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Conozca su Biblia 
(3ª parte)

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1897 – Estudio Bíblico  –  Conozca su Biblia (3ª Parte)



Estimados amigos, como se estaba diciendo en la introducción: Hay muchas palabras duras que Jesús pronunció en el Nuevo Testamento. Cuando encontramos algunas de esas palabras nos sentiremos tentados a saltearlas, usando, por ejemplo, el “argumento cultural”. He aquí una ilustración de qué tan lejos puede llegar el argumento cultural.

El obispo episcopal John Spong de Newark, New Jersey dijo en un artículo que: “los conceptos tradicionales sobre la resurrección y la ascensión de Jesús, como también los pasajes famosos del Antiguo Testamento citados para condenar la homosexualidad, no pueden tomarse literalmente y deben ser colocados en el contexto de los tiempos en los cuales se escribieron”. La Biblia habla a todas las edades y a todas las culturas también. Así dice el Salmo 119:89:“Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos”. No sea conformado por el “argumento cultural”.

No sea seducido tampoco por el “argumento de la tradición”: “Nunca lo hicimos de esa forma”. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, tuvo oportunidades para condenar ese tipo de pensamiento. Por ejemplo, imagínense a un padre judío ya anciano y en gran necesidad. Se dirige a su hijo, el cual logró llegar a ser una persona acaudalada, muy exitosa en los negocios, y que tiene mucho dinero, y le dice: “Hijo, te educamos y ahora estamos al final de nuestra vida, y no tenemos nada”. Había una tradición entre los judíos que hacía posible que todo lo que el hijo debía decir es “Corbán”, y eso lo liberaba de cualquier obligación hacia su padre. Corbán significaba que “cualquier cosa con la que pudiera beneficiarte había sido dedicada al Templo”.

Esto no significaba que el Templo en algún momento recibiría su dinero. Era tan sólo una tradición de los hombres, una fórmula verbal.

Luego, también, está el “argumento no-literal”. La gente dice: “Jesús no quiso decir eso literalmente”. Por ejemplo, en Lucas 14:33:“Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. Él no pudo querer decir eso literalmente. Él sabe que tengo que vivir, ¿no es cierto? Eso fue lo que un joven le dijo a Spurgeon, en una oportunidad en que éste estaba presentándole las demandas de Cristo. Él dijo: “Bueno, yo tengo que vivir, ¿no es cierto?” Y Spurgeon le contestó: “Eso no te lo puedo asegurar. Tenemos que obedecer a Dios.” ¡Eso es! Tenemos que obedecer a Dios, incluso si eso significa correr en contra de la naturaleza humana.

No se confunda, tampoco, con el “argumento de la excepción”. Escucho esto con frecuencia. Es algo así: “Conozco lo que la Biblia dice, pero en mi caso el Señor quiere hacer una excepción”. ¿Alguna vez lo ha escuchado? Estas son formas en que nulificamos los mandamientos de Dios. Dios busca hombres y mujeres, jóvenes que tiemblen ante su Palabra. Eso es lo que Él busca, personas que inclinen su voluntad ante la Palabra de Dios. Hombres y mujeres que amen la Palabra de Dios. Personas que tengan la actitud de decir “Si Dios lo dice, yo lo obedezco”.

Me gusta contar sobre un joven que era estudiante en Emaús, hace años. Él se autodenominaba “el que abandonó Emaús”. Desearía que tuviéramos más personas que abandonen como él. Tenía una fe sencilla y para nada complicada. Antes de ser salvo, era muy egocéntrico, y no conseguía hablar con las demás personas. Luego, fue salvo en Fayetteville, NC, y se convirtió en un instrumento de Dios. Y él tenía esa actitud cuando se dirigía a la Palabra de Dios. Solía decir: “No me importa si nadie más lo hace; si eso es lo que el Señor dice, eso es lo que quiero”. He estado con aquel joven en Francia, evangelizando puerta a puerta, él habla francés con fluidez. Hoy en día predica al aire libre, en Alemania. También aprendió mucho de un dialecto indio, habla polaco y un poco de ruso, ¿Cómo lo logró? No fue por causa de su gran IQ. Fue por su actitud. “Quiero hacer lo que la Palabra de Dios me dice que haga”.

Además de los ya mencionados, tenemos también el argumento de “la prudencia”, o del “sentido común”. En Mt. 6:19 y 20, Jesús dijo:No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Bueno, se debe usar el sentido común, ¿no es cierto? Se tiene que proveer para los días de lluvia, ¿no es cierto? Como puede ver, en casos así se usa el sentido común.

Pero hay algo mejor que el sentido común, y es la revelación divina. Si fuera por el sentido común, nunca tendríamos el evangelio de la gracia de Dios. Permítame decirle que la verdad de Dios trasciende el sentido común o la prudencia. Y cuando el Señor dijo que no debíamos almacenar tesoros en la tierra, quiso decir exactamente lo que dijo.

Recuerdo cuando George Verwer se convirtió, y Dale Rhoton lo estaba discipulando. Dale abordaba algunas de las porciones de la Escritura más difíciles y le preguntaba: “¿Qué significa esto George?” George respondía: “O la Biblia quiere decir lo que dice o deberíamos arrojarla a la basura”. Dios honró esa actitud. Esos dos estudiantes comenzaron a vivir dichos principios, y las repercusiones han llegado a todas partes.

Me acuerdo, también, de haber orado con Ray Lentzsch, en un pequeño pueblo en Bélgica. Recuerdo haberle escuchado decir: “Señor, el sentido común es un veneno para ratas”. Él estaba más en lo cierto que en el error. Cuando se trata de la interpretación de las Escrituras, vayamos más allá del sentido común. La Palabra de Dios es una revelación divina.

Por supuesto, también tenemos el argumento de que “nunca debemos ofender a otros”. Uno no debería decir cosas que ofendieran a otra persona, ¿no es cierto? Amigos, parece que todo lo que hacemos como creyentes ofende a alguien. El evangelio es ofensivo, ¿no es así? El evangelio no deja al hombre bien parado. Va en contra de aquellas cosas en las cuales se sostiene. Le dice que es un pecador perdido. Le dice que lo mejor que se puede decir sobre él es que no es mejor que un trapo de inmundicia, y lo peor que se puede decir es que asesinó a su Dios. Por favor, no me presente el argumento de “no debemos ofender”.

Si la Biblia lo dice, lo hacemos. No debemos pensar si ofende a las personas o no. Puedo recordar que se me pidió que me hiciera cargo de un funeral en Chicago. La dama a cargo dijo: “Una de mis hermanas está casada con un judío, un hermano está casado con una católico romana, y nosotros somos luteranos, y no quisiera que usted diga algo ofensivo”. Le dije: “Bueno, entonces es mejor que consiga a otro para predicar el mensaje”. “No, no, no, queremos que usted predique el mensaje”. “Bueno, pero mejor consiga a otro si le preocupa que vaya a ofender a alguien”. Al final sí predicamos. Predicamos el evangelio. No puedo decir que nadie se ofendió.

También está el argumento “hiper-dispensacionalista”. Permítame hacer una pausa aquí y decir que yo soy un dispensacionalista. No creo que pudiera entender la Biblia si no viera las dispensaciones. Estaría ofreciendo sacrificios de animales si no fuera un dispensacionalista. Creo que muchas personas que luchan contra el dispensacionalismo, en realidad son dispensacionalistas. Tienen una Biblia que está dividida en dos dispensaciones, el Antiguo y el Nuevo Testamento. Pero, luego tenemos elhiper-dispensacionalismo, que nos arrebata el Sermón del Monte, los evangelios y todas las epístolas desde la prisión. No estoy de acuerdo con eso. Quiero extraer la miel de toda la Palabra de Dios, ¿y usted? Permanezca como dispensacionalista, pero evite el hiper-dispensacionalismo.

 

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