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Titulo: “El camino hacia la perfección” V (parte 2)

Autor: Norbert Lieth
  Nº: PE853
Locutor: Gerardo Rodríguez

El Caminar Independiente de la Oscuridad

En esta segunda parte del tema, vemos que el pecado está en nosotros, pero que el poder de Dios nos ofrece la posibilidad de no pecar más, sino que en el día a día seamos vencedores y llevemos una vida victoriosa.

No olvidemos que en las pruebas el Señor quiere manifestarse como nuestra luz y glorificarse a través de nosotros.


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“El camino hacia la perfección” V (parte 2)

Estimado amigo, quiero empezar hoy el estudio bíblico con una pregunta: 

¿Eres tú la causa de la oscuridad?

Juan da, en su primera epístola, algunas características inequívocas de una persona que es nacida de Dios. Son normas tan radicales que nadie las puede esquivar: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios'' (1 Jn. 3:9-10).

Para muchas personas es incomprensible este pasaje bíblico, y hasta se asustan: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado…'' ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que aquí se hace una simple pregunta: ¿Sólo intento terminar con el pecado, o realmente terminé con él? Si eres nacido de Dios, entonces posees el poder sobrenatural de Dios que hace posible no pecar más. Pero el poder no te hace posible vivir fuera de la presencia del pecado. El pecado está en ti, en tu carne. Pero el poder de Dios te ofrece la posiblidad de no pecar más. La Biblia nunca pregunta: “¿Tiene que pecar un hijo de Dios?'', sino que subraya, expresamente, que un cristiano no tiene que pecar! La nueva vida, realmente, provoca en nosotros que podamos romper con el pecado. Sí, no sólo tenemos el poder de no pecar más sino que, más todavía, hemos terminado con el pecado. Pero, en todo esto, Dios nunca exige de nosotros que seamos perfectos, sino que en el día a día realmente seamos vencedores. 1 Juan 3:9 no significa que ya no podamos pecar sino que, si obedecemos a la vida de Dios en nosotros, no necesitamos pecar más. ¡Esta es una vida victoriosa!

Una característica más que Juan nos muestra es: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado'' (1 Jn. 1:5-7). Hay personas que son consideradas creyentes, pero que no practican la verdad, siendo que no aman al hermano o a la hermana, sino que lo odian. ¡Compárate con la Palabra de Dios! Tómala como un espejo, entonces podrás ver en ella cuál es tu estado interior: “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos'' (1 Jn. 2:9-11). Tal persona no puede soportar el exceso de luz que sale de Dios.

Se trata de verdades estremecedoramente serias. Pero también es la explicación de porqué, a pesar de tus muchas oraciones, no amanece en tus tinieblas: “Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal; y cuando esperaba luz, vino la oscuridad'' (Job 30:26). ¡Nunca suavices tu pecado! En 1 Juan 4:7-8 leemos: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.'' Estas son normas de la Palabra de Dios, que en este tiempo de apostasía ya no son aplicadas. ¿Quién, por ejemplo, cree aún hoy en estas palabras: “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida, y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él'' (1 Jn. 3:15)? Se habla mucho de amor, pero no se quiere saber nada de la justicia de Dios. Muchas veces hasta se predica el amor a costa de la verdad. Esto es puro sentimentalismo. O se predica la verdad a costa del amor. Entonces es un frío dogmatismo.

Poquísimos de nosotros realmente somos asesinos, pero en todos nosotros existe la posibilidad de convertirnos en criminales. ¡Una de las más grandes humillaciones en el discipulado de Jesús consiste en que el Espíritu Santo siempre nos recuerda lo que habríamos podido llegar a ser si la gracia de Dios no lo hubiera impedido! Al respecto, tenemos que saber que la Sagrada Escritura nunca toma en consideración el grado de intensidad del pecado. Según la Biblia un pensamiento impuro es tan grave como el adulterio, un pensamiento codicioso tan grave como un robo. Precisamos de una larga escuela de aprendizaje en las cosas divinas, hasta que creamos que esto es verdad. Nunca confíes en tu inocencia, si la Palabra de Dios es contraria. El más pequeño pecado muestra la tremenda corrupción del corazón del hombre, porque “…de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos…'' (Mc. 7:21-23). Por eso, tenemos que permanecer continuamente en la luz. Esto quiere decir, despojarnos, continuamente, de las obras de las tinieblas y revestirnos de las armas de la luz: “La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz'' (Ro. 13:12).

Por lo tanto, vemos que existe una gran diferencia entre las obras de las tinieblas de las cuales nosotros mismos somos culpables y debemos arrepentirnos y dejarlas, y el andar por el valle oscuro como prueba satánica. Porque en tales pruebas el Señor quiere manifestarse como tu luz y glorificarse a través de ti. Pero, al fin de cuentas, las tinieblas por culpa propia y las causadas por las pruebas están ligadas entre sí.

Más o menos veintiséis veces Job se lamenta de las tinieblas por las que tiene que atravesar. ¿Cuál era el objetivo? Por un lado, que el Señor fuese ensalzado delante de Satanás. Pero, por otro lado, también que Job, después de la prueba, en un arrepentimiento más profundo delante de Dios, se despojase del orgullo y de la justicia propia que aún tenía en su corazón a causa de su (auténtica) piedad. Porque antes que viese al Señor, en su mayor apuro todavía decía de sí: “Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado, y los ojos que me veían me daban testimonio'' (Job 29:11). Pero cuando fue conducido a través de las profundas oscuridades de la embravecida ira de Satanás, y en ellas vio al Señor, testificó: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza'' (Job 42:5-6).

Cuando vemos al Señor en espíritu, reconocemos lo que somos y quién realmente somos. También Isaías se declaró culpable: “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios…han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos'' (Is. 6:5).

Retrospectivamente podemos, y puedes tú también, reconocer cuán maravillosas bendiciones el Señor produjo justamente en nuestras tinieblas. Ahí El se te revela como realmente es.

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