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Dos fechas y la verdad entre medio de ellas 
(4ª parte)

Autor: Norbert Lieth

    A menudo, son las pequeñas cosas las que hacen una gran diferencia. Los pequeños tonos son los que producen grandes melodías. En este caso, se trata de una tablilla de cerámica en el Museo Británico, que sólo tiene 13,2 cm. de largo y 6,2 cm. de ancho. Es denominada la “BM 21901” y en ella se encuentra una impresionante verdad; una verdad que tiene una conexión directa con las profecías bíblicas.  


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PE1846 – Estudio Bíblico
Dos fechas y la verdad entre medio de ellas (4ª Parte)



¿Cómo están amigos? ¡Qué gusto estar nuevamente junto a ustedes! En el programa anterior dijimos que: Debemos tener en claro que el Dios del cielo y de la tierra da naciones por Israel (porque así lo leemos en Is. 43:4) y que Él mueve la política del mundo con respecto a Israel y a Su Palabra profética. Vimos que: El decreto de las naciones no se cumple, pero sí Su decreto divino.

Y hablamos de que: Tenemos todas las razones necesarias para mantener la esperanza de que el mismo Dios todopoderoso, que fijó los 70 años de Babilonia y realizó con fidelidad el subsiguiente regreso de Israel, del mismo modo cumplirá fielmente todas las demás profecías apocalípticas.

Veamos ahora que de la segunda destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. (que, dicho sea de paso, sucedió en el mismo día que la primera, el 9 de Av), el Señor Jesús dijo, en Su prédica sobre los tiempos finales en el Monte de los Olivos, lo siguiente:“Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”(así lo leemos en Lc. 21:24). El fin del “tiempo de los gentiles”, o sea de las naciones, comienza con un apocalipsis a nivel mundial, del cual continuamos leyendo en los vers. 25 y 26:“Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas”.

La confusión“a causa del bramido del mar y de las olas”solamente es indicio del verdadero apocalipsis que aún está por venir. Queda claro, en la mención que Jesús hace de la tierra, que en el caso de las señales del sol, la luna y las estrellas se trata de verdaderos acontecimientos apocalípticos, y no solamente de un símbolo de Israel como algunos suponen (por ejemplo, en Ap. 12:1 y 2). Los seres humanos en la tierra tienen miedo, porque las señales se presentan en el cielo físico. A continuación de ese apocalipsis, que es descrito en mayor detalle en el libro del mismo nombre, el Señor volverá en gloria:“Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria”(así nos dice Lc. 21:27; y esto lo podemos comparar también con Ap. 19).

  Israel tiene la promesa de ser conservado como pueblo hasta la segunda venida del Señor (así está escrito en Ro. 11:1 y 2, 25 y 26, y, 28 y 29). Es por eso que también su reagrupación, antes de que ocurran los últimos acontecimientos proféticos, es parte del programa de Dios. Porque como dice Lc. 21:31 al 33:“Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Israel no perecerá hasta que tanto las señales del tiempo, de alrededor del 70 d.C, como también las señales apocalípticas acerca de la segunda venida de Jesucristo, se hayan cumplido –“hasta que todo esto acontezca”.

En Jeremías 31:35 al 37, leemos lo siguiente:“Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre: Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente. Así ha dicho Jehová: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice Jehová”. La Palabra de Dios seguirá existiendo por la eternidad más allá del carácter transitorio del cielo y de la tierra, y con eso también las promesas divinas sobre Israel y todo el programa de salvación y profético de Dios (así lo dice Is. 66:22).

Lo mismo es válido para Su iglesia, y del mismo modo para todo aquel que cree en Jesucristo. El apóstol Pablo, en Fil. 1:6, lo expresa de la siguiente manera:“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.

Veamos ahora algunas informaciones interesantes acerca de: El reino de Israel

Saúl llegó a ser el primer rey en Israel después de que el pueblo rechazó ser gobernado por los jueces elegidos por Dios (así leemos en 1 S. 8:7 al 22). Con esto comenzó el reino de Israel en el año 1096 a.C. Saúl reinó 40 años, David 40 años, y Salomón 40 años.

Pero, después: El reino fue dividido. Después del año de la asunción al trono del hijo de Salomón, Roboam, las doce tribus fueron divididas en el reino del norte, Israel, y el reino del sur, Judá, en el año 976 a.C. (esto lo podemos corroborar en 1 R. 12 y 13; y en 2 Cr. 10 y 11). A Jeroboam le fue entregado el poder en Israel, tal como el profeta Ahías lo anunciara en nombre de Dios (en 1 R. 11:30 al 37). Esto sucedió a causa de los pecados de Salomón y de la apostasía del pueblo. Sólo gracias al padre de Salomón, David, y a las promesas que Dios le había dado, los descendientes de David pudieron retener un reino en Judá.

¿Qué pasó en el reino del norte? Roboam sólo pudo retener a la tribu de Judá, a la cual se unió la de Benjamín. Jeroboam recibió, de parte de Dios, las otras diez tribus. De ahí que el reino del norte, Israel, también es llamado el reino de las diez tribus. Samaria llegó a ser su capital. Pero, casi todos los reyes de Israel resultaron ser malos, y el pueblo pecó mucho contra el Señor. Por eso, el reino del norte fue conquistado por los asirios en el 722 al 721 a.C., y el pueblo fue llevado en cautiverio (como leemos en 2 R. 17 y 18).

¿Qué pasó en el reino del sur? Judá es la tribu real, de la cual también proviene el Mesías e hijo de David, Jesús (como vemos en  Mt. 1). Después de la separación, sólo Benjamín se quedó con Judá. Pero, en el 586 a.C. también pereció el reino de Judá (si bien más tarde que el reino del norte) a causa de sus pecados, cuando el rey babilónico Nabucodonosor conquistó Jerusalén (como leemos en 2 R. 24:5). Ése fue el fin de los reinos en Israel.

Los judíos fueron deportados a Babilonia, pero ya en el 538 a.C. se produjo la primera repatriación de los judíos. Como leemos en el el Sal. 2, en Mt. 25:31, en Zac. 14:8 al 11, y también lo podemos ver en Lc. 1 y 2: El próximo rey judío en Israel será Jesucristo, cuando Él regrese en gloria a Jerusalén (en Judá).

 

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