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El deseo Inexpresado del Hombre

(3ª parte)

Autor: Wim Malgo

Veremos en este mensaje que Moisés articula su más profundo anhelo, que es, a su vez, el deseo inexpresado de cada ser humano. Este deseo del corazón del hombre atraviesa, como un hilo conductor, toda la historia de la humanidad.



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PE1754 – Estudio Bíblico
El deseo Inexpresado del Hombre (3ª parte)



Amigos, ¿cómo están? Habíamos dicho que: Si leemos atentamente Éxodo 33:12 al 18, constatamos que Moisés presenta un reclamo ante Dios, con base en la comunión que le fuera obsequiada por éste, y como miembro del pueblo al cual Dios había hecho un pacto de comunión, y al cual Moisés debería llevar a la tierra prometida. Moisés expone ante Dios la profunda contradicción entre Su acción y Su voluntad de solidaridad, Su conducta y Su promesa. La contradicción, que tampoco Moisés entiende, es la siguiente: Dios dijo a Su siervo, que Israel siguiera su camino hacia la tierra prometida y que él, Moisés, los guiara.

Pero, al mismo tiempo el Señor siguió explicando que Él mismo se retiraría de en medio del pueblo. Eso era algo inconcebible, y Moisés no podía comprender. Era tan contradictorio, que Moisés no era capaz de encontrar una solución. La salvación de la esclavitud de Egipto, el pasaje por el Mar Rojo, la conducción a través del desierto por medio de la columna de nube y fuego, el maná como pan celestial, la revelación de la ley sobre el Sinaí – todo, hasta el momento, había procedido de Dios. Ahora, la partida estaba en manos de Moisés, sin que éste supiera a quién mandaría Dios para que lo acompañase.

Nosotros también conocemos ese conflicto, esa tensión que casi no podemos expresar en oración. Es desde ese conflicto interior de su alma, que Moisés habla aquí con Dios. Él se apoya en la fe sobre la referida promesa de que Dios estaría con él. Por lo tanto, Moisés pide al Señor:“Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos”(así leemos en Éx. 33:13). En otras palabras: ¡Señor, cumple tu palabra! Jacob Kroeker tradujo ese versículo así:“Y ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, déjame reconocer la unidad y diversidad de Tus caminos, de tal modo que Te reconozca a Ti, para(que así se demuestre)que yo(verdaderamente)he hallado gracia en Tus ojos, y recuerda(además), que éste es Tu pueblo!”Moisés era audaz, pues de esta manera el que habla no es el temor servicial, sino que, así, sólo habla la sinceridad despertada por la confianza en Dios.

También nosotros tenemos esta confianza. Tenemos la posibilidad de hablar con Dios, podemos argumentar; sí, Dios nos desafía a esto en Isaías 1:18, y nosotros podemos estar seguros en Sus promesas. Moisés fue un hombre como nosotros, y no entendía el embrollo de los caminos. Él ya no encontraba una unidad superior en la diversidad.

Todo lo que había sucedido y sucedía se disolvió para él en un desorden incomprensible y en una desesperación sin destino. Mas, lo que a sus ojos era complicado, no lo era desde el punto de vista de Dios. Por eso, Moisés le pide: “Déjame reconocer la unidad y diversidad de tus caminos.”Lutero lo traduce más simplemente:“… por tanto, déjame saber tus caminos…”¿No es a menudo también tu oración, cuando en tu pesar y desaliento no sabes qué hacer: “Señor, no entiendo tus caminos; todo es tan contradictorio; es un embrollo; ya no le veo el sentido”? Lo mismo pasa con un bordado primoroso: el lado de abajo es un tremendo embrollo de hilos, el lado de arriba es una hermosa figura. Incluso, a menudo, la apariencia de nuestra vida refleja tal desorden.

Dios nos guía, pero permite la tentación y los contratiempos. A veces sucede, también, que nosotros ya no podemos apreciar la armonía del “bordado,” porque sólo vemos el lado de abajo. Pero, el día en que estemos en gloria podremos ver el maravilloso dibujo lleno de armonía y excelencia, y adoraremos diciendo: ¡Señor, Tú has hecho todo maravillosamente!“… Para hacer maravilloso el consejo y engrandecer la sabiduría”(dice Isaías 28:29).

Es como si Moisés quisiera decir al Señor: “Señor, a mí me falta el entendimiento acerca de como Tú, en la variedad de tus caminos, persigues siempre una única meta, como en este caso singular con Israel: Tú no abandonas tu propósito original en la modificada conducción del pueblo – sino quieres enviar un ángel delante de ellos – , y seguramente sabrás alcanzar la meta que persigues, incluso de ese modo. Pero Señor, ¡no lo puedo entender!” Lo mismo expresamos nosotros en un himno, cuando cantamos: “Aunque no conozca el camino, Tú sí lo conoces…”

Desde que Dios, en Éxodo 33:2 y 3, había dicho a Moisés:“Y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino”, hubo la contradicción irresoluble:yo estaré contigo”, por un lado y, por otro, “no subiré en vuestro medio”. Lo que estaba sucediendo, y el pensar en cómo habría de desarrollarse la conducción de Israel en la práctica, en el camino a través del desierto, habría destrozado el alma de Moisés si su fe no procediera de Dios. Si él no hubiera encontrado la unidad, la armonía en la diversidad de los caminos e, igualmente, en las direcciones más encubiertas, no habría reconocido al Salvador de Israel.

Sí, mi amigo, sólo la persona iluminada por Dios ve la unidad en medio de toda diversidad; delante de toda contradicción mantiene su determinación; en medio de toda oscuridad es capaz de ver el rostro de Dios. Demuestra ser lo suficientemente fuerte para dar un nuevo futuro a su pueblo, a pesar de su respectivo fracaso. Así era Moisés. Ésta era la diferencia principal entre Moisés y todo Israel. En pocas palabras, el Salmo 103:7 lo describe así: “Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras.” Los hijos de Israel vieron cada día un milagro durante cuarenta años: Llovía pan del cielo. Pero, más tarde, el Señor tuvo que lamentarse: “… Me probaron, y vieron mis obras cuarenta años … y no han conocido mis caminos” (así lo leemos en Heb. 3:9, y 10). Pero Moisés reconoció Sus caminos. Ésa es una expresión de madurez espiritual, el distintivo de paternidad espiritual. El Señor pudo dar a conocer a Moisés Sus caminos, porque Moisés mismo buscaba al Señor. Moisés no quería un ángel ayudador, ningún ángel que bendijera y ningún ángel que luchara por Israel, Él quería al Señor mismo. Así lo dice en Éxodo 33:15 y 16: “Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos lo pueblos que están sobre lo faz de la tierra?”.

¡Moisés argumenta, con la gracia de Dios, ante la faz del Señor! Sólo una fe así, de profeta, recibe una respuesta de Dios como ninguna otra persona la pueda imaginar. En seguida, Dios le dijo a Moisés: “… Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (así leemos en Éx. 33:14). En el trato con Dios se desarrolla una fe, a la cual no le basta la dádiva, sino únicamente el dador, ya no le basta la bendición de la conducción, sino únicamente la dirección personal de Dios. Por lo tanto, en Éxodo 33:15, vemos que Moisés responde: “… Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”. ¡Porque lo que es capaz de salvar a un pueblo y de llevarlo a la meta prometida, no es sólo la bendición de la faz del Señor, sino el Señor mismo! Esto también vale para ti, mi amigo: No es que te vaya bien, que seas bendecido y que tengas prosperidad, lo que te puede salvar, sino únicamente Dios mismo.

¡Necesitas a Jesús! ¡Antes de necesitar el cristianismo y una iglesia, necesitas al Señor mismo! “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (así nos dice 1 Jn. 5:12). Únicamente el amor perdonador y la paciencia soportadora de Jesús, no se agota. Únicamente su conducción certera y su saludable revelación no falla. Únicamente Él no se cansa, a pesar de todas las debilidades del creyente y de los errores del pueblo, y eso será así hasta aquella hora cuando Él pueda cumplir todo lo que su revelación ha prometido.

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