El Arrepentimiento Sincero & lo que Dios Hace Después (2ª parte)

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El Arrepentimiento Sincero
& lo que Dios Hace Después

(2ª parte)

Autor: Marcel Malgo

El mensaje del profeta Oseas es el del increíblemente paciente amor de Dios. Usted quedará asombrado con los aspectos personales, que tienen que ver con nuestra vida, que serán mencionados en este estudio. Se tratarán temas específicos que nos conducirán, cada vez, a un nuevo desafío.


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PE1590- Estudio Bíblico –
El Arrepentimiento Sincero & lo que Dios Hace Después (2ª parte)



Estimados amigos: ¿En qué consiste el arrepentimiento sincero?

En primer lugar: En volver a Dios

Cada pecado y divergencia es en realidad una manera de huir, un alejamiento de nuestro Dios. Podemos decir que lo que hacemos al pecar es abandonar a Dios. Por esta razón, el arrepentimiento sincero consiste principalmente en volver a Él.

Esto se encuentra relatado en Oseas 14:1, donde Dios dice a Israel: “Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído”.

Algunas traducciones dicen: “Arrepiéntete, Israel”; pero en mi opinión, creo que es más correcto el término: “vuelve”, tal como interpretan otros. Teniendo este “vuelve” mucho que ver con una vuelta, con un regreso al Padre. Esto queda maravillosamente claro en la traducción alemana de Hans Bruns; allí dice: “¡Por eso vuélvete, Israel! Regresa a casa del Señor, tu Dios…”

Este mandamiento también es para usted, que en este momento tal vez esté viviendo una discrepancia, una discordancia con Dios: ¡Vuelva a casa, a Dios, a su Padre! No se deje retener por pensamientos tales como: “¿Me aceptará de nuevo el Señor? ¿Será otra vez benigno conmigo? ¿Puedo volver con el mismo pecado a Él?” ¡No se deje retener por estas cosas; estos pensamientos provienen del enemigo! Así es como obra el diablo: primero nos tienta para que pequemos y luego nos quiere hacer pensar que no merecemos el perdón.

Por esta razón, le pido encarecidamente, no importa cuál sea su caso: ¡vuélvase a su Padre; vuelva a casa! ¡Éste es el comienzo de todo arrepentimiento verdadero y sincero!

¿No sucedió lo mismo con el hijo pródigo?¿Acaso el principio de su profundo y sincero arrepentimiento no fueron las palabras que encontramos en Lucas 15:18: “Me levantaré e iré a mi padre”?

Podemos ver que el hijo pródigo es una ilustración, muy clara, de los hijos de Dios que se han alejado del Padre debido al pecado.

Quiero pedirle a todo aquel hijo de Dios que ha abandonado la profunda comunión con su Salvador: ¡vuélvase, regrese a su casa; vuelva a su hogar! ¿Cómo llevamos esto a la práctica? Pues, ¿qué sucedió en aquel entonces con el hijo pródigo? Repentinamente se dio cuenta lo mucho que extrañaba a su padre, cuán enorme pérdida había provocado al haberse separado de Él. Podemos leer esto en Lucas 15:17: “Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!”

Este hijo sintió en cuerpo y alma: “yo mismo me he hecho daño de la peor manera, alejándome de mi padre”; entonces se levantó para volver a su hogar.

Esta sensación de inmenso vacíopor haberse privado de la comunión con el Señor, también debería hacerse carne en usted. Por otra parte, puede hacer que salgan de su corazón las palabras que una vez pronunció el hijo pródigo en su ferviente confesión: “Me levantaré e iré a mi Padre…”

¿No desea hacer lo mismo? ¿No quiere aceptar la invitación que Dios ofrece a Israel en Oseas 14:1?: “Vuelve, Oh Israel, a Jehová tú Dios…”

En segundo lugar, el arrepentimiento sincero consiste en: Confesar la culpa

Por cierto, el sincero arrepentimiento es más que únicamente una vuelta radical al Padre. Podemos ver esto en los versículos 2 y 3 de Oseas 14. Allí el Señor ordena a Israel, a través del profeta Oseas: “Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios. No nos librará el asirio; no montaremos en caballos, ni nunca más diremos a la obra de nuestras manos: Dioses nuestros; porque en ti el huérfano alcanzará misericordia”.

¡De alguna manera, Dios habla nuevamente de la vuelta a su presencia; pero luego continúa diciendo: No vengan así nomás, sino con palabras claras: “Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad…”! ¡Luego el Señor les anuncia exactamente lo que Él quiere escuchar; la culpa de Israel: su confianza en Asiria; su inmenso orgullo, lo cual está simbolizado en las palabras “montaremos en caballos”, además de su vil idolatría!

Israel debíaconfesar estospecados con palabras claras al Señor.

¿Sabe usted por qué a pesar de que desea con impaciencia tener una buena relación con su Señor, aun no tiene una auténtica paz interior? Es cierto, ha reconocido claramente que existe algo que lo separa de la presencia de Dios, lo cual lo aleja de su comunión con Él; es decir que en ese sentido usted ha vuelto al Señor; pero: ¡hasta hoy no ha hecho una clara confesión de sus pecados!

El salmista, arrepentido, dice en el Salmo 32:3 y 4: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano”. Pero luego, en el versículo 5, el salmista expresa lo siguiente: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije:Confesarémis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado”.

¿Pudo notar algo? ¡Recién después que el salmista confiesa sus pecados con palabras claras, recibe la paz en su corazón! Precisamente esto es lo que Dios (a través de Oseas) le pedía al pueblo de Israel: “decidle: quita toda iniquidad”, y luego nombró los pecados uno por uno.

¡Lo mismo vemos en la historia del hijo pródigo! Éste no solo dijo: “Me levantaré e iré a mi padre…”, sino “… y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (como podemos leer en Lucas 15:18).

Esto quiere decir que el corazón angustiadoque no confiesa sus faltas en forma clara, jamás alcanzará la paz. Pero cuando el lamento y el arrepentimiento se expresan con palabras claras, la paz de Dios ingresa al corazón; o como dice el salmista, en el Salmo 32:5: “Tú perdonaste la maldad de mi pecado”.

Vivimos en una época en la cual muchos cristianos lidian con el pecado en forma ligera. Por un lado, muchos creen que sus pecados ya no pueden ser perdonados; por eso es tan significativo el pasaje de Oseas 14:1 donde dice: “Vuelve, Israel, a Jehová tu Dios…” Quiere decir que siempre existe la posibilidad de volver al Padre amoroso. Por otro lado, muchos cristianos son superficiales cuando se trata del pecado y el posterior arrepentimiento; ¡lidian con el pecado en una forma muy ligera!

A veces me pregunto: ¿qué lugar ocupa en nuestras vidas, hoy, la confesión de pecados genuina y con lágrimas? ¿Dónde están los cristianos que, después de haber pecado, se quebrantan interiormente? ¿Quedan aún arrepentimientos verdaderos que provengan del corazón? Mis queridos oyentes, por favor, entiendan claramente esto: allí donde hubo pecado, Dios busca arrepentimiento sincero. Para esto, simplemente es necesario, en primer lugar, volver al Padre; y que podamos decir con toda nuestra mente y corazón: “¡Señor, me siento miserable, no puedo estar sin ti!”

Pero, luego, es necesaria una confesión del pecado, formulada con palabras claras. Esto es imprescindible en todo arrepentimiento sincero. ¿No quiere usted tomar esto con la seriedad que merece?

Un detalle más: La ofrenda de nuestros labios

Es importante que le advierta acerca de otra importante característica. En Oseas 14:2 el Señor no sólo dijo: “Decidle: Quita toda iniquidad”, sino que además pronunció las siguientes palabras: “y acepta el bien, y te ofrecemos la ofrenda de nuestros labios”. La NVI traduce, la última parte, de esta manera: “queremos ofrecerte el fruto de nuestros labios”.

Israel no sólo debió confesar sus pecados y pedir perdón, sino que al mismo tiempo tuvo que dar confirmación de que, en la práctica, vivirían según este arrepentimiento. ¡El arrepentimiento de Israel debía ahora traer frutos! Pensemos por un momento en la declaración que hizo Juan el Bautista cuando venían a su bautismo los fariseos y saduceos. Leemos en Mateo 3:8 que él les dijo: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento”. En otras palabras: ¡no crean que se podrán escapar con una confesión superficial del pecado; no, muestren además con sus vidas, que vuestro arrepentimiento es en serio; vivan de acuerdo al mismo!

Es decir, a lo que está implícito en un verdadero arrepentimiento de corazón; por esta razón, la Sagrada Escritura dice en Proverbios 28:13: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”.

Notemos aquí los dos pasos indicados: alcanzará misericordia el que: primero, confiesa su pecado y, en segundo lugar, se aparta de él.

Vuélvase hoy al Señor con arrepentimiento sincero, confiese sus pecados y permita que sus palabras estén en armonía con sus hechos.

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