El Consolador – Unidad obrada por el Espíritu (2ª parte)

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El Consolador – Unidad obrada por el Espíritu

(2ª parte)

Autor: William MacDonald

El Señor cuida de Sus discípulos y los quiere animar, describiéndoles la gran bendición del envío del Espíritu Santo, el Consolador. Y en Juan 16:13 y 14, nos habla del Espíritu de Verdad. Pero, se hallarán allí, también, indicaciones sobre la unidad del Espíritu. El autor quiere analizar este tema junto a nosotros.



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PE1805 – Estudio Bíblico
El Consolador – Unidad obrada por el Espíritu (2ª parte)



Queridos amigos, retomamos algunos conceptos sobre la: Unidad bíblica, para después continuar con el tema. Primeramente, habíamos notado de que en ninguna parte de la Biblia, pero realmente en ninguna, se habla de paz y unidad a todo precio. Y, justamente, lo trágico es que: Se hace todo lo posible, es más, se está dispuesto a hacer enormes concesiones, se quiere pagar cualquier precio – sólo por llegar a esa unidad apestosa. En la Biblia, no obstante, en ninguna parte encontramos unidad a cualquier precio, ¡sino Cristo a cualquier precio! El hecho es que la verdadera unidad es una persona: Jesucristo.

Por sencillo que suene, lo cierto es lo siguiente: La iglesia de Jesús, en la persona de su Señor y Salvador Jesucristo posee todos los requisitos necesarios para una unidad genuina. La verdadera unidad está personificada en Cristo. Y no solamente eso: Se basa en la comunión con el Hijo y con el Padre.

Recordemos tan solamente la oración sacerdotal, de Juan 17:23, en la cual nuestro Señor hace esta tan imponente declaración:“Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. O pensemos también en Colosenses 3:3, donde Pablo escribe:“Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.”“Escondido con Cristo en Dios.”¿No son estas palabras las que describen exactamente el fundamento de la unidad cristiana? Esa unidad es lo que nos mantiene juntos, la que nos une. Porque todos nosotros, los que somos hijos de Dios, podemos testificar con Pablo:“… ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”(como leemos en Gálatas 2:20).

Si Cristo personifica la unidad, entonces es de inmensa importancia que Él viva en nosotros. Básicamente, Él vive en cada creyente. Pero, a pesar de eso, puede ocurrir ¡que aún en el caso de Sus propios hijos, Jesucristo se encuentre esperando en la puerta! En Apocalipsis 3:20, el Señor le tiene que decir a la congregación cristiana de Laodicea:“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo.”Esta congregación, en aquel tiempo, se había contaminado con el pecado. Por eso, Jesucristo no se encontraba en medio de ella, sino frente a la puerta.

Si nos contaminamos con cualquier tipo de pecado, el cual no llevamos inmediatamente a la cruz para alcanzar el perdón, entonces ya no hay lugar para nuestro Salvador. En un caso así, por supuesto, no tiene sentido hablar de unidad. Por eso, encárguese de que cada día pueda expresar con júbilo, juntamente con Pablo, las palabras que él escribió en Gálatas 2:20:“… ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”.


Ésa es la verdadera unidad: ¡Cristo en mí! Porque cuando Cristo está en mí y en todos mis compañeros cristianos – realmente se vive en unidad. ¡Qué espíritu de poder y de gozo puede llegar a haber dentro de la iglesia, si los hijos de Dios se encargan de que Cristo realmente los pueda llenar! Porque en Él, a todos nos es dado ese único fundamento verdadero de la unidad.

Este hecho de que el Salvador viva dentro de todos los creyentes, tiene una consecuencia tremenda, la cual nos es descrita en Colosenses 3:9 y 10:“Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.”La unidad dentro de la congregación es posible, porque toda persona que se suma a la misma se ha revestido de la manera de ser del Señor Jesús. Se ha vestido de Cristo. Cristo vive en mí y también en muchos otros. Todos nosotros hemos sido renovados según la imagen de nuestro Salvador. ¡Y lo lindo es que, en base a esta unidad, algún día será posible que la iglesia de Jesucristo, de hecho, sea arrebatada como una iglesia de unidad!


Hablemos ahora de la: Unidad producida por el Espíritu. En Juan 16:13 y 14, leemos:“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”. En este texto, naturalmente se nos dicen muchas cosas, pero en especial manera habla sobre la unidad producida por el Espíritu. Porque el santo Hijo de Dios, que vive en todos los hijos de Dios, es lo que representa la verdadera unidad de la iglesia de Jesucristo. Pero, ¿qué es lo que sucede en la práctica cuando Cristo vive en mí? Nada menos que aquello que nuestro Señor anunció sobre el Espíritu Santo, en Juan 16:14:“El me glorificará”.

La unidad producida por el Espíritu de verdad, es la obra del Espíritu Santo en los hijos de Dios. Es que para que esa unidad – la vida abundante del Salvador – se pueda desplegar completamente en mí, es necesaria la obra del Espíritu Santo. Él quiere glorificar a Cristo, en toda Su abundancia, en nosotros. En la carta a los romanos, en el capítulo 14, versículo 17, el apóstol Pablo nos da algunos ejemplos de eso, cuando dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Y también en Romanos 15:13, al decir: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. Cosas así, como justicia, paz, gozo, esperanza, nos son dadas en Jesucristo, como lo explica también el apóstol Pedro, en su segunda carta, cap. 1, vers. 3: “… todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder…” Y Pablo, en Romanos 8:32, también proclama esta buena nueva: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

¿Y cómo se convierte todo esto en vida práctica en nosotros? A través del poder del Espíritu Santo.


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