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Titulo: “Cristo en el Centro” 3/6
  

Autor: NorbertLieth 
Nº: PE1143

Sólo aquel que no tiene comunión con Jesús, aún puede vivir su propia vida y andar en egoísmo. Pero aquel que busca la comunión con el Hijo de Dios y la ama, se tornará abnegado.


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“Cristo en el Centro” 3/6

¡Estar sólo para Jesús! Este es el tema que trataremos ahora querido amigo.

La hermana de Marta, María, respecto a esto nos es un maravilloso ejemplo. En Marcos 14:3-9 leemos de ella: “Estando él (Jesús) en Betania sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de gran precio. Y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podría haberse vendido este perfume por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella, pero Jesús dijo: Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ella ha hecho una buena obra conmigo. Porque siempre tenéis a los pobres con vosotros, y cuando queréis les podéis hacer bien; pero a mí no siempre me tenéis. Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que ésta ha hecho será contado para memoria de ella.”

De esta abnegación de María podemos aprender mucho. A continuación le transmito esto, lo que yo puedo aprender para mí de estos versículos: 

– El que tiene a Jesús en el centro, es con esto, que le es dado, pródigo, para ser todo para Jesús (perfume de nardo de gran precio V.3)

– El que tiene a Jesús en el centro, vive puramente, y no retiene nada para sí, este tiene amor de corazón puro (perfume de nardo puro V.3)

– El que tiene a Jesús en el centro, es como un frasco quebrado, para ser todo en Jesús; el tiene todo por pérdida, así sólo puede ganar a Cristo (“…quebrando el frasco de alabastro…”V.3)

– Pero esto también es verdad: El que tiene a Jesús en el centro, atrae el enojo de los otros sobre sí, el no es entendido en su entrega: “Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podría haberse vendido este perfume por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres…” (V. 4-5). Un denario era el sueldo de un día de trabajo. O sea, María empleo cerca de un sueldo anual para Jesús. También en nuestros días siempre habrá unos “mejores” argumentos, en vez de servir al Señor, pero nada que sea más dedicado a Dios.

– El que tiene a Jesús en el Centro, no mira primero a lo mucho de lo cual El está rodeado, sino a El mismo. Importante no sólo es lo bueno que hacemos, sino lo bueno que hacemos a El (“Ella ha hecho una buena obra conmigo”,V. 6b).

– El que tiene a Jesús en el centro, no sólo hace algo, no hace más o acaso mucho, sino todo, lo que esté a su alcance. Esta mujer ya no podía hacer nada más. Jesús dice de ella: “Ella ha hecho lo que podía…” (V. 8). La pregunta no es qué hacemos, sino lo que podemos hacer para Jesús!

– El que tiene a Jesús en el centro, tiene una mirada profética para el Señor. El mira sobre las cosas de esta vida hacia el después y hacia el Venidero. Esto también era el caso de María en aquel entonces: Ella efectuó (quizás inconscientemente) un acto profético, en el cual ungió a Jesús antes de Su muerte, ya que no permaneció en la muerte (V. 8).

– El que tiene a Jesús en el centro, por lo tanto siempre hace algo, que tiene valor eterno ante Dios: “De cierto os digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que ésta ha hecho será contado para memoria de ella.” (V. 9).

Esta mujer superó todas las barreras, para efectuar en total desinterés propio este acto de amor a Jesús. Quizás una vez hace mucho tiempo, había comprado este caro perfume de nardo. Pero ahora saca esta preciosidad a la luz. Entonces se dirigió directamente hacia Jesús. Ella no tuvo vergüenza de pasar entre medio de tantas personas que estaban en la casa. Las miradas asombradas y consternadas no podían detenerla, ella sólo quería una cosa: Estar con Jesús y ungirle. Y cuando aún se levanta la murmuración contra ella, le demoró demasiado tiempo, el destapar el frasco. Y así simplemente lo quebró y derramó su precioso contenido sobre la cabeza de Jesús.

¿Qué es lo que llevó a esta mujer a hacer esto? Ella tenía el mismo móvil de acción que Mefiboset: “Señor, si sólo puedo tener comunión Contigo.” Aquí se habla, como ya antes dicho, de María la hermana de Marta, que ya en aquel entonces se había sentado a los pies de Jesús para escucharlo.

Ah, querido amigo amiga: Sólo aquel que no tiene comunión con Jesús, aún puede vivir su propia vida y andar en egoísmo. Pero aquel que busca la comunión con el Hijo de Dios y la ama, se tornará abnegado.

“Y él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.”

Vamos a leer juntos ahora Colosenses 1:15-19, donde la Biblia dice de Jesucristo: “El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación; porque en él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, dominios, principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él. El antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten. Y además, él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. El es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo él sea preeminente; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.”

Todos los problemas de nuestra vida encuentran allí la respuesta, donde Jesucristo nuevamente llegue a ser el Centro. También el famoso pintor Leonardo da Vinci tenía en sus obras de arte siempre a Cristo en el centro. Cuando estaba trabajando en su gran cuadro de la Santa Cena, sólo tenía una meta delante de sus ojos, que la persona del Señor Jesús atraiga y cautive inmediatamente todas las miradas. En una parte del cuadro sin embargo, se encontraba un pequeño barco, en el cual había trabajado tres semanas y en el cual había empleado mucho esmero. Cuando entonces el cuadro fue puesto en exposición y el pueblo afluía, Leonardo notó, que las personas se concentraban especialmente en la esquina del cuadro, donde se encontraba el barco pintado con tanto cuidado. “Mirad acá, cuán maravilloso” se decían unos a otros. “¡Aquí se ve, cuán grandioso pintor el es!” – De noche, cuando Leonardo estaba a solas, tomó su pincel y con una fuerte pincelada borró al barquito para siempre. Porque el decía: “¡Nadie jamás dirigirá su admiración a otra cosa en mi cuadro que a Jesús!”

¿Qué es admirado en tu vida? ¿Eres tan sensible, tan bondadoso, tan lleno de amor como Jesús? Según mi concepto, sólo existen muy pocas personas, que tienen una tal irradiación de Jesucristo, que se vea y admire a El, al Señor, en sus vidas. Pero queridos hermanos, ¿no deberíamos todos nosotros estar profundamente compenetrados, de tener a Cristo en el centro? ¿Y no deberíamos en esta santa radicalidad borrar todo en nosotros, lo que desplaza a El del centro?

Que así sea, estimado amigo, amén.

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