artículo entráramos a detallar todos los componentes de la fe. Pablo a grandes rasgos lo expresa de la siguiente manera:“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”(1 Timoteo 3:16).

 

 

Estas maravillosas verdades son parte de la fe en Jesucristo, la cual – como hemos escuchado en el programa pasado – es un misterio de Dios. Quiero hacer recordar, que justificado es sólo aquel que ha aceptado el ofrecimiento misericordioso de Dios en Jesucristo. ¡Qué esta fe  – de la cual Pablo nos habla en la carta a Timoteo – nos domine de tal manera que todo nuestro ser y nuestra vida esté llena de ella! Así vamos a ser discípulos que sigan el camino trazado por Cristo, con el fin de ser semejantes al Maestro.

 

 

  A través de las leyes y de todo lo que Dios le dio a su pueblo, quiso lograr que éste tuviera fe en Él. Pero lamentablemente ese no fue el caso. Por eso a través de Jesucristo Dios le demanda al hombre antes que nada el creer, para que luego por medio de la fe guarden sus mandamientos. Este es el orden que Dios puso. Por este motivo Jesús también le dio la prioridad a la fe prometiéndole entonces al creyente la vida eterna. En Juan 6:40 vemos un ejemplo:“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

 

De manera que realmente podemos decir: Hay un misterio inconmensurable en la fe en Jesús, abierto para todo aquel que cree en Él. En el capítulo 11 de la carta a los Hebreos encontramos una de las palabras más fuertes sobre la fe, allí se habla sobre los héroes de la fe del Antiguo Testamento. Que estas palabras nos sirvan de exhortación:“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le haz, z que es galardonador de los que le buscan.”(Hebreos 11:6).

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