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El deseo Inexpresado del Hombre

(1ª parte)

Autor: Wim Malgo

Veremos en este mensaje que Moisés articula su más profundo anhelo, que es, a su vez, el deseo inexpresado de cada ser humano. Este deseo del corazón del hombre atraviesa, como un hilo conductor, toda la historia de la humanidad.



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PE1752 – Estudio Bíblico
El deseo Inexpresado del Hombre (1ª parte)



Amigos, ¿cómo están? Es un gusto estar nuevamente junto a ustedes. Leemos en Éxodo 33:18, donde dice, con respecto a Moisés: “Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria”.

En esta petición, Moisés articula su más profundo anhelo, el deseo inexpresado de cada ser humano. En el Nuevo Testamento, en Mateo 5:8, está escrito: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Jung-Stilling ha expresado su anhelo y esperanza con las siguientes palabras:

“Bienaventurados los que sienten nostalgia, ellos llegarán a casa.”
 

Todas las difíciles peticiones que hasta el momento impulsaban a Moisés – la salvación, la reconciliación – desaparecen, pasan a ocupar un segundo plano. El punto esencial de su nostalgia ya no se encuentra en la contestación de sus ruegos, ya que sabía que el Señor lo oía, sino en la sublime persona del Señor mismo: “Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.”

A propósito, este deseo del corazón humano recorre como un hilo conductor toda la historia de la humanidad. Esto mismo se expresa en el Nuevo Testamento, en Juan 12:21: “Señor, quisiéramos ver a Jesús.” ¿Por qué querían ver a Jesús? El Señor mismo nos da dos veces la respuesta a esto: en Juan 12:45: “… Y el que me ve, ve al que me envió”, y en Juan 14:9: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”.


El hecho de que el hombre mayormente no puedaarticular ese anhelo, se produce como consecuencia del distanciamiento de Dios por el pecado. Así, el hombre busca en todos lados tratando de ver aquello que llene su más íntimo anhelo, pero no lo encuentra. El libro de Eclesiastés, en el cap. 1, vers. 8, relata esta búsqueda de la siguiente forma: “Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír”. Sólo pensemos en los esclavos de la televisión, los cuales nunca se pueden saciar de ver.

Eclesiastés 4:8 dice: “… pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.” Entonces, un poco más adelante, en Eclesiastés 5:10, dice así: “El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.” Un poeta, lo expresó de esta manera:

He ido por el mundo, y el mundo es grande y lindo, y, a pesar de esto, mi anhelo me lleva muy lejos de la tierra.


El mundo enteronunca podrá satisfacer el corazón humano. Eso lo puedo decir por la experiencia de los años de mi juventud, cuando pensaba que sería más sabio si pudiera conocer el mundo con todo lo que es y tiene. Pero, ese grande e inmenso mundo no fue capaz de dar paz a este diminuto corazón. Mi anhelo más profundo no fue aplacado. En todo lo que has buscado y lo que has hecho, en todos tus “hobbys,” especialidades y pasiones, no has encontrado aquello que en verdad buscas. Y como no puedes dar expresión a ese anhelo, sigues buscando hasta encontrar aquello que hace calmar tu más profundo deseo. Sin embargo, no lo encuentras. Sólo una cosa satisface, como lo expresa el salmista en Salmos 17:15:“En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”. ¡En cuanto llegues allí, a la presencia de Dios, tu anhelo inexpresado finalmente será satisfecho! ¡No tenemos idea de cuán glorioso será cuando le veamos a Él!

Este versículo“estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”,señala a la promesa de 1 Juan 3:2:“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.”Este pensamiento lo encontramos, también, en Apocalipsis 22:4:“… Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.”Nuestro Señor Jesús, en su oración sacerdotal, utiliza una expresión que nunca había utilizado para Su provecho:Padre, yo quiero, y lo hizo en relación con la meta final de este anhelo:“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”(así leemos en Jn. 17:24).


Por ese primer y últimoyo quiero
que el Señor Jesús expresó ante Su Padre, Él quiso dar Su vida. Aquí podemos prever algo de la inmensa profundidad de 1 Corintios 2:9:“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.”También Isaías habló repetidas veces sobre ver al Señor. Por ejemplo, en Isaías 35:2 al 4: “Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro. Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis.” O en Isaías 33:17: “Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán la tierra que está lejos”. A esta luz, se nos hace comprensible la petición de Moisés: “Te ruego que me muestres tu gloria.”

Después que vimos en el capítulo anterior como el Señor hablaba con Moisés, el mediador, en el tabernáculo afuera del campamento, al igual que un hombre habla con su amigo, leemos de la conversación entre Dios y Moisés, en Éxodo 33:12 al 18:


“Y dijo Moisés a Jehová: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo. Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos lo pueblos que están sobre la faz de la tierra? Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre. Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria”.

Nosotros sólo podemos entender esa preocupación de Moisés, si la relacionamos con los acontecimientos anteriores. Por lo tanto, recapitulemos un momento: Cuando Moisés estuvo cuarenta días y cuarenta noches sobre el monte Orbe, en la presencia de Dios, para recibir instrucciones a fin de construir una morada para Dios en medio de Su pueblo, el pueblo apostata y se hace un becerro de oro y lo adora. Entonces se encendió la ira de Dios. Él quiso destruir a ese pueblo, y en su lugar hacer de Moisés una gran nación. Mas, Moisés se interpuso sacerdotalmente y consiguió así la reconciliación. Pero, había una cosa que Dios ya no quería: Él ya no quería subir en medio del pueblo.


Y ahora Moisés dice: “Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos…” Seis veces tenemos en ese diálogo de Moisés con Dios la palabra hebrea “jada” (que significa = saber, conocer, entender). Se trata de un reconocer en el sentido hebreo de la palabra, esto es: no un conocer teórico, sino: del obtener una relación con el “objeto del reconocimiento”, se trata de “entrar en una relación de vida con una persona”, en este caso con Dios mismo. Después del rompimiento de las relaciones entre Dios y Su pueblo, esto significa tanto como: reconciliación, comunión y reconocimiento entre ambos.


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