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Título: El consuelo robado

Autor: Wim Malgo
PE1280

Con respecto al arrebatamiento de la Iglesia hacia su Señor, siempre está en primera plana el consuelo y no el espanto. Siempre se enfatiza que la Iglesia no debe estar triste, por tener un maravilloso consuelo en la venida de Jesús.


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El consuelo robado – “Con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él…”.

 

 Este texto hemos leído en 2. Ts.2:1. En esta primera parte de la oración, sin lugar a dudas, se trata del arrebatamiento de la iglesia de Jesús, pues a través de él se llega a la unificación visible de la novia con el novio. Este versículo también es traducido de la siguiente manera: 

“Con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestro ser reunidos hacia él…”.

“En el contexto de la venida de nuestro Señor Jesucristo y su promesa que por todos los tiempos estaremos con él, tenemos un pedido más a vosotros, queridos hermanos…”. Compárelo con Juan 14:1-3.

“Ahora me refiero, una vez más, a las preguntas de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestro arrebatamiento hacia él…”.

 

 

Se puede ver que, en esta parte, Pablo, claramente, hace referencia a la primera carta a los tesalonicenses, al exponer el arrebatamiento en detalle. Cuando él aquí escribe: “…con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestro ser reunidos hacia él…”, recordamos instintivamente 1 Tesalonicenses 4:17: “…y así estaremos siempre con el Señor”, o la Palabra de nuestro Señor Jesús: “…y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis” (Jn. 14:3).

 

Con respecto al arrebatamiento de la Iglesia hacia su Señor, siempre está en primera plana el consuelo y no el espanto. Siempre se enfatiza que la Iglesia no debe estar triste, por tener un maravilloso consuelo en la venida de Jesús.

En Juan 14:1, donde el Señor, por primera vez, habla a los Suyos sobre el arrebatamiento, El enfatiza claramente: “¡No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí!” En otras traducciones la primera parte de este versículo dice así: 

“Sed sin preocupación, y no tengáis temor…”

“Imperturbado esté vuestro corazón…”

“Vuestro corazón esté sin temor…”

“Vuestro corazón no sea desconcertado…”

 

Esto el Señor lo dijo después del sermón del Monte de los Olivos, donde Él habló de la gran tribulación (“Día del Señor”), que caerá sobre la tierra como espanto nunca antes experimentado y que precederá Su venida en gloria (Mt. 24:21-22; Lc. 21:11). Lo que el Señor Jesús dijo se podría decir, también, de la siguiente manera: “La tierra será afligida por un tiempo de juicio, por un gran sufrimiento, y luego vendré Yo en gloria. Pero ustedes estén tranquilos y no se asusten sus corazones. Por ustedes vengo separadamente y los llevo hacia Mí, para que estén donde Yo estoy”.

 

En 1 Tesalonicenses 4:13 y 18, el apóstol también habla acerca de este consuelo: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza… Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”  Este consuelo, la Iglesia lo recibió, por medio de la gracia y el poder del Señor Jesús, como esperanza viva.

 

En 1 Corintios 15:51, en adelante, donde se nos describe el misterio del arrebatamiento, dice como conclusión: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (v. 58). Otra traducción de la Biblia dice, en este lugar: “No dejéis que os hagan tambalear…”.

 

Con el firme consuelo para la Iglesia, Pablo termina, también, el segundo capítulo de la segunda carta a los tesalonicenses: “Así que, hermanos, estad firmes y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra o por carta nuestra. Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones y os confirme toda buena palabra y obra” (2 Ts. 2:15-17).

 

Es muy interesante ver que en la primera carta a los tesalonicenses se nos explica que el consuelo de la iglesia consiste en que, el arrebatamiento, nos salva del día de la ira de Dios (del “Día del Señor”): “…y para esperar de los cielos a su Hijo, a quien resucitó de entre los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Ts. 1:10).

William MacDonald en su “Comentario del Nuevo Testamento”, entre otras cosas, dice lo siguiente al respecto: 

 

Ese, a quien esperamos, es Jesús, nuestro Salvador de la “ira venidera”. Esta descripción del salvador venidero puede ser entendida de dos maneras: 

 

1. El nos salva de la condenación eterna por nuestros pecados. En la cruz, El sufrió la ira de Dios contra nuestros pecados. Por la fe en El, se nos acredita el valor de Su obra. Desde ese momento, no existe ninguna condenación para nosotros, ya que estamos en Cristo Jesús (Ro. 8:1).

 

2. Pero El, también, nos salva del futuro tiempo de juicio en el cual la “ira” de Dios, contra el mundo que ha rechazado a Su Hijo, será derramada. Este tiempo es conocido como la “Gran Tribulación” o como el tiempo de la “Angustia de Jacob (Dn. 9:27; Mt. 24:4-28; 1 Ts. 5:1-11; 2 Ts. 2:1-12; Ap. 6:1, 19:10).

 

Esta “ira de Dios” ya tiene su comienzo en la Gran Tribulación, lo que queda muy claro en Apocalipsis 6:15-17. También, 1 Tesalonicenses 5, habla claramente del “día del Señor”, que vendrá como ladrón en la noche (v. 2-3). Pero, en ese contexto, se le dice a la Iglesia que será guardada de ese día: “Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, como para que aquel día os sorprenda como un ladrón. Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día. No somos hijos de la noche ni de las tinieblas. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:4-5,9). Otra traducción lo dice así, en el versículo 9: “Porque Dios no nos ha destinado para caer en Su juicio de ira, sino para experimentar la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.”

 

Resumiendo, entonces, podemos decir: Cada vez que el Espíritu Santo pone delante nuestro el tema del arrebatamiento, somos recibidos en la totalidad del consuelo del evangelio de Jesús y en la esperanza del llamamiento.

 

Los tesalonicenses estaban bien informados sobre este tema de salvación. Se sorprendieron mucho cuando, repentinamente, surgieron rumores de que el “Día del Señor” (es decir, la Gran Tribulación) ya había llegado. Porque, de ser así, estaría ocurriendo exactamente lo opuesto de lo que el apóstol les había enseñado. De pronto, se preocuparon y les dio miedo, fueron sacudidos, desconcertados, y comenzaron a tambalearse. ¿Por qué? Porque ellos se habían apartado de la Palabra de Dios.

 

 

Es importante que veamos a continuación cuales son los ladrones del consuelo.

 

Ya que los tesalonicenses estaban tan grandemente frustrados, Pablo les escribió: “Que no seáis movidos fácilmente de vuestro modo de pensar ni seáis alarmados, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, como que ya hubiera llegado el día del Señor” (2 Ts. 2:2). Los tesalonicenses habían permitido que falsos proclamadores les robaran el consuelo.

 

No cabe duda que vamos a profundizar este aspecto.

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