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Título: “El encuentro con el Señor”

Autor: Norbert Lieth
  PE1360

La vida de Jacob, en cierto sentido, es un aviso previo de la historia de sus descendientes. Hubo tres puntos culminantes en la vida de Jacob en los cuales tuvo un encuentro especial con el Señor. En este programa vamos a poner nuestra atención en el primer encuentro: Bet-el.


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Estimado amigo, al comienzo de este estudio bíblico me gustaría leer con ustedes en el primer libro de la Biblia, en Génesis, capítulo 28, los versos 10 a 15. Dice así la Palabra de Dios: 

“Jacob partió de Beerseba y se fue hacia Harán. Y llegó a cierto lugar y pasó allí la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó una de las piedras de aquel lugar, la puso como cabecera y se acostó en aquel lugar. Entonces soñó, y he aquí una escalera puesta en la tierra, cuya parte superior alcanzaba el cielo. He aquí que los ángeles de Dios subían y descendían por ella. Y he aquí que Jehová estaba en lo alto de ella y dijo: – Yo soy Jehová, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Tus descendientes serán como el polvo de la tierra. Te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur. Y en ti y en tu descendencia serán benditas todas las familias de la tierra. He aquí que yo estoy contigo; yo te guardaré por dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra. No te abandonaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”.

 

La vida de Jacob, estimado oyente, es la vida de Israel. Dios le cambió de nombre: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel” (Génesis 32:28). En el camino de su vida podemos reconocer el camino de Israel hasta la salvación y hasta que se establezca el reino milenial. La vida de Jacob, en cierto sentido, es un aviso previo de la historia de sus descendientes. Al igual que él, también Israel tuvo que salir de su patria para después regresar, tener un encuentro con Dios y ser renovado espiritualmente. Por eso se relaciona la última tribulación que debe pasar Israel, con el tiempo de tribulación que pasó Jacob cuando regresaba de Harán a su patria y tenía el encuentro con Esaú por delante: “Entonces Jacob tuvo mucho temor y se angustió” (Génesis 32:7). En Jeremías 30 se describe el “Día del Señor”, es decir, la gran tribulación que vendrá  sobre Israel, y allí dice: “¡Oh, cuán grande será aquel día; tanto, que no hay otro semejante a él! Será tiempo de angustia para Jacob, pero ser  librado de él” (Jeremías 30:7).

En la vida de Jacob hubo tres puntos culminantes en los cuales tuvo un encuentro especial con el Señor, vamos a poner nuestra atención en ellos.

El primer encuentro: Bet-el (Génesis 28)

El primer encuentro nos muestra, proféticamente, algunas verdades acerca de la salvación: 

1. El pecado de Israel no puede evitar que Dios cumpla Sus promesas. Jacob estaba huyendo porque era reticente y astuto. Había engañado tanto a su hermano como a su padre, trayendo mucho sufrimiento a su madre.

Así Jacob tuvo que huir por su pecado, por temor a la venganza de Esaú y se fue en dirección a Harán. Toda la vida de Jacob fue un altibajo. Casi no hay otra persona en la Biblia que ilustre tan bien la coexistencia del bien y del mal, porque Jacob tenía muchas debilidades y tuvo que atravesar un largo camino educativo. Culpa y temor eran el equipaje invisible y pesado que Jacob llevaba consigo. Durante su huída estuvo rodeado por un desierto horrendo y solitario y no tenía ni siquiera una almohada. En él, y alrededor de él, se hizo la noche, porque el sol se había puesto. ¡Esa es justamente la historia de Israel! ¿Será así también la vida tuya? Si es así, ¡entonces te pido que, por favor, sigas escuchando con atención!

Justamente en esta situación, Jacob, sin merecerlo, tuvo una revelación del Altísimo, al ir a su encuentro el Señor en la escalera celestial. ¡Esta es la escalera de la gracia! ¿Cómo nos habríamos enfrentado nosotros con Jacob si hubiéramos estado en el lugar de Dios? Seguramente le habríamos reprochado: “¡Tú eres malo, Jacob! Ahora por fin te encontré. Vuélvete polvo delante de mí. Yo soy el Dios tres veces santo. Dos veces engañaste a tu hermano y una a tu propio padre. ¡Qué falso eres! ¡Cuánto dolor les has causado a tu familia! Todos estarán hablando mal de tus padres porque tú te has comportado en una forma tan vil”. Pero ¿qué hizo Dios? En vez de reprocharle sus pecados, le dio una tremenda revelación de Sí Mismo y una poderosa promesa: “Y he aquí que Jehovah estaba en lo alto de ella (de la escalera) y dijo: — Yo soy Jehovah, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Tus descendientes serán como el polvo de la tierra. Te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur, y en ti y en tu descendencia serán benditas todas las familias de la tierra. He aquí que yo estoy contigo; yo te guardaré por dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra. No te abandonaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Jacob despertó de su sueño y dijo: — ¡Ciertamente Jehovah está  presente en este lugar, y yo no lo sabía!” (Génesis 28:13-16).

¿Por qué el Señor no le habrá  reprochado sus pecados? ¡Porque la escalera representa la cruz del perdón! En nuestra historia existe una revelación de Dios que lo sobrepasa todo — la cruz, en la cual Jesucristo murió por nosotros. Las claras palabras que fueron dichas aquí nunca perderán su validez. ¿Existirá  un ejemplo más claro de que Dios desea encontrarse con el mundo? La meta de Dios con Su pueblo Israel es poder tener un encuentro con un mundo perdido (en la primera y la segunda venida de Jesús). Por eso fue que Jacob vio esa escalera, porque Dios quiere decirle a todo el mundo: ¡Aquí está el lugar donde quiero encontrarme con toda la humanidad!

Sin la cruz Dios pone, implacablemente, tus pecados delante de ti, porque El es “fuego abrazador” (Hebr. 12:29). Pero en vista de la “escalera celestial”, la cruz de Jesús, que une el cielo con la tierra, Dios ya no te reprocha tus pecados, sino que te da promesa sobre promesa. Solamente por este camino existe la posibilidad de alcanzar el cielo: “Jesús dijo: — Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Así como El se encontró con nosotros desde arriba, por medio de la cruz, podremos nosotros encontrarnos con El algún día, verlo en toda Su gloria y tener eterna comunión con El. ¿Dónde? En la casa paterna celestial con las muchas moradas. Leemos en Juan 14:2-3: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”.

¿Ya pudo tener Dios un encuentro contigo?

 

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