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Autor: Arno Froese, Dieter Steiger

¿Qué sucede cuando Dios no responde nuestras oraciones, aún cuando pedimos en el nombre de Jesús y con honestidad? En la vida de Pablo encontramos algunas respuestas.


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PE2178 – Estudio Bíblico
Cuando Dios no responde nuestras oraciones (1ª parte)



Hola amigos! ¿Cómo están? Hoy nos preguntamos:
¿Qué sucede cuando Dios no responde nuestras oraciones, aún cuando pedimos en el nombre de Jesús y con sinceridad? Vamos a ver que en la vida de Pablo, encontramos algunas respuestas.

Considerando la vida del apóstol Pablo, lo vemos en una situación muy humana: luchando con alguna dolencia o discapacidad. Nos dice en 2 Corintios 12: “Me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee… respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí”. Pablo oraba al Señor específicamente por este asunto personal, pero sus oraciones no fueron respondidas. La Biblia no dice claramente lo que era ese “aguijón en la carne”, pero le agobiaba tanto, que le pedía a Dios ser liberado del mismo. Aparentemente, Pablo pensaba que podría servir mejor al Señor sin esa debilidad física.

¿Cuántas veces ya habremos dicho: “Si tan sólo me sintiera mejor, leería la Biblia”, o: “De no tener esta dolencia física, me ocuparía más de la evangelización”? ¿Será que el apóstol no tenía suficiente fe? ¿O no oraba y ayunaba lo suficiente? ¿Habría alguna razón por la cual Dios no le respondería? No. El apóstol evaluaba su experiencia personal de manera muy diferente.

En su segunda carta a la iglesia en Corinto, capítulo 12, verso 7, Pablo escribió: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera”. Anteriormente, había hablado de un hombre que “fue arrebatado hasta el tercer cielo” (en el v. 2), y “oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (v. 4). El aguijón en la carne (su cruz) hacía que el apóstol siguiera siendo dependiente del Señor y no de sus propias experiencias. Tenga en cuenta, que dice: “Me fue dado.” El orgullo y la arrogancia fácilmente pueden dominar a una bendecida herramienta del Señor y hacerla caer. Ésa es una de las razones por la cual el Señor nos aflige con limitaciones y debilidades. Están pensadas para guardarnos. ¿Qué habrían hecho con esta revelación los que hoy en día se presentan como profetas y hacedores de milagros?

El apóstol dice claramente que él “tres veces” había rogado al Señor. Él oró una vez – no hubo respuesta; oró una segunda vez – otra vez sin respuesta. Recién después de la tercera oración, el Señor reaccionó, pero no con liberación. A pesar de que Dios no siempre responde a nuestras oraciones de la manera como nosotros lo deseamos, Él nos ha prometido: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (así lo leemos en 1 Corintios 10:13). Debemos reconocer que Sus pensamientos y caminos son superiores a los nuestros. El mismo apóstol, a quien le fue confiada una revelación tan grande, era atacado por un ángel de Satanás, sin embargo, continuaba con su trabajo y vivía con su doloroso aguijón.

Jacobo, el hermano del Señor, nos da un consejo fundamental: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración”. Así está escrito en Santiago 5:13. Si sufrimos de problemas físicos y emocionales, podemos dirigirnos confiadamente al Señor. De este modo, permitimos que el Señor entre en nuestro problema personal. Ya sea que Él nos sane, mejore nuestra situación, nos fortalezca, o deje las cosas como están, el Señor hace todas las cosas para Su gloria y para nuestro bien.

Visto de esta manera, toda forma de sufrimiento nos hace entrar en oración y nos acerca al Señor. El alfarero celestial trabaja el barro y lo forma según Su voluntad; de este modo, nosotros somos transformados. Podemos estar agradecidos por tiempos de ese tipo, porque el Señor tiene preparadas nuevas bendiciones para nuestra vida de oración.

La carta de Pablo muestra claramente, que él no tenía intenciones de vanagloriarse con las revelaciones que le fueron dadas. Note que él le escribe a los corintios en tercera persona, en vez de hacerlo en primera. Pablo más bien se gloriaba en sus debilidades, ya que el Señor respondió a su oración de manera diferente a lo que él había esperado. Él dice en 2 Corintios 12:9: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.

¿Cómo es esto en la práctica? El Señor obró a través del Espíritu Santo, quien es activo en los corazones y las vidas de todos los creyentes. El Señor glorificado sabía mejor lo que era bueno para Su apóstol. No le quitó su sufrimiento, sino que dio a Su siervo la fuerza necesaria para soportarlo. La gracia de Dios triunfó sobre el aguijón en la carne. Fortalecido con la gracia de Dios, que es suficiente para todo, el apóstol podría haber dicho: “Querido Dios, gracias por las oraciones que Tú no has respondido.” El Señor no le respondió cuando Pablo oró tres veces por liberación; pero aun así, por la gracia de Dios, el apóstol obtuvo la victoria.

En su segunda carta a los corintios, capítulo 4, verso 7, Pablo dice, después de enfatizar la gloria del nuevo pacto: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. A través del “aguijón en la carne”, el apóstol llegó a un conocimiento más profundo del maravilloso poder de Dios, que se perfecciona en la debilidad.

Mire la iglesia y los creyentes a través de los cuales el Señor ha hecho Su obra. Sin excepción, somos hombres y mujeres débiles, sufrientes, que sólo se glorían en Su gracia. Tal como Pablo, el misionero de los gentiles, somos capaces de hacer todo “en Cristo que [nos] fortalece” (como dice Filipenses 4:13).

Lea usted el emocionante testimonio del apóstol en 2 Corintios 12:10: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

En su carta a los romanos, dice que él y sus colaboradores son contados como “ovejas de matadero”. Inmediatamente antes de esto, el apóstol había hablado de “tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada” (en Ro. 8:35). Pero en el versículo 37, saca la conclusión: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.”

El Cristo resucitado dice a todas las iglesias: “Al que venciere…” ¿Cómo podemos lograr eso? Por medio de aquel que nos amó, por Su obra consumada en la cruz, y por Su actual intercesión como nuestro gran Sumo Sacerdote a la diestra de Dios.

Tomemos esto por la fe y démosle a Él la gloria. Si hacemos esto, también en nuestra vida la gracia triunfará sobre toda debilidad.

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