¿Cuán importante es la oración a los ojos de Dios?

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Titulo: “¿Cuánimportante es la oración a los ojos de Dios?”
  

 Nº: PE1138

La oración de Saulo fue especial para Dios, y aquí hay 4 razones para ello.

 

1)Su oración era de todo corazón.

2)Supo orar enseguida de manera que recibiera respuesta, era su corazón quebrantado

3)Su oración nació de la santa reverencia y hasta el temor ante la Palabra de Dios.

4) la oración de Saulo fue el grito de un hombre que se encontraba en el mayor apuro

 


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«¿Cuán importante es la oración a los ojos de Dios?»

«He aquí, él ora».

Estas cuatro palabras, estimados amigos, que leemos en Hechos 9:11b, están llenas de contenido. El Señor mismo las dirigió a Ananías, cuando lo envió a Saulo de Tarso. También le describió dónde podía encontrarlo, a saber, en una casa en la calle que se llama «Derecha». Allí se encuentra el Saulo ciego, del cual el Señor dice: «He aquí, él ora». Esta clara y concreta observación del Señor nos hace reconocer la enorme importancia de la oración a los ojos de Dios. Con estas palabras «…he aquí, él ora», el Señor también desvirtúa ya todas las objeciones posteriores de Ananías. Pablo es una prueba de cómo las oraciones pueden cambiar ideas y hombres. El Señor sabía bien que Ananías y todos los cristianos en Damasco tenían miedo a Saulo; El sabía que éste había liquidado un buen número de personas, ayudando también a matar a Esteban. Pero dice de él: «…he aquí, él ora». Sin embargo, no debemos descuidar el hecho de que no solamente se trata de orar en sí, pues existen oraciones y oraciones.

Ananías queda desconcertado al recibir la orden de ir a ver a Saulo de Tarso porque éste ora, y objeta: «Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aún aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre» (Hch. 9:13-14). En otras palabras: ¿Cómo puedes enviarme a un hombre tal? Ananías siente tanto temor a Saulo de Tarso que hasta se anima a contradecir al Señor. Pero cuando el Señor dice: «…he aquí, él ora», esto significa que ahora todo ha cambiado. En realidad, El quiere decir con esto: Saulo ora de una manera que su oración ha llegado a Mí. ¡No se trata, pues, solamente de orar, sino de orar de manera que nuestras oraciones suban realmente hacia la presencia de Dios! Solamente así tendrán un efecto poderoso.

Ahora bien, estimado amigo veamos cuál es el camino a la oración victoriosa.

La oración lo cambia todo – ¡pero también la persona que ora en verdad es cambiada! Originalmente, Saulo de Tarso estaba muerto en su espíritu, pero su testimonio posterior nos revela el camino hacia la oración victoriosa. Lo que escribe más tarde a los filipenses acerca de su propia vida, explica por qué este hombre se convirtió, ya inmediatamente después de su conversión, en un poderoso hombre de oración, de tal manera que el Señor mismo actuó. Leemos en Filipenses 3,4-6: «Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible».

…circuncidado al octavo día (aquí Saulo se refiere a la tradición religiosa); del linaje de Israel (= orgullo nacional); de la tribu de Benjamín (= orgullo familiar); hebreo de hebreos (= orgullo en cuanto a sus antepasados); en cuanto a la ley, fariseo (= justicia propia a nivel religioso); en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia (lo que señala que tenía motivos buenos y celaba en favor de Dios); en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible (podríamos decir que Saulo hubiera merecido recibir la gracia de Dios).

Sin embargo, en los siguientes versículos, dice: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo».

Varias veces, Pablo repite que estima todas las cosas como pérdida, para ganar a Cristo. Estaba completamente quebrantado en su propio ser, también en su propia piedad. A partir de esta posición, podía orar. Pero estoy convencido de que en el instante en que Pablo oró, estaban orando también miles y miles de personas en todo el mundo. Sin embargo, sólo acerca de este Saulo, el Señor dice a Ananías: «He aquí, él ora».

¿Qué fue, pues, lo especial en la oración de Pablo, para que fuera oída?

Hay cuatro razones: 

En primer lugar, su oración era de todo corazón. En 2 Crónicas 16:9 leemos: «Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él». Esto quiere decir prácticamente que los ojos de Dios están atentos a todos los creyentes que oran, buscando a los que oran de todo corazón y Le buscan de todo corazón. Pues otra vez está escrito en Jeremias 29:13b-14a: «…y me buscaréis de todo vuestro corazón, y seré hallado por vosotros…».

La segunda razón por la cual Pablo – contrariamente a muchos otros – supo orar enseguida de manera que recibiera respuesta, era su corazón quebrantado. Pienso en Isaías 57:15: «Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados». Pablo estaba tan quebrantado en su propio ser, que el Señor podía estar presente con él. Bastaba con abrir su boca para que orara de un modo que encontraba respuesta de Dios.

La tercera razón fue que su oración nació de la santa reverencia y hasta el temor ante la Palabra de Dios. Pablo ahora conocía la Palabra personalmente. Si bien la había estudiado durante toda su vida, ya que era un fariseo, ahora la Palabra había venido muy personalmente desde el cielo a su corazón: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues». Saulo sentía temor por esta Palabra que se había hecho viva en su corazón, de modo que llegó a ser uno de aquellos de los cuales el Señor dice a través de Isaías: «Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquél que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra» (Is. 66:2). Por eso, el Señor pudo responderle inmediatamente.

En cuarto lugar, la oración de Saulo fue el grito de un hombre que se encontraba en el mayor apuro, de manera semejante a su pueblo Israel, al cual pertenecía con cuerpo y alma y del cual el Señor dijo a Moisés en Exodo 3:7-8a: «Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios…». Israel se encontraba en extrema aflicción. Pero también en el futuro, Israel como pueblo será oído por el Señor en el mismo momento en que comience a clamar a El. Esto está todavía a la puerta. Cuando miramos el futuro de Israel, llegamos a conocer a través de la Palabra profética (en Zacarías 12:10) dónde se encuentra el origen de esta verdadera y victoriosa oración: «Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito».

Estimado amigo, sería bueno preguntarnos ¿Dónde, pues, encontramos el origen de la verdadera oración?

La fuente del espíritu de oración que Saulo tenía, no estaba en él, sino en Dios mismo. Con esto queda respondida la pregunta que probablemente ha surgido en tu corazón. Pues puedo imaginarme que muchos se preguntan en sus corazones: ¿Cómo puedo alcanzar la misma disposición interior que Saulo, de manera que el Señor pueda decir también respecto de mí: «He aquí, el o ella ora?»

Tengamos en mente que «toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces» (Stg. 1:17), también el espíritu de oración. Sin embargo, en Saulo, Dios encontró a un hombre que cumplía con un requisito decisivo: Estaba dispuesto a recibir este espíritu de oración. En esto también está el secreto. ¿De dónde sabemos esto? Inmediatamente después que el Señor había expuesto a luz el carácter rebelde de Saulo mediante las palabras: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?…dura cosa te es dar coces contra el aguijón», Saulo sometió su voluntad incondicionalmente a la voluntad de Dios. Es algo que encontramos únicamente en la vida de Saulo. Pues él Pregunta enseguida: 

«Señor, ¿qué quieres que yo haga?»

Por eso, su conversión fue tan completa, porque Saulo no solamente obtuvo el perdón de sus pecados, sino que comprendió muy rápidamente: Esta mi voluntad pertenece ahora a mi Señor. Y porque se entregó tan incondicionalmente a El, el Señor pudo responder enseguida a su oración.

¿No quieres también tú, por fin, jugar el todo por el todo, entregando tu voluntad incondicionalmente a la voluntad de Dios? Si lo haces ahora, como lo hizo Saulo en aquel entonces, 1 Juan 5:14-15 se cumplirá también en tu vida: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.»

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