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Título: El encuentro con el Señor, un encueentro que hace posible lo imposible

Autor : Norbert Lieth
PE1366

Un acontecimiento muy especial: Eliseo hace flotar el hierro que había caído al río a través de un palo que había cortado de un árbol. Queremos tratar de aprender de este acontecimiento, allá al lado del río Jordán, primeramente con respecto a Israel y, luego, a todos los seres humanos.


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El madero milagroso

En lo que hizo el profeta Eliseo, allí en el Jordán, estimado oyente, vemos aparecer lo que Dios, en Jesucristo, hizo por nosotros allá en el Gólgota.

1. El escucha nuestro clamor. En 2 Reyes 6:5-6 leemos: “Pero sucedió que cuando uno de ellos estaba derribando un tronco, se le cayó el hierro del hacha al agua, y dio voces diciendo: — ¡Ay, señor mío! ¡Era prestada! El hombre de Dios preguntó: — ¿Dónde cayó? Le mostró el lugar. Y él cortó un palo, lo echó allí e hizo flotar el hierro”.

El Señor escucha el clamor de todo ser humano, y ha escuchado el clamor del mundo entero, realizando una salvación que hace posible lo imposible. Lo que vale, es lo que Pedro predicó el día de Pentecostés: “Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” (Hechos 2:21). El madero del Gólgota es la respuesta de Dios a nuestro clamor. El se arrojó a Sí mismo a las aguas de la muerte por nosotros.

2. Jesús pregunta por el individuo. Para poder remediar el problema de su discípulo, Eliseo le preguntó: “¿Dónde exactamente cayó el hierro?” Así lo hace Dios. El busca a los caídos. En la muerte de Jesucristo en la cruz, y en Su resurrección, Dios pregunta por cada individuo. El busca a quien salvar.

¡Jesucristo murió por usted! El descubre su vida y pregunta: “Dígame, ¿dónde cayó?”, para así poder ayudarle. ¡Venga a Jesús, y muéstrele las áreas de su vida que están necesitadas de sanidad y salvación.

3. Usted conocerá lo que Él ha hecho por usted. ¿Cómo ayudó Eliseo a su discípulo, cuyo hierro se había caído en el agua? Dice: “Y él cortó un palo, lo echó allí e hizo flotar el hierro” (2 Reyes 6.6b).

Ya hace mucho tiempo, Jesús se entregó a la muerte por nosotros. El, como “cordero sin mancha y sin contaminación” (1 P. 1:19), se entregó, en nuestro lugar, a las aguas del distanciamiento de Dios, para hacernos volver a la vida. Cada año, en la fiesta de la pascua, los judíos cantan la canción del cordero, que dice así: 

“Mi padre compró un corderito por dos monedas. Entonces vino un perro y mordió al cordero; él se enojó, tomó un palo y golpeó al perro. Luego vino el fuego y quemó el palo que había golpeado al perro. Después vino el agua y apagó el fuego que había quemado el palo. Luego vino una vaca que bebió el agua que había apagado el fuego. Entonces vino el carnicero y mató a la vaca que se había tomado el agua que apagó el fuego, que quemó el palo, que golpeó al perro, que mordió al cordero”.

En esta historia todos son culpables, menos el cordero. Todos en esta tierra son culpables, sólo el Cordero es inocente. Los judíos ya cantaban esta canción 1000 años antes de nacer Cristo, sin saber lo que el contenido verdaderamente significaría. Hoy lo sabemos: era un himno de alabanza al Cordero inocente de Dios.

En Jonás, capítulo 2, se presenta, en forma profética, lo que el Señor haría por nosotros. Aquí nos enfrentamos a la muerte y resurrección de Jesucristo: “Desde mi angustia invoqué a Jehovah, y El me respondió. Clamé desde el vientre del Seol, y Tú escuchaste mi voz. Me arrojaste a lo profundo, en el corazón de los mares, y me rodeó la corriente: Todas Tus ondas y Tus olas han pasado sobre mí. Yo dije: Expulsado soy de delante de Tus ojos; pero aún he de ver Tu santo templo. Pero Tú hiciste subir mi vida de la fosa, ¡oh Jehovah, Dios mío!” (Jonás 2:2-4,6b).

Jesús, por medio de Su muerte y resurrección, trajo perdón y vida eterna. Lo imposible fue hecho posible: ¡El hizo flotar el “hierro” en contra de la ley de la gravedad! ¡Por la fe en Su muerte y Su resurrección pueden volver a salir a la superficie las almas humanas que se estaban hundiendo! Un malhechor en la cruz, que se estaba hundiendo en los caudales de sus crímenes, repentinamente sale a la superficie y escucha, de la boca del Salvador moribundo, las palabras: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Debajo de la cruz, en la cual murió Jesús, aparece un capitán romano y testifica: “¡Verdaderamente éste era Hijo de Dios!”. Encandilado por la clara luz del Cristo que estaba hablando con él, surge Saulo de los caudales del odio para ser discípulo de Jesús y dice: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”.

Cuando se le preguntó a un conocido evangelista por qué él iba a participar en una importante evangelización como predicador principal, la respuesta brotó de sus labios: 

Porque la Palabra de la Cruz tiene que llegar a la gente. Porque sana a las personas quebrantadas. Levanta a los deprimidos. Rehace las vidas estropeadas y las hace nuevas. Ayuda para la vida y para la muerte. Consuela a los que lloran al lado de una tumba.

El poder de Dios, en Jesucristo, realmente puede ser experimentado

Lo imposible se hizo posible cuando Dios, por medio de Su profeta Eliseo, hizo flotar el hierro. Pero una cosa no hizo Eliseo: No fue él mismo quien sacó el hierro del Jordán, sino que dijo a su discípulo: “Tómalo. Y él extendió la mano y lo tomó” (2 Reyes 6:7). Del mismo modo el Señor le dice a cada perdido: “¡Toma la vida!” La vida eterna y el perdón de los pecados están listos para ser tomados, y eso se hace por intermedio de la fe en Jesucristo. En Efesios 1:19-20, la Biblia dice: “Y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza. Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales”.

Uno que buscó para sí la vida eterna, fue el matemático y pensador francés Blas Pascal, en su tiempo uno de los más grandes eruditos de Europa. Se dice de él: A los 16 años descubrió el teorema que lleva su nombre, que es un problema geométrico muy complicado. A los 18 años inventó la máquina calculadora. Alcanzó a vivir tan solamente 39 años de edad, y su muerte fue considerada en todo el mundo como una gran pérdida. Pero, por más grande que fuera su inteligencia, su corazón por mucho tiempo estuvo vacío. El buscaba la paz con Dios. Finalmente la halló, por medio de la lectura de un texto bíblico que hizo encenderse la luz en él.

Después de su muerte, se encontró un trocito de tela sobre su corazón, en el cual estaban bordadas las siguientes palabras: “¡Seguridad, Paz y Gozo! Yo olvido el mundo y todo — menos a Dios. Padre justo, el mundo no te reconoció, pero yo te he reconocido. ¡Gozo, gozo; Jesús, Jesús! ¡Yo estaba lejos de Dios, lo negaba a El, pero después me entregué a Jesucristo, mi Salvador!”

Si por fe vamos a Jesús con nuestras culpas y pecados, recibimos purificación y perdón. El autor de la carta a los Hebreos hace saber a sus lectores: “Sí, ustedes han venido a Jesús mismo (han buscado la vida) por medio de quien Dios hizo un nuevo comienzo con nosotros los seres humanos. Para limpiarlos a ustedes de sus pecados, Cristo vertió Su sangre en la cruz” (Hebreos 12:24). El se convirtió en el “Salvador y Redentor”.

Leí el testimonio de una mujer totalmente venida abajo. Ella se había hecho un aborto, había caído en el alcoholismo, y cometido varios intentos de suicidio. Luego, ella escribió: 

En el hospital, me visitaron unos conocidos que son cristianos. Un libro y una Biblia pequeña me dieron nuevas fuerzas. En la Biblia escribí mi decisión de recibir a Cristo como mi Salvador… Mi versículo favorito dice: “Venid a Mí, todos los que estáis cansados y cargados.”

El eterno, santo Dios, quien nunca podrá tolerar el pecado, también se encuentra delante suyo con la obra redentora de Su amado Hijo Jesucristo. Todo está consumado, ¡el “hierro” flota! Acepte también usted la inexplicable dádiva de Dios en Jesucristo — ¡y El renovará toda su vida, desde sus mismas bases!

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