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Titulo: El camino a la perfección
Autor: Wim Malgo
  Nº: PE847

Locutor: Herman Hartwich 

¡Salga a la luz! No sea un creyente “murciélago”. No sea un creyente que diga ´Sí´ a Jesús y ´Sí´ al pecado. Mitad del Señor y mitad del mundo, significa totalmente del diablo. Pero: “los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él”.


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El camino hacia la perfección (parte 4) 5 de 5

Estimado amigo, en la última transmisión fuimos muy bendecidos al estudiar los ejemplos de Job y Pablo, de cómo ellos en el valle oscuro, en medio de una gran prueba, glorificaron a Dios. Y, en la introducción, hemos escuchado estas maravillosas palabras de Isaías 50:10: “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová y apóyese en su Dios''?

Las fronteras entre la luz y las tinieblas, estimado amigo, están inmediatamente debajo del cielo: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes'' (Ef. 6:12).

¡Esto siempre tendrías que tenerlo presente! Por lo tanto, ¡tu lucha no es con las personas, sino con los poderes que están detrás de ellas! Pero, justamente, el Señor te habla en la oscuridad.

En estos tiempos finales las tribulaciones aumentan cada vez más. Desde el punto de vista del Plan de Salvación, podemos decir que Satanás se arma para la lucha decisiva contra Dios. Sabe lo que le espera si pierde, porque también él conoce la Biblia. Conoce el Plan de Salvación de Dios y el Apocalipsis de Juan. Pero no puede entregar las armas. Está tan cegado, que está obligado a luchar hasta el final, hasta que todo, pero realmente todo, estará perdido y destruido.

Satanás lleva a cabo la lucha con dos ejércitos. Uno de ellos se encuentra en el más allá: “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles'' (Ap. 12:7). Su segundo ejército se encuentra aquí sobre la tierra. Aquí le pertenece la multitud de todas las naciones. El es el príncipe de este mundo y todos se someten a él – excepto un pequeño grupo. Este es el pequeño grupo que, a través del nuevo nacimiento, forma parte del cuerpo de Jesucristo. Como renacido, en última instancia, eres intocable para el diablo, a pesar de todas las tribulaciones que tienes que sufrir. “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca'' (1 Jn. 5:18), a pesar de que muchas veces sea terriblemente atormentado y probado por el diablo. También el Señor mismo dice en Juan 14:30: “No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí.'' Sin embargo, ¡cuánto nuestro Señor fue amenazado, tentado y atacado por Satanás! ¡Pero justamente en el punto culminante de esta lucha, en la cruz del Gólgota, el príncipe de este mundo no lo pudo tocar! De la misma manera, tampoco él nos puede tocar mientras estemos resguardados en Jesucristo.

Sal a la luz

Nosotros tenemos que pasar por el valle oscuro; tenemos que pasar en medio de las multitudes sin contrastes, que claudican entre ambos lados y dan razón a cualquier espíritu. Guardémonos de estas multitudes y nunca participemos de sus acciones. Porque si nos envolvemos con ellas seremos llevados, juntamente con ellas, al abismo.

El hecho de que tú pertenezcas al cuerpo de Cristo, pone furioso al enemigo: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo'' (1 Pe. 5:8-9). Pero, lo repito: ¡Tú eres intocable para las amenazas de la potencia enemiga, mientras permanezcas en Jesús!

Pero ¿por qué hay tantos hijos de Dios que, aún así, son dañados por Satanás e, incluso, seriamente? La respuesta es: porque, como creyentes, claudicaron o claudican entre ambos lados. ¿Eres uno de ellos? ¿Dices sí a Jesús y sí al pecado? Mitad del Señor y mitad del mundo, significa totalmente del diablo. Por eso, él es capaz de atraerte hacia sí. Pero esto será algo imposible para él mientras permanezcas en Jesús y en unidad interior con los redimidos por Su sangre, aferrándote al Señor: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él'' (2 Cr. 16:9a).

Las crecientes dificultades en nuestros días no sólo tienen su origen en las impresionantes catástrofes, como terremotos, hambre e inundaciones en muchos lugares, sino también en el cristianismo de los tiempos finales, que es arrastrado entre el “sí'' a Jesús, y el “sí'' al pecado y al mundo, permaneciendo así en un estado mortalmente peligroso. El Señor glorificado describe este estado en forma acusadora: “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca'' (Ap. 3:16). Este es el peligroso “ni-sí-ni-no''. Pero este estado espiritual hermafrodita es inspirado por el espíritu anticristiano que avanza cada vez más y, esto, en la medida en que se acerca el juicio mundial, o sea, el retorno de Jesús. Esto lo podemos ver en el antiguo Israel. Poco antes de que Israel, que se había vuelto idólatra, fuera llevado al cautiverio en Asiria, el profeta Elías dijo a todo el pueblo reunido en el Carmelo: “…¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra'' (1 Re. 18:21).

¡Este es el estado de muchos cristianos actualmente! Se los podría comparar con un murciélago. El murciélago, ¿es un ratón? No, porque tiene piel entre el largamente prolongado metacarpo y los dedos, entre los brazos y las piernas y, muchas veces, también a lo largo de la cola y puede volar espectacularmente. ¿Acaso es un pájaro? No, tampoco, porque para descansar casi siempre se cuelga de una roca o de un árbol. Por lo tanto, un murciélago no es un ratón ni un pájaro. Es una cosa intermedia. Normalmente sólo vuela durante el crepúsculo y durante la noche y se orienta por medio del ultrasonido y no por la luz _ una figura para los hijos de Dios que ya no se orientan por la luz, que ya no se dejan juzgar por la luz, sino que se encuentran en la penumbra.

Mi pregunta a ti es la siguiente: ¿Eres un hijo de Dios? Quizás respondas: “Eso espero'', o: “Quisiera serlo''. Si no puedes dar una respuesta clara y nítida a esta pregunta, entonces eres un impío, un hijo de Satanás. Pero te defiendes: “¡Oh no, eso sí que no!'' Entonces no eres ni lo uno ni lo otro; no eres frío ni caliente, no eres ni un incrédulo ni un ferviente creyente. Te encuentras en un estado peligroso y, a Sus ojos, detestable. Porque de los tales dice el Señor: “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca'' (Ap. 3:16).

El ser vomitado de Su boca es lo más terrible que existe. Significa que el poder del mal viene sobre una persona. A los creyentes que blasfemaban y vivían en el estado que acabamos de describir, Pablo los entregaba, en el nombre de Jesús, a Satanás para destrucción de la carne (comp. 1 Co. 5:5). Por eso hoy, que nos encontramos ante la inminente venida de Jesús, es de suma importancia que te entregues completamente a El. Arrodíllate ahora y di: “Señor Jesús, ya no quiero claudicar entre ambos lados. No quiero que Satanás todavía tenga poder sobre mí. Yo quiero que Tú seas el Señor de mi vida. ¡Aquí me tienes, me entrego a Ti completamente!''

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