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Título: El consuelo robado

Autor: Wim Malgo
PE1279

¿En qué se diferencian el “Día de Jesús”,

el “Día del Señor”, y el “Día de Dios”?

 

Invitamos a estudiar estas diferencias a través de la palabra Profética y descubrir la importancia que tiene para nuestra vida


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Para introducir el tema quiero leer en primer lugar 2. Tesalonicenses 2:1-8. Dice así: 

 

“Con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, no por espíritu ni por palabra ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. ¡Nadie os engañe de ninguna manera!, pues no vendrá sin que antes venga la apostasía y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel impío, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de su venida”.

 

 

Este pasaje, de la segunda carta a los tesalonicenses, es un consuelo, o llamado a la tranquilidad, del apóstol a la iglesia de ese lugar. Por medio del poder del Espíritu Santo, sin embargo, esta carta también es un escrito de afirmación a todas las iglesias en el correr de los siglos hasta el arrebatamiento.

 

Esta carta, por otra parte, también puede ser comprendida como un llamado del apóstol a todos aquellos que quieren atenuar la esperanza viva de los hijos de Dios –la de ser arrebatados antes de la gran tribulación. Es un “escrito de combate” contra aquellos que quieren arrancar a los hijos de Dios de la gracia inclusiva de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, también Pedro les dice a sus lectores creyentes: “Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os inquietéis. Al contrario, santificad a Dios el Señor en vuestros corazones y estad siempre preparados para presentar defensa, con mansedumbre y reverencia, ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 P. 4:14b-15).

¿En qué se diferencian el “Día de Jesús”, el “Día del Señor”, y el “Día de Dios”?

 

Para la mejor comprensión de las Escrituras, e interpretación de la palabra profética, es muy importante conocer la diferencia entre el “Día de Jesús”, el “Día del Señor” y el “Día de Dios”.

 

En 2 Tesalonicenses 2:1, Pablo menciona el “Día del Señor Jesucristo” y nuestra “reunión con El”. Con esto, se refiere al día del arrebatamiento.

En el versículo 2 del mismo capítulo, por el contrario, habla claramente del “Día del Señor” y, seguidamente, sobre los acontecimientos relacionados al mismo. Este “Día del Señor” se refiere a la gran tribulación, el juicio de Dios sobre la tierra, con la subsiguiente venida de Jesucristo para establecer Su Reino. Este sistema de enseñanza y esta diferencia existe a través de toda la Biblia. En un comentario acerca de esto dice así: 

 

De acuerdo a la revelación antiguo-testamentaria, el Día del Señor es un tiempo de juicio que encuentra su culminación en el regreso de Cristo, y que es reemplazado por un tiempo de especial bendición divina en el reino del milenio.”

(Hal Lindsey, [El Arrebatamiento])

 

En la primera carta a los tesalonicenses, el apóstol Pablo habla, más que nada, sobre el “Día de Cristo” y, en la segunda carta a los tesalonicenses, sobre el “Día del Señor”. Ahora queremos estudiar, un poco más a fondo, estos dos y, también, el siguiente tercer período: 

 

Primero, el “día de Cristo”.

 

El “Día de Cristo” recién fue revelado en el Nuevo Testamento y es válido solamente para la iglesia de Jesús. Por lo tanto, casi siempre está acompañado por bendiciones, promesas y la esperanza de la gloria de Cristo. Aquí se trata de llevar a los cristianos renacidos al Reino del Padre (Casa Paterna), pero también del tribunal de premios relacionado a esto. Con respecto a esto, algunos ejemplos: 

“…mientras esperáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, el cual también os mantendrá firmes hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 1:7-8).

 

“…estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).

 

“Porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Col. 3:3-4).

 

Otros pasajes, al respecto, encontramos en 1 Corintios 5:5; 1 Tesalonicenses 4:15-18; Filipenses 1:10; 2:16; 2 Corintios 1:14; 5:10: 1 Timoteo 6:14; 2 Timoteo 4:8; 1 Pedro 1:7; 4:13 y 1 Juan 2:28: 

  

 Segundo: el “día del Señor”.

 

El “Día del Señor” por el contrario, no es ninguna revelación nueva, sino que ya era conocido en el Antiguo Testamento. Tiene que ver con el justo juicio de Dios, que se encontrará con un mundo de incredulidad y de rebelión contra El. Del mismo modo, en el caso de este día se trata del juicio y de la restauración espiritual del pueblo de Israel. Es la pública y visible intervención de Dios en los acontecimientos de este mundo.

 

Este día es el de la gran tribulación y comienza después del “Día de Cristo”, o sea después del arrebatamiento. Luego desemboca en el visible regreso de Jesús en poder y gloria con Sus santos. Por eso también es denominado con la expresión “dolores” o “dolores de parto” (1 Ts.5:3). A continuación el “Día del Señor” se refiere al establecimiento del reinado de Jesús (reino del milenio) y lleva a la final destrucción del viejo cielo y de la vieja tierra. También en cuanto a esto algunos ejemplos: 

 

“Porque el día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo lo soberbio y altivo, sobre todo lo arrogante, y será abatido… Se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra a causa de la presencia temible de Jehová y del resplandor de su majestad, cuando él se levante para castigar la tierra” (Is. 2:12,19; compare con Ap. 6:15-17).

 

“Y daré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra, sangre, fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y glorioso” (Hch. 2:19-20).

 

“Es justo delante de Dios, pagar con tribulación a los que os atribulan, mientras que a vosotros, los que sois atribulados, daros reposo junto con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ts. 2:6-8; compare con cap. 2:10-12).

 

Otros pasajes sobre el “Día del Señor” podemos encontrar en Joel 1:15; 2:1-2; Ezequiel 30:3; Sofonías 1:14; Zacarías 14:4-5,8; 1 Tesalonicenses 5:1-5; 2 Pedro 1:16; 3:10; Judás 14-15.

 

 Tercero: el “Día de Dios”.

 

El “Día de Dios” es — de acuerdo a todos los acontecimientos mencionados — el día en el cual Dios mismo triunfa definitivamente; después de que todo lo malo haya sido quitado y todo haya sido introducido en el nuevo estado eterno y definitivo, donde Dios, entonces, será todo en todos. “Preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte, porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero, luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Co. 15:25-28). En vista de esto se le dice a los creyentes: “…esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán. Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:12-13).

 

 

Ahora, nuestro tema es: “El consuelo robado”. Por hoy quiero dejar claro, que con respecto al arrebatamiento de la Iglesia hacia su Señor, siempre está en primera plana el consuelo y no el espanto. Siempre se enfatiza que la Iglesia no debe estar triste, por tener un maravilloso consuelo en la venida de Jesús. En Juan 14:1, donde el Señor, por primera vez, habla a los Suyos sobre el arrebatamiento, El enfatiza claramente: “¡No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí!”

 

Y con este consuelo de nuestro Señor Jesús vamos a terminar esta primera parte del estudio y quiero invitarle a escuchar la continuación del tema acerca del consuelo en las próximas audiciones de Llamada de Medianoche.

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